EL CUADRO DEL OBISPO SAN JULIÁN EN LA CATEDRAL DE MÁLAGA

Antonio Rodríguez Saiz


La catedral basílica de Nuestra Señora de la Encarnación se encuentra en la ciudad de Málaga, frente a la Plaza del Obispo. Fue construida sobre la mezquita mayor entre los años 1528 y 1782. Si se visita esta ciudad andaluza no es raro que oiga algún informador llamar a este bello templo renacentista, “La Manquita” pero, eso sí, dicho con todo el afecto y nunca de forma despectiva debido a que la catedral está inacabada al carecer de la torre sur, así como  la balaustrada en su parte superior y algunos elementos de adorno.

El motivo de estas líneas no es hacer un recorrido, ciertamente muy interesante, por su interior empero, sí detenerme en una de sus capillas que tiene por nombre el del 2º obispo que rigió la diócesis de Cuenca, S. Julián.

Capilla última de la girola con una puerta central que sirve de entrada a la sacristía que en su parte superior se exhibe un excelente cuadro, “El convite del fariseo” obra de Miguel Manrique (también conocido por Miguel de Amberes), discípulo del pintor flamenco, Rubens.

En dicha capilla, entre otros cuadros, hay uno conocido por la “Aparición de la Virgen a San Julián obispo”, primera obra firmada del pintor conquense, Cristóbal García Salmerón.

En él se representan los últimos momentos de la vida del santo obispo quien creyendo que su muerte estaba próxima y cercana, ruega que le sean administradas los últimos sacramentos y para recibirlos de forma solemne viste de ceremonia propia de su dignidad episcopal por encima de una vestidura sencilla.

Se ve en la escena aproximarse a la Madre de Dios con una aureola resplandeciente y acompañada de ángeles y vírgenes.

Ante esta visión, S. Julián mejora de su doloroso estado de salud y se arrodilla ante la Virgen que le hace entrega de la palma, símbolo de santidad.

En la parte inferior izquierda está colocado un cestillo de mimbre sobre un especie de espuerta, objeto tradicional utilizado en la iconografía del santo, recuerdo de su amor a los más necesitados.

El cuadro dedicado a S. Julián está expuesto en la capilla de la catedral de Málaga gracias a un regalo que hizo el obispo de Cuenca y cabildo de su catedral, expresión de amor, cariño y solidaridad, por la terrible peste de carbunco y landres con secas y tabardillos que padeció la ciudad andaluza el año 1637. Según las crónicas 14.000 fallecidos cuando su número de habitantes eran 20.000.

En aquellos dramáticos meses la población se acogió a la intercesión para librarles del mal de sus patrones y mártires hispanorromanos, S. Ciriaco y Sta. Paula e igualmente del santo obispo S. Julián. Era creencia común que las epidemias se producían por un castigo divino a causa de los pecados y agravios de la gente.

El año 2017 estuvo expuesto en la sala de lectura del archivo municipal del Málaga un documento (27-9-1637) donde se refleja el acuerdo oficial de publicar la ansiada noticia de hacer saber el cese de la epidemia con el anuncio de una fiesta de carácter religioso con luminarias, en señal de alegría colectiva, fuegos y salvas de artillería.

Se recibió el lienzo en la iglesia catedral el 28 de enero (festividad de san Julián) de 1638, cuando la diócesis de Málaga era gobernada por el franciscano, Fray Antonio Enríquez de Porres que fue igualmente presidente del Consejo del Rey y predicador de su Real Capilla.

El obispo de Cuenca en aquel tiempo era, Enrique Pimentel (1623-1643), hijo natural del conde de Benavente (8º) que fue presentado por Felipe IV para obispo de Sevilla por sus grandes cualidades “pero se excusó con tanta humildad y modestia” en su deseo de continuar en Cuenca “una ciudad tan devota de su prelado” según carta que escribió al monarca quién aceptó la súplica y renuncia que le permitió regir la diócesis conquense hasta su muerte en Jábaga en 1643.

