VICENTE ESCOBAR: ICONO DE LOS LIBREROS CONQUENSES

Antonio Rodríguez Saiz

Año 2016

“Mi consejo principal

es, gran señor, que leáis

porque, sabiendo, sepáis

discernir el bien del mal

(Del poeta Jorge Manrique, Consejo a su Rey)

 

Las ciudades, villas, lugares, por pequeños que sean, han presumido con razón, y lo siguen haciendo de algún personaje que en el mundo de la milicia, clerecía, artes, ciencias, letras…etc., han destacado, dejando una huella indeleble más allá del rincón donde por vez primera vieran la luz, traspasando ese reconocimiento sin límites con orgullo hasta los confines de la tierra.

De estos sobresalientes e ilustres personajes, se ocupan los libros especializados, enciclopedias, prensa y medios de comunicación. Son seres dignos de ser guardados en la memoria colectiva y reconocida; así se hace en la mayoría de los casos con mayor o menor intensidad.

Junto a estos personajes que han alcanzado la fama, existen otros que, sin haber alcanzado esa gloria y laureles, ni franqueado los límites y fronteras de su lugar de nacimiento o donde desarrollaron su actividad, son merecedores de ser recordados e incluso imitados con la adaptación al mundo actual, en estos momentos donde la velocidad y el tiempo imprimen un olvido sobre ellos que a mí personalmente no me agradan. Son seres que unieron su tesón, trabajo, esfuerzo, afán de superación…, y fueron respetados y queridos en el entorno donde convivieron y ejercieron su ocupación habitual.

Cuenca no ha sido una excepción. Hemos visto, escuchado y leído relatos sobre personas de estas características y hasta nuestro alrededor actualmente; hay ejemplo de ello a quienes podemos señalar en este tipo de modelos que antes hacía mención.

En alguna ocasión más me referiré a algunos de ellos. Hoy quiero recordar a quien durante más de medio siglo fue un referente importante en la sociedad conquense (siglo XX), en unos tiempos donde la cultura en la capital no gozaba de esplendor, tampoco después; aunque son tiempos bien diferenciados y distintos.

               Su nombre: CELESTINO VICENTE ESCOBAR VALERO.

               Su oficio: LIBRERO.

No ha faltado quien ha considerado que los primeros libreros que ejercieron en el planeta fueron los sacerdotes, hombres dedicados a ofrecer y realizar sacrificios religiosos que protegían y ponían en regla pergaminos con la finalidad de compilar el conocimiento y saber.

No es del todo exacto puesto que, los primeros libreros surgen en al postrimería de la Edad Media  a raíz de la invención de la prensa de imprenta por Johannes Gutenberg, alcanzando el oficio de librero su verdadera importancia con la reforma.

Vicente Escobar, acreditado y reconocido librero conquense había nacido en la localidad de Buenache de Alarcón (Cuenca) el día 6 de abril de 1884.

No fueron fáciles los comienzos del joven Vicente en los primeros años de su estancia en la ciudad del Júcar y el Huécar, desde que sus padres José y María se estableciesen en ella. Se esforzó desde muy joven para prosperar y transmitir su ilusión por la senda del libro, que a decir de Rubén Darío “es fuerza, es valor, es poder, es el alimento; antorcha del pensamiento y manantial del amor”.

Aun se decía entonces con cierta sorna, aquello de “Cuenca ciudad bravía que entre antiguas y modernas tiene cien tabernas y una sola librería”.

En estos años difíciles, se recuerda a Vicente Escobar animoso e ilusionado con menos de 30 años en un pequeño local en el cerrillo de San Roque nº 1, vendiendo “novelillas baratas” pero presente en la prensa con anuncios a buen tamaño como los que se insertaban en el periódico “La Información” desde su aparición como semanario en la última página en el año 1912 o apareciendo un buen surtido de obras entre las que figuraban “Los bandidos del amor” de Alarcón y Pujol (2 tomos) de más de 1000 páginas cada uno, al precio de 10 pesetas; “La hija del misterio” de Ruiz de Lara, con más de 500 páginas por el mismo precio y hasta un “Don Quijote de la Mancha” (así se anunciaba) en un tomo de más de 900 páginas por 1 peseta. ¡Asombroso!.

