LA NOGUERILLA, sima abierta en La Frontera

  Antonio Rodríguez Saiz

 

El “Sexmo del Campo” era uno de los seis distritos rurales que existían en el primer cuarto del siglo XV en Cuenca. Las aldeas dependientes de la Tierra de Cuenca estaban agrupadas en los sexmos de Altarejos, Campo, Arcas, Chillarón, La Sierra y Torralba.

Dentro del “Sexmo del Campo” pertenecían los lugares del Verdelpino, Embid, Villarejo, La Losilla, Fresneda de la Sierra, Titos, Torrecilla, Pajares, Villaseca y Arcos de la Sierra; mermaría notablemente su población en el siglo XV en algunos de estos lugares, a excepción de Villaseca, Pajares, Torrecilla y Fresneda de la Sierra viéndose, este sexmo aumentado en la segunda mitad del siglo XV por dos núcleos de población más.

El antiguo poblado de Titos corresponde al actual municipio de La Frontera situado en la zona denominada “El Campichuelo de Ribatajada” entre la Sierra de Bascuñana y la Serranía de Cuenca, zona de transición entre las comarcas de la Alcarria y la Sierra.

Sería después La Frontera, villa perteneciente al partido judicial de Priego que tenía 45 pueblos. Los otros partidos judiciales de la provincia de Cuenca eran desde 1833 Cañete, Cuenca, Belmonte, Motilla del Palancar, Requena, Tarancón, San Clemente y Huete.

Recorrer las tierras del Campichuelo, por donde antes atravesaba el Camino Real de Cuenca a Molina de Aragón es verdaderamente agradable.

Aquí se alternan los verdes pinares con las tonalidades ocres, amarillentas, grises…, con sus colinas y oteros desde donde se observan paisajes de gran belleza y variados contrastes. Hay que visitar el Campichuelo conquense y, si es posible, tomar una copa del famoso aguardiente artesanal que se hace en estos lugares bajo la mirada de algún tajaroz y disfrutar del sencillo románico tardío o protogótico que inunda esta zona netamente conquense. Al norte de la comarca del Campichuelo está situada la localidad de La Frontera, con límites al norte con Cañamares; este Fresneda de la Sierra; sur Ribargorda y Albalate de la Nogueras y al oeste con Priego. Su nombre indica lugar de límite y proviene de ser un lugar fronterizo entre los cristianos y musulmanes en la época de la Reconquista; repoblada esta zona por los cristianos que traspasando el Tajo y el Giguela arribaron a ella desde el Señorío de Molina, especialmente desde el lugar de Corduente, marcando desde aquí la línea divisoria, de ahí el nombre.

Fue en La Frontera, en sus principios, de Juan Hurtado de Mendoza, señor de Cañete, fundador del mayorazgo de la villa.

A mediados del siglo XVIII (1752) figura en el catastro de Ensenada perteneciente al Marquesado de Palacios y en el año 1927 ostentaba este título María de la Natividad Quindos Villarreal, XIV Marquesa de Palacios y XIX Vizcondesa de La Frontera, entre otros títulos.

Durante siglos fue La Frontera lugar apacible y tranquilo, con sus laboriosos habitantes dedicados a la agricultura y ganadería, viendo como pasaban y cruzaban el pueblo lentamente los carros cargados con grandes troncos de pinos que habían desembarcado del río Escabas en “maderadas” pocos kilómetros antes para proseguir su camino a la antigua Conca, alternando - en su ir y venir – con el trasiego de quienes acudían al Solán de Cabras con el deseo de ver mejorada su salud por la rica calidad de sus aguas.

Pero en el año 1927, esa paz y tranquilidad que se respiraba, fue alterada por un suceso que conmovió no sólo a sus habitantes sino que el eco de la noticia fue percibido en la península y junto a los periódicos provinciales, El Dia de Cuenca y La Voz de Cuenca, otros de ámbito nacional, ABC y El Sol, coincidieron para informar del inesperado suceso. Ello llevó al catedrático Rodolfo Llopis a decir que “jamás ha conocido este pueblo de La Frontera tantas visitas ni tantos automóviles que, aficionados a las novedades y a las emociones fuertes, llegan de lejanas tierras para pisar atrevidamente el borde agrietado e inseguro de la sima”.

El suceso ocurrió el martes 15 de marzo de 1927 a las dos de la tarde cuando los vecinos Cecilio Cano y Manuel Checa que estaban trabajando en el campo oyeron un gran ruido “ a modo de una gran tormenta de verano”. En una superficie de 300  metros cuadrados se abrió una profunda cavidad de paredes verticales y forma elíptica con su eje mayor de 70 metros y 50 metros en su radio menor.

Era un pequeño altozano, terreno de viñedo, en el paraje conocido por La Noguerilla en La Frontera, a poca distancia de la plaza del núcleo del pueblo.

Con gran diligencia corrieron los dos vecinos, no exentos de cierto temor a dar cuenta de lo sucedido al alcalde Leandro Checa y al propietario de la finca José Toribio Martínez, que era juez de paz de la localidad y presidente de la Mancomunidad de Pastos.

Posteriormente, seguían apareciendo grietas y agrandando la sima por ir desplomándose el terreno de Don Toribio, el rico hacendado de la zona, incluso cuando al día siguiente muy de mañana el secretario del Ayuntamiento Cristóbal Mayordomo, auxiliado por un vecino joven hicieron con una anilla, una cuerda de 174 metros y un peso en su final el intento para ver la profundidad de la sima sin conseguirlo al ceder el terreno y a punto de ocasionarles un serio disgusto, tragándose el inmenso agujero el rudimentario artilugio métrico ideado como sistema de medida.

