EL PASO DE SEMANA SANTA QUE NO LLEGÓ A DESFILAR

Antonio Rodríguez Saiz

 

“He visto en este Cristo una representación no ya de nuestros árboles, sino de nuestra propia Cuenca, ciudad desarrollada, casi en carne viva, a la que profanaron embadurnándola con colores”.

Así se expresaba, ante la impresión que le había producido al ver por primera vez la obra escultórica que representaba a Cristo en la Cruz al poeta y Cronista Oficial de Cuenca, Federico Muelas: imagen de Cristo que después presidiría el altar mayor de la iglesia de San Pedro de Cuenca donde permanece. Talla que estaba destinada,  para participar en la Semana Santa de Cuenca, deseo que nunca se llevó a cabo.

Tendríamos que remontarnos a la época que estuvo destinado en Cuenca como gobernador civil, Mariano Nicolás García (1963-66); aquí iniciaría y daría comienzo su dilatada carrera política durante el franquismo y primeros años de la transición. Este, junto con un grupo de conquenses que residían en la capital de España, ideó fundar una cofradía cuyos componentes fuesen aquellos naturales de Cuenca que por motivos diversos tuvieron que dejar su tierra y tenían añoranza de ella y sus tradiciones.

La talla procesional destinada a desfilar en nuestra Semana de Pasión seria costeada por sus cofrades y fue encargada al prestigioso escultor cántabro, Víctor de los Ríos Campos, quien a principios del año 1967, según crónica aparecida en el Diario de Cuenca, de A. de la Torre, ya la tenía terminada. Ello motivó una  reunión en el estudio que el escultor tenía en Madrid con la presencia de Federico Muelas, José Miguel Jannssens, periodista belga amigo de Cuenca y divulgador de sus bellezas; Luis F. Fábregas, ingeniero, acompañado por los personajes moteños, Cipriano Palacios Lillo (alcalde), José Zarco Castellanos, medico, presidente de la Asociación Amigos de los Molinos y Museo Manchego, completando la embajada manchega, Urbano Zarco Castellanos, primo del anterior y alto cargo de la Organización Sindical en Madrid.

En esta reunión, el imaginero santoñés Víctor de  los Ríos, presenta la talla de “Nuestro Señor del Largo Padecer”, advocación ideada por el escritor conquense y que así se conoce, porque según recordara el mencionado Cronista “La agonía de Cristo, terminó; su largo padecer continuará mientras la humanidad exista".

La imagen de Cristo con los brazos poco flexionados, demostración de la muerte por asfixia, es de gran sobriedad, escueta, sin adornos, muy del estilo del imaginero o santero Víctor de los Ríos, como gustaba llamarse.

El material utilizado fue madera de tilo seca sin policromar y satinada; tipo de madera usada desde siglos, por ser material excelente para tallar figuras por su facilidad para trabajar a golpe de gubia, es suave, ligera de peso y grano muy fino; aunque es madera de color casi blanco que se torna en un marrón pálido al contacto con el aire por su secado presuroso.

“Nuestro Señor del Largo Padecer” es de dimensiones que exceden a las características comunes que hay en la Semana Santa de Cuenca en este tipo de pasos; las dimensiones de la cruz son de 6 metros de largo y 2,80 metros de ancho, ello hizo que los promotores de la hermandad pensasen que debía llevarse en posición horizontal o, quizás con una pequeña inclinación.

Coincidía la realización de la talla destinada a nuestra Semana Santa con la culminación de las esculturas de Víctor de los Ríos, colocadas aquel mismo año de 1967, que aún permanecen en el Puente de los Leones, sobre el rio Bernesga, afluente del Esla en la ciudad de León íntimamente ligada al escultor por su matrimonio y donde tiene amplia obra.

Volviendo a aquella reunión que relataba al principio puede llamar la atención la presencia de tres personajes de la localidad manchega de Mota del Cuervo, pero estaban en el estudio del imaginero para tratar de otro monumento que iba a llevar a cabo y ver aspectos relacionados con el mismo.

