Antonio Rodríguez Saiz
...hombre de fe, hombre de Dios, sin sosiego y reposo para su pluma
En aquella época sus escritos y publicaciones llamaban mi atención y advertían de su conocimiento y saber, especialmente sobre temas conquenses o relacionados con nuestra tierra, rica en acontecimientos y personajes históricos con presencia y acción de la Iglesia a través de los siglos.
Por ello, un día, a principios de la década de los ochenta procuré una entrevista con D. Dimas Pérez Ramírez, archivero diocesano de Cuenca, para conversar y tener con él una comunicación amistosa relacionada con la cultura en nuestra recién estrenada preautonomía castellano-manchega, así como de la historia testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente y advertencia de lo porvenir, como diría Cervantes.
Confieso que fue una conversación muy interesante donde me hizo una serie de reflexiones, sugerencias y juicios oportunos y acertados que valoré muy especialmente, preludio de otros encuentros e inicio de un sincero afecto que afortunadamente perdura.
A lo largo de este ya dilatado espacio de tiempo he podido apreciar la permanente e inalterable vocación y trabajo sacerdotal de D. Dimas Pérez quien ha sabido conjugar especialmente con su ardua tarea de investigador que vive la historia y el arte desde su profunda e inalterable fe, utilizando el talento que Dios le concedió, consecuentemente con sus ideas: hombre de fe, hombre de Dios, sin sosiego y reposo para su pluma.
Recuerdo los numerosos viajes y rutas de ambos acompañados a veces por Javier Triguero Cordente, eficaz auxiliar del archivo diocesano, y a Fray Alfredo Fuente, monje en la paz de Silos por la amplia geografía conquense, muy especialmente en su época de Delegado Diocesano del Patrimonio Cultural donde he aprendido a conocer mejor nuestra tierra y por ende a conocerla más y mejor, con su forma de vivir la historia y el arte.
Viajes al monasterio de Monsalud junto a la villa de Córcoles (en territorio de la antigua diócesis), tierras de la Orden y el Marquesado, Beteta bajo el castillo de Rochafría, la ciudad de Huete y la Alcarria, Manchuela Campichuelo con su arquitectura de la repoblación, Priego y su tierra del Escabas, Belmonte y Villaescusa de Haro, Garcimuñoz, Moya cabeza de un gran territorio, Uclés, Segóbriga y por supuesto Tarancón (siempre presente en su hijo predilecto), cargados de historia y llenos de ella cuyo objeto es el hombre siguiendo el proceso dinámico y temporal con el arte indisoluble con la persona, cuyo fin es la belleza alzándose en el camino del hombre y el universo, reflejo del espíritu que define y anima a una era.
Me llena de satisfacción, por un lado como conquense de nacimiento y amor que un paisano como D. Dimas de precisión en el método, rigurosa información de las fuentes, unido a su esfuerzo, estudio y trabajo beneficie a nuestra provincia conquense, y de otra que con su presencia junto a él en múltiples ocasiones me haya reconfortado y enseñado a mejorar el conocimiento de la historia y el arte, naturaleza, función del papel que ha desempeñado en la vida de nuestros antepasados haciéndome con alegría y sinceridad unirme a su merecido homenaje con motivo del cincuenta aniversario de su ordenación sacerdotal y primera misa celebrada en Tarancón, cuando su fe afortunadamente se mantiene siempre igual y su capacidad de trabajo y mente lúcida y penetrante, nos sigue indicando que aún recibiremos de él sus excelentes conocimientos.
Boletín de la Real Academia Conquense de Artes y Letras Nº 1 - Septiembre 1999
Antonio Rodríguez Saiz