El autor del cuadro, Cristóbal García Salmerón nació en Cuenca hacia 1603, según el pintor y tratadista español, Antonio Palomino que aportó los primeros datos sobre la vida y obra del artista, con algunos errores que durante años han sido compartidos por críticos y expertos de arte.

Era hijo de Cristóbal García y Juana Salmerón. Estuvo casado con Juana Millán de buena posición económica al contraer matrimonio. El primer domicilio que tuvieron en la ciudad del Júcar y Huécar fue en la casa que ella proporcionó en la calle de la Higuera (actualmente General Santa Coloma). Después vivirían en la c/ San Juan.

Fue discípulo (no es seguro) del pintor murciano formado en Toledo y de gran fama Pedro de Orrente según expertos que han estudiado su obra con influencias de Vicente Carducho, Luís Tristán y Juan B. Maino.

Gran parte de su obra se encuentra en la catedral de Cuenca, ciudad donde gozó de un reconocido prestigio y bienestar económico. En la sala capitular puede contemplarse su obra del Apostolado, excepto la figura del Salvador y el apóstol S. Matías, realizados 130 años después por el pintor italiano, Pedro Páez, según datos que proporciona el canónigo, Jesús Bermejo en su libro “La catedral de Cuenca” quien informa, también, que esos cuadros fueron pintados por García Salmerón para el monumento del Jueves Santo de 1649.

También hay un cuadro suyo de buena calidad en la capilla de S. Juan y S. Antolín o de los marqueses de Moya, donde está la pila bautismal. Representa la predicación de S. Juan Bautista con un buen número de pequeñas figuras junto al Precursor.

En un momento de su vida, tomó la decisión de fijar su residencia en la capital de España, con más amplios horizontes de progreso y fama. Allí se conservan algunos cuadros pintados por él.

Merece destacar la tesis doctoral “Entre el olvido y la historia. Vida y obra del pintor barroco Cristóbal García Salmerón” (2021) de Sonia Casal Valencia de la Universidad de Santiago de Compostela que proporciona información y documentos importantes sobre el artista conquense. Valga como ejemplo que no falleció en 1666 como se venía aceptando, toda vez, que da cuenta de su testamento de 22-10-1673 realizado estando enfermo y en situación de pobreza con deudas acumuladas seguramente motivadas por su edad avanzada para la época cuando el trabajo creativo sería prácticamente inexistente.

Antes de concluir indicar, brevemente en relación con la catedral de Málaga que junto con el cuadro de S. Julián del pintor, García Salmerón hay dos órganos encargados al conquense Julián de la Orden Navarro (n. Barchín de Hoyo) por su reconocida fama y prestigio como fabricante de órganos, después de rechazar el obispo malagueño Molina Lario otras opciones. Era maestro organero de la catedral de Cuenca (s. XVIII) donde hizo los dos órganos y en un buen número de pueblos de la provincia y otras ciudades españolas.

El diseño de las cajas y decoración las realizó el turolense, José Martín (de Aldehuela) igualmente con una gran obra hecha en Cuenca y provincia, que perdura, durante los 20 años que aquí residió, en calidad de maestro de obras, constructor, veedor…, y donde conoció a Julián de la Orden.

Tan a gusto se encontró el organero conquense y satisfecho de su trabajo que solicitó al cabildo catedralicio malagueño que fuese nombrado maestro campanero y poder vivir en la torre con el placer y sensaciones agradables de escuchar los sonidos de los excelentes órganos. Allí vivió hasta su fallecimiento el 21-1-1974.

No quiero terminar, sería imperdonable para mí, al tratarse de la diócesis de Málaga sin recordar que Diego Ramírez, natural de Villaescusa de Haro, fue obispo de Málaga y después de Cuenca (1518-1537). “El Obispo de la Buena Memoria” o “El Bueno” como se le conoce se distinguió por su ciencia, buen juicio y las importantes obras que realizó y que merece un estudio amplio y detallado que escapa al motivo de este artículo.

 

Agosto 2021