Se trataba de una escultura con la figura del Ingenioso Hidalgo sobre Rocinante, a realizar con rejas de arados romanos procedentes de toda España, según diría Urbano Zarco por aquel tiempo en entrevista a José Luis Muñoz, al inicio de una dilatada y fecunda carrera periodística en Cuenca. Aquel monumento no llegó a ser realidad y Mota del Cuervo sevioprivada de tener una interesante obra de Víctor de los Ríos, aunque posteriormente de este mismo escultor tuvo un busto dedicado a quien fue gobernador civil de Cuenca, Eugenio López y López colocado en el instituto de enseñanza media “Julián Zarco”. Fue López y López Hijo Adoptivo de la localidad manchega y figura decisiva para la creación de este centro de enseñanza. El busto seria retirado hace unos años, igual que el nombre de una calle que tenia dedicada.

Después de esta pequeña digresión, referida a la mencionada reunión y circunstancias secundarias retorno al tema que nos ocupa para indicar que la imagen de “Nuestro Señor del Padecer” fue seguidamente traída a la capital conquense acompañado por el periodista Jannssens y colocada en la iglesia de San Pedro para su exposición al público; lugar que sería definitivo, o al menos hasta el momento presente.

Estuvo el imaginero, Víctor de los Ríos,  varios días en Cuenca y uno de ellos (2/3/1967) pronunció una conferencia en la Casa de Cultura dirigida por Fidel Cardete que llevaba por título “El futuro de la Semana Santa en Cuenca” presentado a petición suya por Federico Muelas; donde ante numeroso público y prácticamente la totalidad de las principales autoridades de la provincia, hizo una descripción detallada de cómo creía él que debían ser los desfiles procesionales de la capital e igualmente lo expresó en entrevista al joven periodista citado, José Luis Muñoz Ramírez, quien escribiría: “Víctor de los Ríos ha venido a Cuenca a hablarnos de nuestra Semana Santa. Y sus palabras eran revolucionarias”.

Efectivamente, así parecía, porque consideraba que Cuenca tenía que se modelo de la Semana Santa de otras ciudades y modificar sus procesiones. Se debían -según él- colocar los diferentes pasos en lugares elegidos y allí celebrar actos litúrgicos durante la Semana o bien otra forma sería con desfiles por unas determinadas calles de la ciudad, pero no como hasta entonces se hacía y una vez terminada la procesión no se quedarían los pasos  en la iglesia sino en un lugar fijado de la ciudad para cada uno y se retirarían el Domingo de Resurrección con una gran procesión participando todas las imágenes.

Como puede deducirse, su propuesta no triunfó y Cuenca siguió con su tradición, en una época donde las filas de nazarenos sufrían un  alarmante descenso de participación que preocupaba especialmente a los responsables de la Junta de Cofradías. La hermandad de Nuestro Señor del Largo Padecer” se quedó solo en una idea y deseo por falta de cofrades; no se pudo hacer frente al precio estipulado y tuvo que ser- una vez más – la Caja Provincial de Ahorros de Cuenca presidida por José Luis Álvarez de Castro quien en el año 1970 adquiriese la talla realizada para donarla después al Obispo de la Diócesis, Inocencio Rodríguez Diez, Consejero Honorario de la Entidad que en agradecimiento D. Inocencio manifestó “el doble rasgo que tanto honra al Consejo de la Caja: de generosidad por la adquisición de la imagen, y del afecto y consideración al Prelado por la donación” igualmente pidió que se dejase constancia exacta y justificativa “del benemérito y ejemplar proceder de la Entidad en este caso”.

 

En la actualidad preside el altar mayor de la iglesia de San Pedro (como se observa en la fotografía), sede de la parroquia de Santiago y San Pedro que alberga, entre otras imágenes, los pasos de la Semana Santa de Cuenca, Declarada de Interés Turístico Internacional (1981) que desfilan el Miércoles Santo en la espectacular procesión llamada "del Silencio”; en cambio no se ve por nuestras calles la imagen de “Nuestro Señor del Largo Padecer” obra de Víctor de los Ríos Campos (en la partida de nacimiento suya fechada en Santoña en 1909 figura con los nombres de Mariano Joaquín), hijo de un funcionario de prisiones y madre de etnia gitana. Para terminar como curiosidad añadir que en el momento de nacer su abuela materna, Josefa Mateo Serra de 54 años de edad, viuda, era vecina de la localidad conquense del Picazo (así se llamaba entonces sin articulo EL, que precediera). Desconozco los motivos de residir allí esta madrileña de nacimiento.