Era Escobar un librero atrevido, valiente, noblemente convencido de su trabajo que ofrecía sus libros en la calle de Carretería (entonces Mariano Catalina) en días festivos los títulos más recientes salidos de las editoriales, principalmente de la Novela Policiaca y del teatro mundial. También tendría otro establecimiento librero en la calle Herreros nº 20, según el sello que figura en algunos ejemplares de la Biblioteca Pública “Fermín Caballero” de Cuenca, procedentes del archivero Rogelio Sanchiz y donados a ella por la familia.

En alguna ocasión más la librería ubicada en esta calle era sitio destinado para suscribirse al periódico “El Mundo” - anuncios números 468 y 469 – fundado por el abogado Cesar Huerta. Así se aprecia en un pequeño anuncio “se admiten suscripciones para este periódico en la librería Escobar”.

En la entrevista que se hizo a Vicente Escobar titulado “Hablando con un librero”, el periodista de “La Provincia” (10/5/1010), refleja lo que era  el pensamiento de Escobar y unos datos interesantes sobre la situación lectora en Cuenca al inicio de la segunda década del siglo XX que me parece oportuno referir.

  • Se siente orgulloso Vicente Escobar de haber contribuido a difundir la cultura en la provincia.
  • Hasta que se estableció era difícil encontrar un libro que no fuese para escolares.
  • Los libreros lo que menos tenían eran libros.
  • Las firmas más importantes de la literatura, ya se exponían en sus escaparates.
  • Las “novelas para señoritas” más deseadas son de Mayran, Colomb, Aigueperse, Marlitt y Baronesa de Orsy.
  • Los libros de edición económica han beneficiado la extensión de la cultura en Cuenca.
  • Las novelas cinematográficas son muy leídas. Ejemplos: “Las dos niñas de Paris” y “La Huerfanita”, con más 100 ejemplares de estas novelas vendidas de cada título, gracias a la proyección de películas con estos títulos dirigidas por el famoso Louis Feuillade.
  • Abunda Escobar en esta afirmación con el hecho que coincidiendo con la presentación en Cuenca de la película “El Conde de Montecristo”, se agotó el libro de Alejandro Dumas en menos de una semana.
  • Los libros de autores españoles más vendidos en aquellos años en la capital de Cuenca, según su autorizada versión eran los de Vicente Blasco Ibáñez, Mata, Pérez Lugin, Palacio Valdés, W. Fernández Flórez, Alberto Insua, Ricardo León y el conquense (nacido en San Clemente) Rafael López de Haro.
  • Considera caros los libros y por ello se reducían las ventas.
  • Seria en aquellos años Palacio Valdés y Blasco Ibáñez los escritores más conocidos fuera de España.
  • Observa la decadencia de la Colección Universal de la Editorial Calpe por el aumento de sus precios; pronto se uniría (1925) con Espasa, formando el grupo editorial más importante de España.
  • Por aquel tiempo vio una mejora en la calidad y preferencia de los ciudadanos conquenses y, como va decayendo la literatura folletinesca.
  • Si indica la escasa aceptación que tienen los libros de poesía y la preferencia de los paisanos que se inclinaban más por poetas modernos: Bécquer, Gabriel y Galán, Campomanes…
  • Observemos el lenguaje que usa Escobar, es muy curioso de leer este párrafo: “En cuanto a publicaciones sicalípticas son en gran número las que ven la luz, pero en general, la mayor parte son burdas y bastante mal escritas, desprovistas de sentido artístico y solamente tienen aceptación aquellas que como la revista Flirt, por el prestigio de sus colaboradores y lo atildado de la frase, se destacan sobre las demás”.

Evidentemente esta revista femenina, dentro de su género fue la más importante, aparecía los jueves y en ella escribieron autores como García Sanchiz, Fernández Flórez, Linares Rivas, Emilio Carrere, Joaquín Belda, Antón de Olmet, Rafael Cansinos, Vidal y Planas, Andrés González Blanco (natural de Cuenca), Eugenio Noel… se podrían continuar la lista.

  • No imagina a los niños en edad escolar que no sepan leer y apostilla “Si bien son bien contados los niños de esta ciudad que no hayan visitado mi establecimiento.

El sueño de Vicente Escobar llegaría el 9 de julio de 1928 cuando se abre al público su definitiva librería: LA LIBRERÍA ESCOBAR, en la Plaza de la Infanta Paz nº 1. Después la calle tendría otros nombres según el régimen imperante en el momento. En la actualidad se llama Plaza de la Hispanidad.

