UN MAESTRO EJEMPLAR:

D. FRANCISCO RUIZ Y RUIZ

 

Antonio Rodríguez Sáiz - Cuenca, Diciembre 2017

 

 

“… gratitud para el hombre que por espacio de treinta años educó buena parte de la juventud de Cuenca” (Tomás Sierra)



 

Siempre he tenido un especial reconocimiento por aquellas personas sencillas y extraordinarias a la vez que no han pasado a la posteridad ni veremos sus nombres en las grandes enciclopedias del saber, antologías o libros de diversas materias, pero, que por sus actos y laboriosidad, figuraron en vida de forma sobresaliente y distinguida en la memoria colectiva del lugar donde convivieron y tuvieron sede sus destacadas actuaciones; unas veces en el campo de la enseñanza, sanidad, sacerdocio o en su trabajo diario de cualquier ocupación proyectándose por sus cualidades y méritos en beneficio de la sociedad.

No han sido ni lo serán estos tipos de personas propias de un territorio determinado, sino en cualquier sitio del globo terráqueo se dan ejemplos dignos de ser imitados.

No traspasarán en el caso concreto de Cuenca los límites más allá de los cerros de San Cristóbal, Rey de la Majestad o del Socorro y el latido del Júcar y sus tímidos afluentes.

Recuerdo, a propósito de lo dicho con anterioridad, siendo niño, cuando se celebraban las asambleas numerosas de las distintas cofradías en fase de reconstrucción, de la Semana Santa conquense en las Escuelas de Aguirre fundadas por el filántropo (por su amor a los semejantes), Lucas Aguirre y Juárez nacido en la C/ Alfonso VIII donde una lápida recuerda este hecho. En una de las aulas de las escuelas figuraba una placa de mármol en señal de reconocimiento y gratitud por parte de sus alumnos a un maestro por su gran labor en el campo de la educación. Deseaban sus discípulos que fuese un recuerdo permanente e indeleble “A D. Francisco Ruiz. MAESTRO Y AMIGO EN EL TEMPLO DE SUS ENSEÑANZAS”

Fue D. Francisco, maestro de las Escuelas de Aguirre a horcajadas de los últimos años del s. XIX y principios del siglo siguiente: “un hombre de excepción, modesto y comprensivo, de hondos afectos y parcas exteriorizaciones, finísimo intelectual, llano de expresión y de pensamiento, hermano en la emoción, amigo en el consejo y maestro en la doctrina. Llamábase  en vida D. FRANCISCO RUIZ Y RUIZ y tanto por su nombre como por su obra fue el ejemplo más vivo que yo he conocido de un hombre del pueblo elevado en amor a las más serenas religiones”. Así se manifestaba uno de sus alumnos, Tomás Sierra Rustarazo, al regresar de Argentina, donde había sido Cónsul de España, y encontrarse con la triste noticia del fallecimiento de su querido maestro D. Francisco quién había descubierto de niño sus aptitudes e inteligencia sentando las bases para forjarse una buena situación ante la vida, a través del sacrificio y esfuerzo, pagándose sus estudios en Derecho en la Universidad Central de Madrid y antes becado por el Ayuntamiento de Cuenca ciudad donde nació de familia humilde.

Había fallecido D. Francisco Ruiz y Ruiz, el 16 de febrero de1921 en la vivienda de las Escuelas Aguirre de Cuenca, a las 6 de la madrugada a consecuencia de una bronconeumonía aguda.

Propuso Sierra recordar la memoria del maestro Ruiz colocando en la fachada del edificio de las Escuelas de Aguirre de Cuenca una placa con el texto antes indicado. Tuvo una feliz acogida por parte de sus antiguos alumnos, un buen número de ellos de importante proyección en la ciudad.

Pero, antes de proseguir con los preliminares del homenaje quiero traer aquí otra afirmación sobre la personalidad de D. Francisco Ruiz aparecida en la prensa local varias décadas después de su fallecimiento en 1921 y que aportaba otros datos importantes sobre su quehacer docente y personalidad durante los 30 años de actuación educativa.