Un vecino, el guarda Miguel Checa, pocos minutos antes había estado allí descansando en ese lugar. Se libró de un terrible accidente de milagro.

No debe descartarse, a juzgar por los técnicos de entonces, entre las causas del suceso que pudo haberse originado porque ese mismo día 15 de marzo, hubo un terremoto en España con epicentro en Huesca y que por Teruel pudieron haber llegado a Cuenca las ondas sísmicas finales.

Contaban que en el terreno del vecino Bernardo Martínez ya ocurrió algo parecido tres meses antes y el conocido médico y diputado por Cuenca y Granada, Aurelio Almagro Gracia, ejerciente por aquellos años en el Campichuelo relataba como en una ocasión al regresar de una de aquellas aldeas anejas a La Frontera, había visto un agujero abierto en el camino que poco tiempo antes no existía.

Del suceso no tuvo conocimiento la prensa conquense hasta la tarde del día siguiente; fue entonces cuando se apresuraron a ir al lugar para informar lo mejor posible. Una vez en La Frontera, el delegado gubernativo, con el juez y propietario junto con Argomaniz, y Enrique Borrego, enviados por el gobierno civil llegaron al paraje de La Noguerilla donde pudieron apreciar el suceso, en toda su dimensión.

A esta primera visita siguieron otras. Rara era la hora del día que no aparecía algún automóvil, principalmente procedente de Madrid y Cuenca, con personas que iban hasta la sima para ver el espectáculo y escuchar el sonido que hacía la tierra cuando se precipitaba al fondo de la cavidad.

La visita importante fue el día 22 cuando el ingeniero jefe de Obras Públicas de Cuenca, Eduardo Elio y de la Llave con su colaborador e ingeniero Lino Álvarez fueron a estudiar sobre el terreno de La Noguerilla la sima producida el día 15 y que ya aparecía diez metros más extensa por los continuos desprendimientos.

El ingeniero Elio exploró sobre el terreno acompañado de autoridades, periodistas y gentes del lugar aquel fenómeno que aparecía a ojos de quienes carecen de conocimientos y autoridad en la materia como “algo sobrenatural y extraño”. Tranquilizó a los habitantes de La Frontera expresando que no había que temer ningún peligro en ese momento y manifestó que:

  • Cuál era la distancia de los ejes de la boca elipsoidal y profundidad.
  • Hizo un juicio sobre el motivo causante de la sima que “ ha sido producida por la acción de una corriente de agua, que ha ido disolviendo los sulfatos de sodio y el calcio de las calizas grasas que abundan en el terreno, formando de este modo oquedades subterráneas prestándose a ello la constitución geológica del suelo, formado por estratos de margas que descansan sobre rocas calizas, grasas, estas a su vez sobre margas y nuevamente sobre calizas yesosas y margas solubles. El pueblo de La Frontera está sobre el Mioceno lacustre que descansa en el Cretáceo del secundario”.

Cuando el ingeniero jefe estaba dando todo tipo de explicaciones hubo dos o tres desprendimientos importantes en el interior de la Sima que se repetirían varias veces.

Por parte de los ingenieros, se le ordenó al alcalde Leandro Checa que debía colocarse una valla alrededor de la sima y a unos cincuenta metros de la boca para evitar posibles accidentes y desgracias, en caso de nuevos desprendimientos.

Otra nueva inspección se realizó, esta vez, por medio del Instituto Geológico y Minero desplazando a los ingenieros Vicente Kindelán, ingeniero jefe, Alfonso Alvarado y Agustín Larragán para informar del hecho. No deja de causar sorpresa que al informar a los periodistas en el hotel de Cuenca donde se hospedaban afirmaron que se enteraron de la noticia por el diario ABC. Se mostraron prudentes, como no podía ser de otra forma, para emitir un juicio lo más acertado posible sobre el fenómeno pero, eso sí, lo visto confirmaba la opinión del jefe provincial Elio. Se mostraron preocupados por no haber seguido las indicaciones de éste, en cuanto a las medidas de protección alrededor de la sima: la vaya no se había colocado y hombres, mujeres y niños campaban con total libertad e imprudencia por el borde de la hondura, pudiendo en cualquier momento ocurrir una lamentable desgracia.

 

Esta falta de previsión hizo que con el seudónimo de “Manganilla” habitual en El Día de Cuenca apareciese pocos días después estos versos bienhumorados, pero llenos de verdad sobre “la primera víctima que se cobró la sima”

Bagatelas

Como tenía que ser,

la sima de La Frontera

ha elegido la primera

víctima para su haber

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Nunca catástrofe en balde

los hombre han conocido,

y ahora la víctima ha sido

en aquel pueblo, el alcalde.

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El pobre escucha, ve y calla,

cuando los técnicos todos

le dicen con buenos modos

que hay que poner una valla

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¿Una valla colosal

de cien metros en cuadrado?...

Cátate desvalijado

el presuesto local

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por eso, al hablar de valla,

cerco del cráter profundo

él dice meditamundo

¿Conque valla?...¡ Vaya,vaya!

                             Manganilla (El Día de Cuenca 3-04-1927)

 

También aparecieron estas coplas del obrero ALERETE que de forma sencilla y graciosa, narraba a su manera el suceso que tenía preocupado a la tranquila localidad de La Frontera, cobijada bajo el manto querido de su patrona la Virgen de Belén a quien pide que los libre de la sima surgida.

En la actualidad la sima está prácticamente desparecida y llena de escombros. Sólo queda el recuerdo de aquel susto que perturbó la calma y tranquilidad de los habitantes de La Frontera y la zona del Campichuelo de Ribatajada.