Decía el único periódico que he visto con la reseña de la inauguración que “la portada es un dechado de buen gusto: su muestra luminosa, causa de admiración de las gentes y en sus amplios escaparates encontraras lector, las últimas producciones literarias de los más famosos escritores nacionales y extranjeros y un buen surtido de los más elegantes objetos de escritorio”. ¡Parece escrito hoy!, pero hay que situarse hace casi noventa años para comprenderlo mejor.

No solamente, como puede apreciarse en la actualidad era la fachada la que llamaba y llama la atención sino que, en su interior se tallo la noble estantería que rodea el local con sus mesas, mostradores y banquetas, todo ello en madera de roble americano, en estilo renacentista, según apuntaba el redactor de la noticia.

En la actualidad se mantiene toda la obra de carpintería a excepción de los asientos que, ante la reiterada petición del párroco de Arcas y coincidiendo con la restauración de la iglesia románica, a mediados de los años 60 del pasado siglo, su ya propietario Juan Evangelio Moragon le hizo donación de ellos.

Es de justicia dejar constancia del autor del proyecto: José Bieto Marre, escultor y marmolista que llego a la ciudad a trabajar como cantero en la catedral, principal monumento de Cuenca, cuando se iniciaron los trabajos de su restauración hacia el año 1910; aquí vivió y caso con Sagrario Solera.

Escobar y Bieto tenían muy buena amistad y pasaban ratos de ocio entre caña y sedal, principalmente a orillas del rio Júcar.

El acreditado ebanista ejecutor del trabajo fue Jesús Pérez Guerrero, propietario del taller de carpintería y ebanistería más importante de Cuenca, situado en la calle Magdalena S. Fuentes nº 8 de Cuenca (hoy dedicada al poeta pricense Diego J. Jiménez).

En la librería Escobar se consultaban gratuitamente, diccionarios, periódicos y revistas y se permitía leer y tomar datos de interés de los libros que figuraban en sus anaqueles.

Se daban cita en ella personajes importantes de la vida conquense, especialmente en el largo invierno de Cuenca, donde en animada tertulia, situada en la trastienda, se hablaba de literatura, pintura, música, cine, historia, actualidad del momento y de todos aquellos temas que hacían más grato el discurrir de la vida de esta pequeña ciudad. Fue un importante foco de la cultura de Cuenca: Marco Pérez, Zomeño, Bieto, Pérez Compans, La Rica…etc., fueron habituales contertulios.

También Federico Muelas seria asiduo de la librería Escobar y así lo refiere el poeta cuando con motivo de la publicación de su libro “Villancicos olvidados” le escribe al librero esta dedicatoria: “A Vicente Escobar en su simpático mentidero con admiración y cariño” y en su primer libro “Apenas esto” (premio Larragoiti) lo hacía de esta manera sentida y agradecida: “Soy el mismo, Vicente, que venía a leer en tus libros…Algo tuyo hay en el fondo de mi poesía”.

Era Escobar, sin duda librero que consideraba la lectura como placer y necesidad, un auténtico generador de amistad y consciente siempre de lo  importante y enriquecedor de su oficio.

No era Vicente Escobar un crítico literario ni un reputado profesor; era un autodidacta que sabía el interés de los clientes que se acercaban a su querida librería y trataba con elegancia y respeto desde el erudito lector hasta el escolar que buscaba un sencillo lapicero, vestido con sus guardapolvos como lo veía en mis primeros años.

Otra faceta importante del librero Escobar que hizo de su trabajo una devoción más que una obligación, fue su “periódicomania”, que no hemeroteca, según lo definía su pariente y culto cuñado Esteban Torrijos Hortelano en un artículo titulado “Periódicos conquenses centenarios algunos, títulos, vicisitudes, historia local” aparecido en “Ofensiva” en enero de 1962, cuando ya Escobar había fallecido. Poseía –contaba- decenas de millares de periódicos y revistas de su época, principalmente de Madrid y Barcelona, destacando la colección a color “La campaña de Cuba” publicada durante tres años (1895, 96 y 97).

Es coincidencia que aquel año de 1928, cuando se inaugura la librería Escobar, surge también en Cuenca la librería Católica Evangelio en la calle Mariano Catalina 31 (Carretería) en el local donde hasta esa fecha había estado la imprenta y librería de Emilio Pinos Fuero. Su fundador fue Fernando Evangelio de Fez, abuelo de los actuales libreros Juan y Fernando Evangelio Azcutia.