Se refería su alumno Basiliso Martínez que firmaba con el seudónimo de “el padre Martínez” a las salidas instructivas que hacía con sus alumnos, sacando el aula al campo y a la calle. Referencia clara de una escuela dinámica y activa que si hoy no sorprende, si lo era hace más de un siglo.

Se desplazaba con sus alumnos cargados de niveletas o jalones para señalizar las alineaciones como pequeños agrimensores, cadenas y banderines topográficos para sobre el terreno calcular en m2 las superficies de las parcelas de forma irregular y levantando planos de ellas.

Otras veces en las salidas campestres alrededor de Cuenca se hacía hincapié en el respeto a la naturaleza y a saber la antigüedad de los árboles, contando los anillos del centro hacia afuera que existen en el tronco.

Nos recordaba su alumno Basiliso que su maestro llevaba un fichero donde figuraban todos los alumnos que habían pasado por su aula y en él reflejaba y apuntaba el comportamiento, capacidades, aptitudes y su joven personalidad. Este fichero desapareció.

Junto a su brillante labor docente “El Maestro Cañete”, así se le llamaba en su círculo íntimo incluso por su padre y hermana, también se distinguió por su gran humanidad y sus obras sociales y de caridad.

Hasta el momento de su muerte, siempre fue cuidado por su hermana, soltera como él, que le sobrevivió sin medios económicos para vivir en solitario, motivo que llamó la atención en los ex-alumnos que solicitaban una ayuda a los patronos de Aguirre. Ignoro si fue atendida la petición que se reclamó en varias ocasiones.

Como detalle anecdótico  de D. Francisco Ruiz es que nunca admitió regalos, solamente aceptaba el día de su onomástica (4 de octubre) un cordero para celebrar con sus alumnos el día de su santo en la fuente del Canto, situada en la ladera del Cerro de Socorro, cercana al barrio de Tiradores Altos cuyos moradores frecuentaban para aprovisionarse de agua, así como el ganado que por allí pastaba.

Y aunque pueda pecar de pesado, no me sustraigo a reflejar los datos que figuran en la memoria del Inspector de Escuelas del año 1906 – Angel Lozano (AMC leg168-3 exp.8), como resultado de las distintas visitas efectuadas a su clase y al examen público de sus alumnos en presencia de un tribunal presidido por Jaime Fernández Castañeda y que al finalizar fue muy aplaudido y felicitado por el citado tribunal y el público que en gran número llenaba la sala donde se efectuó el examen, que como todos los años se hacía a punto de terminar el curso escolar.

Dice así el informe: “Está excelentemente organizado y la enseñanza de los niños que concurren puede calificarse de sobresaliente, pues estos poseen extensos conocimientos de las asignaturas del grado elemental y de algunas de ampliación. En el primer grado se observan bastantes adelantos y una buena organización escolar”

Se le concedió a D. Francisco Ruiz por ello un voto de gracias por el excelente estado en que se encuentra la enseñanza y su escuela. Algo que fue una constante en su dilatada vida dedicada a este noble quehacer.

En aquellos años, la plantilla de las Escuelas Aguirre de Cuenca estaba formada además por la maestra D. Matilde Serrano y como auxiliar Dª. Mercedes Hortelano Rodrigo (después tendría una dilatada y excelente dedicación como maestra en esta escuela, en total 56 años hasta su jubilación forzosa.

El sueldo de D. Francisco al final de su carrera docente era de 2050 pts anuales y al jubilarse quedó reducida en 1000 pts.

Aquella sentida idea impulsada por su antiguo alumno y abogado, Tomás Sierra (posteriormente diputado radical por Cuenca y Subsecretario de Comercio e Industria) tuvo como consecuencia lógica la constitución de una comisión formada por:

  • Miguel Pardo  - presidente
  • Ismael Medina – secretario
  • Jesús Merchante – tesorero
  • Basiliso Martínez – vocal

Dicha comisión solicitó a quienes habían sido sus alumnos que colaborasen con 2 pts cada uno para la realización de la placa conmemorativa donde se iba a esculpir su nombre y con ello el homenaje a su memoria.

 La lápida fue idea y proyecto del joven escultor conquense (natural de Fuentelespino de Moya), tan ligado a nuestra Semana Santa, Luis Marco Pérez, que por aquel tiempo estaba trabajando en su obra “El alma de Castilla es el silencio” que sería  premiada con la 3ª medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes.

