LA CALLE MADRE DE DIOS EN EL COGOLLO DE LA CIUDAD

Antonio Rodríguez Sáiz - Septiembre 2017



Calles, callejas, plazuelas, iglesias, casas, simbiosis de madera, hierro y piedra bordean y se incrustan en el cogollo de la ciudad antigua en armonía y equilibrio con su pretérito histórico; junto a ello nuevos edificios, espacios modernos y restaurados con mayor o menor fortuna.

Son muchos los rincones que cobija y advierte en la ciudad de Cuenca a ojos del paseante que tienen su atractivo y encanto. Uno de ellos, a mi juicio singular, es la calle Madre de Dios, que con modestia que cautiva baja en su corto recorrido al encuentro con la ciudad llana o bien puede decirse, al revés, que acerca a ésta a la parte antigua y más histórica de la población, que vivifica el poeta conquense éste y otros lugares

 

“¿Subes orgullos? ¿Bajas derrocados

sueños de un dios en celestial deriva?”

 

Calle de la Madre de Dios, separada del común, sin viviendas. Moderna sí porque sesenta años no son muchos en la historia de la ciudad y, sin embargo, tiene un aspecto de haber estado ahí esta vía pública transitada por los antepasados desde tiempo tan antiguo que no existiese memoria de cuando se realizó.

Tiene un arranque estrecho y desigual desde la pequeña calle denominada Callejón de los Artículos hasta su final corto y en desigualdad manifiesta al encuentro de la Calle del Peso por medio de una escalinata de 53 peldaños y 6 mesetas o descansillos, sobre muro de mampostería y piedra de sillería.

Solemne atalaya y mirador para la admiración y sorpresa que producen a los sentidos sus desfiles procesionales de la Semana Santa de Cuenca, declarada de Interés Turístico Internacional desde 1981; donde se aprecia más que en otro espacio del recorrido, ocupado por gran concurrencia de gente, principalmente el esfuerzo, pericia y habilidad de los nazarenos banceros en este balcón a pie de calle.

A propósito de la inmediatez de la finalización y conclusión de las obras de la calle en febrero de 1956, el periódico provincial Ofensiva anunciaba que “Otra calle nueva en el itinerario monumental y típico de la Ciudad Alta”. La definía el periodista com “Breve en la distancia pero larga en belleza. Estrecha de hombros pero tan alta que su techo es filo que se adentra en el cielo”.

            ¿QUÉ FUE ANTES ESTA ESCALINATA?

Era esta pequeña extensión urbana bautizada con el bonito nombre de Madre de Dios de feliz urbanización un conglomerado de pequeños corrales sin orden ni limpieza, lleno de desechos y residuos de obra, broza y basura.

Tuvo en su parte superior un pasadizo o corredor que se aprovechaba para comunicar las iglesias de San Andrés (cerrada al culto desde la guerra civil y utilizada para otros usos) y San Felipe Neri, con el convento anexo (de acertada y afortunada reconstrucción en su interior).

Estos dos templos están catalogados desde 2002 Bien de Interés Cultural, con categoría de monumento y entre, estas iglesias de San Andrés y San Felipe Neri discurre con cierto atractivo y gracia la calle Madre de Dios que alberga adosados adornos que dejo a juicio del lector su acierto o no, mientras afirmo sobre la referida calle que fue oportuna y acertada su realización dentro del conjunto de la Cuenca antigua, en contraste con otras actuaciones, aunque no sorprende especialmente a los ciudadanos conquenses por la fuerza de la visión permanente.

            VIRGEN DE LA MADRE DE DIOS

Resalta dentro de la calle una imagen de la Virgen con el Niño de 1’20 m. de altura, situada en una hornacina, ejecutada en piedra blanca de Novelda muy apreciada por su calidad, obra del escultor conquense Fausto Culebras – su nombre auténtico era Faustino Culebras Rodríguez – persona honrosa, noble, retraída y genial artista.

En principio el grupo escultórico de la Virgen con el Niño iba a ser colocada en otro lugar según se lee en el acta de la sesión del pleno del Ayuntamiento bajo la presidencia del alcalde, Sebastián Cano Guijarro: “Se acuerda interesar del marmolista Sr. Bieto presupuesto de una Virgen románica que había de colocarse en la escalinata superior de acceso de la calle de Pilares a la Plaza Mayor” situada junto a la iglesia (siglo XVIII) perteneciente al convento de San Lorenzo Justiniano, conocido con el nombre de “Las Petras”.

Aunque la propuesta era solamente solicitud del presupuesto, como puede observarse, se amplió ésta a Fausto Culebras a tenor de lo reflejado en acuerdo municipal posterior (18-5-1951) al estudiarse en el Ayuntamiento las dos ofertas solicitadas:  una de José Bieto Masip por la cantidad de 6.000 pts y la otra del escultor de Gascueña por 5.950 pts, adjudicándole a Fausto por ello la realización de la escultura de la Virgen y el Niño a ejecutar en el plazo de tres meses y con cargo al presupuesto del siguiente año.

Es posible, que con ello quisiera beneficiar al escultor Fausto Culebras, teniendo en consideración los miembros de la Corporación Municipal el estado económico lamentable que arrastraba, pese a su gran capacidad creadora, por falta de medios. Sobre este particular la Comisión Municipal Permanente (3-12-1951) estimó un ruego del teniente de alcalde, Jesús Carrillo Martínez, para que se le ayudase a Fausto Culebras “gran amante de Cuenca y de sus paisajes”.