Fernando Evangelio, el fundador, vino a Cuenca a establecerse desde Campillo de Altobuey, su lugar de nacimiento, donde había trabajado por espacio de cuatro décadas en un establecimiento de esa localidad. Tuvo diez hijos y uno de ellos, Juan Evangelio Moragon, de inolvidable recuerdo, regentaría la librería de Carretería y posteriormente adquiriría por compra, la de Escobar, quien a decir de sus hijos Juan y Fernando, actuales libreros con muchos años de experiencia, Vicente Escobar “se llevó muy bien con nuestro padre. Poco antes de morir ya le dejo dicho a su mujer que, como no tenía hijos, que no quería que la librería dejara de serlo y que quería que se la quedase nuestro padre: Juan Evangelio” (El día de Cuenca, 17/8/2008).

Estos dos anuncios aparecen en la misma página de la revista "Magister" (10-12-1931)

 

Volviendo al año 1928 fecha importante para el mundo lector en Cuenca con la inauguración de los locales próximos entre sí de la librería Escobar y librería Católica Evangelio, se añade otros sucesos ocurridos ese año en referencia al público lector. Por un lado La Fraternal (Sociedad Benéfico-Obrera de Socorros Mutuos), fundada en 1903, donde estaban afiliados gran parte de ciudadanos conquenses inauguraba su biblioteca el 17 de octubre de ese año y en el Parque de Canalejas (hoy de San Julián) se puso en funcionamiento la primera Biblioteca Popular de Cuenca “Fray Luís de León” ideada y puesta en marcha por mi admirado don José Niño Astudillo, profesor de la Escuela Normal, entonces concejal, con fondos adquiridos en la librería Escobar (sobre ello escribí un artículo en Gaceta Conquense), después publicado en mi libro “Cuenca en el recuerdo”.

La muerte del icono de los libreros conquenses se produjo el 14 de noviembre de 1960 a las tres de la tarde por insuficiencia cardiaca, según el certificado médico de José Martino Casamayor, amigo suyo. El óbito ocurrió en su domicilio de la calle José Antonio nº 46 (Carretería). Tenía 76 años y había estado casado en primeras nupcias con Irene González y posteriormente con Justina Clemente Lagullon, natural de Valverde del Júcar,  que le sobreviviría. No tuvo hijos.

Su esposa Justina continuo regentando el negocio librero con la ayuda de un sobrino carnal que vino de Barcelona pero, fue difícil el entendimiento mutuo y este regreso a Cataluña poco tiempo después; se hizo notar sensiblemente el ímpetu y vigor reconocido de Escobar y ante ello su mujer decidió su venta a su competidor y amigo Juan Evangelio Moragon en el año 1964 quien la regento durante 20 años hasta que paso a su hijo Fernando, quien la mantiene con eficacia y prestigio hasta el momento actual, siendo fiel al espíritu que fue concebida, realizando en su momento las reparaciones necesarias pero conservando la misma línea que sus predecesores y en primera línea dentro de la lógica adaptación a los tiempos actuales.

Es digno de resaltar que en la célebre trastienda de la librería Evangelio (antes Escobar) donde se reunían antaño personajes de la vida pública conquense fue el lugar donde pasadas varias décadas se mantuvieron las reuniones para la creación de la Asociación Provincial de Comerciantes de Librerías y Papelerías para un doble objetivo: defensa de los intereses de la profesión y la difusión de la cultura en Cuenca en todas sus singularidades.

 

La librería Evangelio (antes Escobar) ha sido visitada por importantes escritores: Vázquez Figueroa, Juan Antonio Vallejo Nájera, Gunter Grass, Fernando Zóbel, Raúl del Pozo, José Luís Coll, Jaime Campany entre otros.

Hoy el librero tiene otros medios para desarrollar su trabajo, maneja con facilidad internet, la publicidad virtual, es una persona en constante preparación pero siempre el auténtico librero sigue haciendo su trabajo y servicio con dedicación consciente que el tiempo dedicado a la lectura no es perdido sino provechoso.

Y para terminar me  pregunto ¿el oficio de librero seguirá o desaparecerá como tantos oficios? Mi respuesta es que el librero, aquel que cuida por la lectura del ciudadano, que sabe orientar y sugerir seguirá siempre. En algún lugar he leído que un librero es un Mefistófeles al revés porque sabe los gustos de ese Fausto particular que es el lector.