Su ejecución en mármol blanco fue obra del acreditado y reconocido Taller de Mármoles de Jesús Martínez situado en la calle Carrillo de Albornoz nº2 de Cuenca. Llevaba el busto del insigne pedagogo, las fechas 1892-1921 y el texto  “A D.FRANCISCO RUIZ MAESTRO Y AMIGO EN EL TEMPLO DE SUS ENSEÑANZAS SUS DISCIPULOS”

Esta lápida bien ejecutada en el taller de Jesús Martínez, como ha dicho anteriormente tuvo desde el principio el beneplácito de los conquenses “obra artística que ha sido muy alabada por todos los que asistieron al acto”, comentario que se recoge en El Día de Cuenca el día del descubrimiento de la misma.

Previamente a la inauguración, en el pleno del Ayuntamiento del 28 de mayo de 1922 se informó a los ediles presentes de una solicitud enviada por el Patronato Aguirre de Cuenca para poder instalar la lápida en el interior del edificio de las Escuelas como homenaje al que fue maestro en ellas durante tres décadas y así se acordó.

Como puede observarse sobre la idea inicial se había cambiado el lugar de su instalación pensado, en un principio, que fuese  la fachada principal que da a la calle que desde 1876 lleva el nombre del benefactor conquense Lucas Aguirre, y definitivamente se colocó en el aula que durante tantos años propagó su saber y amor a sus discípulos, este ejemplar maestro nacido en Iniesta, en plena Manchuela conquense.

En la actualidad ese espacio está ocupado por la biblioteca infantil del rehabilitado Centro Cultural Aguirre.

El solemne acto del descubrimiento de la lápida tuvo efecto el domingo 4 de junio de 1922 a las 11 de la mañana presidido por Lisardo Villarejo de Frías, nombrado recientemente gobernador civil de la provincia, Cayo Chamón párroco de San Esteban en representación del Obispo Cruz Laplana y Laguna, que había hecho su entrada en Cuenca hacía menos de dos meses sucediendo al fallecido prelado Sanguesa. Un gran número de autoridades, antiguos alumnos y público llenaba el aula, donde se respiraba un clima de cariño y respeto hacia la figura del admirable maestro.

La lápida fue descubierta por dos niños de las Escuelas Aguirre cuyos nombres eran José Calvo y Mariana García.

Fueron varios los intervinientes que hicieron uso de la palabra: el gobernador civil, el párroco de San Esteban y D. Jaime Fernandez Castañeda, director del Instituto General y Técnico. Por su parte y en representación de los alumnos de D. Francisco Ruiz lo hizo el impulsor del homenaje Tomás Sierra Rustarazo “pronunciando frases muy sentidas sobre la vida del gran maestro que tanto amó a sus discípulos”.

Cerró el acto el catedrático de la Escuela Normal y concejal, Rodolfo Llopis Ferrándiz que centró su intervención en la labor que deben realizar quienes se dedican a la enseñanza. Tuvo también Llopis un recuerdo del fundador de las Escuelas, D.Lucas Aguirre y Juárez.

Por espacio de unos 75 años, estuvo presente y expuesta la lápida en el aula que recordaba al “maestro Cañete”, nombre cariñoso pronunciado por sus íntimos, como he dicho anteriormente. Pero un día, con motivo de la reforma y rehabilitación del famoso edificio inaugurado el último día de noviembre de 1886, esta lápida que tantos recuerdos traía a los conquenses despareció víctima de quienes estaban llamados a conservar el patrimonio por modesto que este fuese y siguió el camino de otras perdidas del Patronato de Aguirre que fue una constante desde el mismo momento de la apertura del ejemplar testamento del filántropo conquense, cuya lectura recomiendo por su interés a quienes aún no lo han hecho.

            Menos mal que al menos el edificio lleva el nombre de Centro Cultural Aguirre.

NOTA: Enterrado en el Cementerio "Santísimo Cristo del Perdón" de la ciudad de Cuenca donde consta qque fue inhumado en departamento católico, en perpetua, grupo B nº 18. Día 18 de febrero de 1921.