¿POR QUÉ CALLE DEL AGUA?

Antonio Rodríguez Saiz


Sucede, a veces, que las denominaciones de nuevas calles por parte de las corporaciones municipales no encuentran eco deseado en la ciudadanía que continúan nombrándolas como hasta ese momento, debido, especialmente, al fuerte arraigo que tienen durante, incluso, siglos.

Algunos ejemplos existen en la ciudad de Cuenca, igualmente en otros lugares, que sería prolijo enumerar. Sirvan a título de recordatorio tres de ellas dedicadas a Severo Catalina, Odón de Buen y Fray Luís de León.

Tres importantes personajes que, indudablemente, merecen figurar en el callejero de la ciudad.

Severo Catalina, catedrático e importante político conquense a quien se le dedicó una calle en su ciudad de nacimiento el año 1896 pero de forma desafortunada porque desde hacía tiempo se conocía con el nombre de Pilares habiéndose adoptado, en su momento, de forma oficial que figure con ambos nombres.

 Odón de Buen tuvo desde 1913 a 1943 calle dedicada en Cuenca, antes y ahora es Tintes. Merece que se restituya ese reconocimiento, aunque en otro lugar diferente por razones obvias. Fue un catedrático y gran divulgador con éxito de nuestras bellezas naturales, especialmente de la Ciudad Encantada.

El tercer ejemplo es la calle dedicada al gran religioso agustino e importante poeta del Siglo de Oro español, Fray Luís de León, nacido en la histórica villa de Belmonte.

Durante siglos es conocida por calle del Agua y así se lee, algo llamativo, en dos de las tres placas colocadas para su identificación, solamente en dos, ¿por qué? ¿error? No lo sé.

Sucede con esta calle una coincidencia que da motivo a la creencia errónea que el nombre tiene su origen en las avenidas y riadas del río Huécar a su paso por la ciudad, inundándola en varias ocasiones por su proximidad al afluente del Huécar, haciéndola, en su momento, intransitable e inaccesible.

Riadas sorprendentes que causaron graves daños. Es muy recordada, por ser la más cercana en el tiempo, aquella del verano de 1947 (13 de agosto) que ocasionó destrozos en las calles, viviendas, enseres, huertas…, que alteraron la vida tranquila y pacífica de la población. A este suceso dediqué un artículo titulado, “El día que el río Huécar se salió de madre y anegó las calles”.

Verdaderamente se ha llamado calle del Agua porque discurría por ésta hace muchos años una corriente de agua procedente de la fuente existente en la Plaza Carretería de San Agustín (en la actualidad Plaza de la Constitución), así conocida por estar ahí el convento de frailes Agustinos Calzados (fundado en 1585) que fue sede del Cabildo Sacramental de San Nicolás de Tolentino, origen de la procesión del Viernes Santo (Camino del Calvario).

Cuando el conducto de salida del agua de la fuente se atascaba y se llegaba a taponar o se desbordaba por excedente de líquido y se salía de sus límites se inundaba la calle con dificultad para el tránsito normal de las personas y animales de carga, principalmente, por esta vía pública. En consecuencia, con el tiempo, sería conocida por la calle del Agua.

Llegó un momento que el Concejo de Cuenca tomó la decisión de solucionar este embarazoso y molesto problema. El 8 de octubre del año 1761 tiene lugar una sesión presidida por Juan Núñez del Nero y Portocarrero, Corregidor e Intendente General con asistencia de dos capitulares; el Procurador General, Antonio Morales Jaraba y el Síndico General del Común de Villa, Juan Bautista López. Dicha sesión se celebró en la casa del Corregidor donde también estaba el archivo municipal por encontrarse en construcción el edificio del Ayuntamiento que conocemos.

El Síndico General, que una de sus funciones era exponer las quejas y peticiones de los vecinos, propone ante el Concejo en uso de sus facultades la realización de un canal de piedra de sillería en la calle del Agua para resolver y dar solución adecuada a ese problema que se padecía. Se acuerda por unanimidad y ordena que sea pregonado en los sitios de la ciudad, según costumbre, por si hubiese alguien que mejorase lo acordado, que fue firmado por el Corregidor y Capitular más antiguo, Pedro de Avellaneda.

En aquella sesión del Concejo solamente se consideró un asunto más, mero trámite, que fue la aceptación del gasto por el riego de los árboles en el Campo de San Francisco así conocido este paraje por estar el Convento de San Francisco de Padres Observantes que le dio nombre. En esos terrenos ahora se encuentran la iglesia parroquial de San Esteban, la Diputación Provincial y otros.

Las rotulaciones de las calles ofrecen, desde siempre, un gran servicio público y muy importante, igualmente, para reconocimiento permanente a personajes, hechos históricos, parajes, lugares, etc. que merecen ser recordados. Muy importante, por ello es, acertar en la designación y así se evitarán problemas en el futuro como algunas veces suele acontecer.

 

Enero 2022