EL GENERAL NARVAEZ, COMANDANTE MILITAR DE CUENCA Y LOS PRESOS POBRES

Antonio Rodríguez Saiz - agosto 2020

 

En alguna ocasión me he referido a la llegada y residencia entre nosotros de personas, especialmente de la Administración Central, que pasado el tiempo serían figuras importantes en la enseñanza, ciencias, artes, milicia, iglesia, etc.

Al ser Cuenca - escribía - provincia cercana a Madrid, en un estado centralista, han sido abundantes los casos que por no poder alcanzar su deseo de ser destinado en la capital de España, para prestar sus servicios optaban por ciudades confinantes o limítrofes, Cuenca entre ellas, en espera del codiciado destino. Eran entonces, frecuentemente, personas que no habían demostrado, por su juventud principalmente, todas las capacidades y aptitudes que albergaban. Algunos casos, con el billete de ida y vuelta pensado, encontraron acomodo perdurable en la capital del Júcar.

No es exactamente así el caso del general Ramón Mª Narváez y Campos (1800-1868) conocido por “El Espadón de Loja” pero, si es cierto que estuvo destinado en Cuenca en el cargo de Comandante Militar, un corto periodo de tiempo; venía ya precedido de cierta fama, no precisamente de reaccionario, al haber combatido con éxito contra los absolutistas. Estaba reciente su actuación en Mendigorría (1835) y más aún en Arlabán (1836).

Por ser conocida su amplía biografía (fácil de llegar a ella) con críticas a su forma de actuar, temperamento violento, soberbia, leyendas incluidas en múltiples estudios y trabajos sobre su figura o la España de la época, me referiré solamente a un documento desconocido por la mayoría, que acredita su estancia en la ciudad de Cuenca, aunque fuese por breve tiempo. Probablemente un destierro por desavenencias y oposición al general Espartero, quien sería su permanente enemigo, con total desprecio y odio hacia él.

No es un documento de relevancia, pero que sirve para demostrar su destino en Cuenca.

Se conserva en el Archivo Municipal de Cuenca (leg 1441- exp 1-4) fechado el 16-2-1837, lleva la firma de Ramón Mª Narváez en calidad de Comandante Militar y es contestación a otro del alcalde, Luis Piñango en petición de ayuda. Dice así:

  “He dado las órdenes correspondientes para que a las ocho del día de mañana se presenten en la Secretaría del YlustreAyuntº los cuatro presos que VV.SS solicitan para trabajar en el empedrado de las calles.

Nada será más grato para mí que el tener ocasión en que manifestar al Ayuntº Constitucional de la Ciudad de Cuenca la alta consideración que me merece”

En el margen izquierdo del escrito figura una nota, sobre acuerdo del Ayuntamiento para que se dé las gracias y efectivamente lo hace en estos términos, dos días después el alcalde, Luis Piñango y Montón

 “Este Ayuntamiento ha recibido el atento oficio de V.E. por el que manifiesta haber dado sus órdenes para que los presos que había solicitado trabajar en el empedrado de las calles por cuya disposición y deseo que V.E. manifiesta a favor de este Ayuntamiento le tributa las más cordiales y especiales gracias asegurándole se halla poseído de iguales afectos y que siempre le encontraría dispuesto a todo cuanto sea en obsequio de V.E. seguro merecerá su decisión y Patriotismo por la Justa Causa Nacional”.

A propósito de los presos pobres recluidos en la cárcel de Cuenca el año que se comenta (1837) figura igualmente en el legajo arriba indicado un estremecedor escrito del alcayde, encargado de la  guarda y custodia de la Cárcel Nacional de Cuenca, Andrés Zarzo donde informa que “para el día de mañana no hay dinero alguno para el socorro de los presos pobres, que por su indigencia necesitan absolutamente ser socorridos con la Dotación Carcelaria para poder alimentarse algún tanto y no fallecer de hambre y aún en este día se hubieran quedado muchos sin comer a no haber adelantado de su bolsillo cuarenta y seis reales y medio el Sr. Juez interino de 1ª Ynstancia para completar la dotación de los cuarenta y nueve presos que le tienen concedida”

Se lo enviaba el alcayde al jefe político de la provincia de Cuenca, Fernando Mª de Rosales con el fin de que pueda “disponer algún arbitrio para que no queden los mencionados presos sin socorro”. Dejo constancia que Narváez ya no estaba en la ciudad ni ostentaba aquí ningún cargo.

Ante la gravedad de la situación carcelaria , la primera autoridad provincial remitió el escrito al día siguiente al Ayuntamiento Constitucional de la capital para que éste dispusiese con esa misma fecha el socorro a los presos y con toda celeridad se dio la orden de librar 1165 reales del dinero que se custodiaba en el arca de las tres llaves.

No debía ser esta la única ocasión de extrema necesidad que padecieron los denominados presos pobres en la ciudad. Está escrito que el entonces obispo leones que por aquel tiempo regía la diócesis (1827-1841) Jacinto Ramón Rodríguez Rico, socorrió a los reclusos más menesterosos y en una ocasión con 4.000 duros. Se distinguió por la práctica de la caridad.

Estaba situada la cárcel en los sótanos de la Casa del Corregidor en la calle de la Correduría (actualmente c/Alfonso VIII nº85). Tenía su entrada o acceso a ella por la parte posterior del edificio en la calle Santa Catalina, aunque en la entrada principal de la casas una de las dos escaleras, la más estrecha y reducida llegaba a los sótanos de la cárcel. Si observamos el dibujo de A. van den Wyngaerde (1565) ya figura en él con el nombre de “el prison”.

Con motivo de las obras previas para su rehabilitación se descubrieron inscripciones antiguas, cadenas, grilletes, así como restos de un arco de sillería (¿antiguo acceso a este edificio?),” un hogar con chimenea para la cocina o el cuerpo de guardia de la prisión, y dos salas abovedadas, húmedas, sin luz ni ventilación, desconocidas hasta esta actuación usadas como celdas” según el Consorcio de Cuenca. Algo que me sobrecogió extraordinariamente cuando lo visite pero, sin duda, descubrimiento muy interesante que incrementará su aspecto histórico y cultural.

Para concluir señalar que el célebre militar, general Narváez que fue todo en la política española (el más importante del partido moderado), treinta y siete años después de su estancia en Cuenca, en calidad de Comandante General que en esta cárcel estuvieron presos liberales conquenses que fueron hecho prisioneros durante el asedio y toma de la ciudad por los carlistas en julio de 1874, días después del fallecimiento (27-6-1874) en la batalla de Monte Muro (cerca de Abarruza) del marqués del Duero, de nombre Manuel de la Concha e Irigoyen, militar y político de prestigio que también fue Comandante General de Cuenca (y Guadalajara) el año 1841.