A juicio del alcalde, manifestado en la sesión, la mejor ayuda que se le podía hacer al escultor era el encargo de diversos trabajos “que le sirvan de estímulo y con cuya retribución pueda hacer frente a sus necesidades”. Pese a ello la misma Comisión, ocho días después le concedió 2.500 pts de anticipo a cuenta destinado a compra de materiales para la realización del conjunto escultórico, una vez visto el informe afirmativo del interventor de fondos del municipio.

No conozco el motivo por el que la colocación de la imagen cambió del lugar proyectado. Sí es verdad que es coincidente con la creación de la nueva calle y es probable que se considerase más adecuada su instalación en la escalinata de la calle Madre de Dios, su ubicación definitiva me sigue pareciendo acertada. Y allí está expuesta a la contemplación o veneración sin que hasta la fecha haya sufrido afortunadamente ningún acto de vandalismo, como suele suceder en alguna ocasión en otros lugares de la capital.

El poeta Federico Muelas le dedicó al escultor estos versos, que figuran en su libro “Cuenca en volandas”

(Ante la Virgencilla que labrara el Escultor Fausto en la calleja de la Madre de Dios)

 

A ti que me miras, pido

la gracia de una oración

por Fausto; fue el corazón

más noble en Cuenca nacido.

Vivió pobre y dolorido.

En cruzada generosa,

para exaltar la gloriosa

casta de Cuenca, partió…

Quien tanto a su tierra amó

lejos de Cuenca reposa.

 

           

 

 

 

 

ESCUDO DEL OBISPO GARCIA GALARZA

Cabe destacar igualmente el escudo que hay en el frontal de la calle perteneciente al que fue obispo de Coria (1578-1604) Pedro García Galarza, nacido en la pequeña localidad conquense de Bonilla en la comarca de la Alcarria y de donde procede este escudo que fue traído a Cuenca en estado de deterioro manifiesto y aquí el devenir del tiempo sigue haciendo estragos en él.

Si nos fijamos con atención, pese a su situación en lo alto de la escalinata podemos observar su composición, ya digo no sin dificultad, aunque para poder hacer una mejor descripción puede servir de referencia el que figura en la fachada del Palacio Episcopal de Cáceres (Plaza Sta. María) cuya reforma del edificio fue obra del obispo conquense, junto a otras realizadas en la provincia extremeña en cuya capital se le recuerda en su callejero y en un parque que lleva su nombre.

            Consta el escudo de una banda donde se lee AVE MARIA y sobre esta una garza (ave zancuda) que lleva prendido en el pecho la inscripción IHS (monograma del nombre de Jesucristo), sobre la cartela a los lados del capelo figura escrito en mayúsculas EX ALTO, figurando el capelo con los cordones y borlas a sus lados.

El obispo Galarza, amigo y consejero del rey Felipe II, fue muy querido en su diócesis por su labor pastoral, especialmente por su generosa mano para ayudar a los necesitados con limosnas. Un gran benefactor con una sólida formación académica. Está enterrado en la catedral de Coria en un sepulcro de estatua de alabastro en actitud orante.

 

            OTROS:

 

En la pared de la iglesia de San Andrés se aprecia un escudo con aspa relativo, sin duda, al titular de la iglesia. Una reja sobresale en la misma pared lateral traída en aquellos años desde la localidad de Iniesta en la manchuela conquense.

En la calle existe otro escudo de Ruiz de Alarcón de Valera de Abajo, en lo alto de la meseta más amplia, imperceptible totalmente en la actualidad por su gran deterioro.

En la pared lateral de la iglesia de San Andrés se colocó en el año 1990 un escudo en piedra, muy bien ejecutado por los alumnos de la Escuela de Cantería, correspondiente a la Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno que desfila en la madrugada del Viernes Santo.

Recuerdo que por aquellos años, segunda mitad de los años 50 (S.XX) en este agradable rincón de la capital, vi en mis años jóvenes una exposición de pintura al aire libre donde colgó sus cuadros el pintor Oscar Pinar, que daba a la escalinata una nota de originalidad armónica y novedad, acorde a los espacios abiertos que siempre Oscar, pintor y amigo, utilizó para captar con acierto y expresividad el paisaje de la tierra que lo vio nacer.

Al haber traspasado ampliamente el medio siglo de esta – repito – original exposición en la calle Madre de Dios bajo la techumbre del cielo conquense, llamé por teléfono al artista para comprobar si mi memoria no me fallaba. Efectivamente me confirmó Oscar aquella manifestación de arte pictórico, ampliándome que al anochecer recogía sus cuadros y se los llevaba a su cercana casa en la Plaza de las Escuelas para volver a colgarlos al día siguiente.

Observé la alegría que le produjo mi llamada, aprovechada para, también, charlar de otras cosas con Cuenca por delante; siempre nos tuvimos una gran estima mutua. Mi pena fue que falleciera repentinamente a los 5 días de mi llamada. De un buen pintor se privó Cuenca, que tan fielmente la plasmó con sus pinceles.

Siempre tendré en mi memoria que en la Feria y Fiestas de San Julián coincidimos Oscar, como autor del cartel anunciador y él que escribe estas líneas pregonero de las mismas.

Podría recuperarse este lugar para actividades culturales, sería una estancia agradable y complaciente. Es cuestión de sensibilidad y buena disposición.