AL GRITO DE ¡LIBERTAD Y CONSTITUCION!, SE DEFIENDE CUENCA

Antonio Rodríguez Saiz - Junio 2018 -

Fue el primer día del año 1820 cuando el teniente coronel, Rafael de Riego al mando del ejército expedicionario, preparado para hacerse a la mar en Cádiz con destino al Nuevo Mundo para sofocar el movimiento independentista, se alzó en armas en Cabezas de San Juan y se obligó al rey Fernando VII  a restablecer  la Constitución de 1812. Firmó el famoso Manifiesto en el Palacio de Madrid el 10 de marzo de 1820: “Marchemos francamente y yo el primero, por la senda constitucional; mostrando á la Europa un modelo de sabiduría, orden y perfecta moderación…”. Todo con nulo interés del monarca para colaborar

Comenzaba así, en medio de un horizonte de crisis y pobreza, el periodo conocido en la historia de España con el nombre de “Trienio Liberal” (1820-1823) celebrado en Cuenca, por los liberales residentes, con un gran jolgorio y banquete en la Plaza Mayor con grandes expresiones de alegría y posterior desfile desde este punto emblemático de la capital por las calles de Correduría (Alfonso VIII), Cordoneros (Andrés de Cabrera), San Juan, Puente de la Trinidad hasta su llegada a Carretería entonando  himnos y canticos: “Trágala Perro”, “Narizotas”, “El lairón”, “El que quiera ser liberal que aprenda” y el “Himno de Riego”.

Las Cortes de este periodo liberal recobraron la participación política, hubo recuperación de la libertad de reunión y asociación, nueva abolición de la inquisición, se permitió la exclaustración de frailes, desamortización de sus bienes y la necesidad de exhibir los títulos que se tenían en propiedad y de los señoríos. El “Trienio Liberal” supuso una breve recuperación de la cultura e información.

Ya en 1922 se intensificaron, contra lo que significaba este periodo, ataques de grupos de gente armada por España, con cierta frecuencia; la provincia de Cuenca no sería ajena a ello. Soportaría ataques y arremetidas llevadas a cabo por un personaje aventurero y voltario, originario de Francia: Jorge Bessieres Guillón, que al verificar sus acciones militares en España muestra una hoja de servicios, más que desconcertante: combatió, en principio, con el ejercito de Napoleón hasta que se cambió al ejército español; después seria cabecilla de un pronunciamiento republicano, sin éxito en la capital catalana (1821), indultado de la pena de muerte; participó en la Restauración absolutista en 1823. Autentica pesadilla y preocupación grave para la pacifica población conquense, especialmente de la comarca de la Alcarria y la capital.

Sobre el suceso más destacado del principal acoso y hostigamiento a Cuenca, por parte de Bessieres, existe en el Archivo Municipal de Cuenca una copia del testimonio escrito que con fecha 4 de mayo de 1823 el Comandante Militar de la Provincia dirige a su superior, Andrés Burriel de Casamayor, Capitán General de Castilla la Nueva y que este alto mando de la  milicia remitió, años después, una copia para su archivo en Cuenca y así quedase constancia para generaciones futuras. Y, aquí se conserva.

Gracias a esta copia, escrita con buena caligrafía, por el militar Burriel se puede tener una  idea clara y conocimiento de los hechos ocurridos en la ciudad al finalizar el “Trienio Liberal” y que tienen su interés histórico por “los Patriotas que han concurrido a tan gloriosa defensa”, como así se lee.

Vayamos a los hechos. Por parte de Bessieres (en el escrito figura Besieres) se hizo un intento temerario arremetiendo con ímpetu contra la ciudad en la tarde del día 29 de abril, año 1923 llegando hasta el arrabal de Carretería, fuera del recinto de la ciudad, itinerario en la época utilizado para trafico de carros y carretas con mercancías de distinta naturaleza. Rápidamente fue “contestado por los Valientes Patriotas que a la aproximación de Besieres volaron a las Puertas y Parapetos en número de cuatrocientos, inclusos treinta hombres procedentes de los Destacamentos del infante Dn Antonio y Calatrava, ciento cincuenta Quintos, base del Batallón naciente de Cazadores de Cuenca y una corta Sección de Voluntarios Nacionales por hallarse los demás filiados en el expresado Batallón”.

Actuaban los Voluntarios Nacionales, uno en cada provincia durante el “Trienio Liberal”, contra los movimientos y altercados absolutistas. Era un cuerpo armado y uniformado en defensa del régimen liberal, creados para velar por el orden público y político. A ellos había que añadir en la defensa de Cuenca algunos Voluntarios Nacionales de pueblos de la provincia que vinieron en ayuda, especialmente de las localidades de Buenache de Alarcón y Villar de Domingo García, “que manifestaron tanta decisión por la causa de la libertad como los de esta ciudad”, según informara el Comandante General de la Provincia.

Tendrían que transcurrir mas de veinticuatro horas para que, el ultimo día del mes de abril por la noche, se incrementase el fuego de los asaltantes que se mantuvo largo tiempo y constante, con más intensidad el primero de mayo, cuando las tropas de Bessieres atacaron por diferentes puntos estratégicos a Cuenca que sufrió su más peligrosa intimidación y miedo al aproximarse por la Puerta del Postigo, situada al inicio de la calle de las Tablas (hoy González Francés) hasta su demolición por ruina en 1890. En este lugar hizo acto de presencia el máximo responsable de la defensa reforzando y engrosando con varias fuerzas la entrada y alrededores de la conocida Puerta del Postigo, por si se generaba un ataque poder así repeler y rechazar la invasión de las tropas absolutistas. Suceso que, afortunadamente, no ocurrió ni tampoco en otros lugares por la resistencia y fortalezas ofrecidas, aunque no fue obstáculo para que continuasen los disparos, con más intensidad la noche del día 2, favorecidos por la oscuridad.

Continua el informe diciendo que quien dirigía la defensa tuvo una información secreta y confidencial, en el sentido que en un punto determinado de Carretería se estaba fabricando, por los soldados del cabecilla Bessieres, un cañón de madera -¡Cierto! Así se dice-, destinado para destruir una de las puertas de la muralla y abrir de esta forma camino para traspasarla e irrumpir en el recinto amurallado de ella. Indicio y señal que apuntaba a un ataque inminente, por parte de los facciosos, aumentándose por ello los efectivos, al amanecer del día 3, cuando la ciudad conquense se disponía a celebrar la Fiesta de la Cruz de Mayo como se hacía desde antiguo.

Sorprendentemente las tropas, dispuestas para el asalto a Cuenca, cesaron el fuego. No cabe duda, consecuencia de las dificultades encontradas al comprobar cómo los ciudadanos conquenses estaban dispuestos a defenderse bravamente, igual que habían hecho en todo momento; añadido a ello la comprobación y perdida de toda esperanza en la llegada de refuerzos para su ayuda.

En esta situación estaban cuando columbraron la llegada de tropas. Era el Teniente Coronel Víctor Sierra y Abelló (llegaría a ser máximo grado en el ejercito) con el escuadrón – unidad militar de Caballería- de Alcántara y una compañía franca organizada en la capital de España, que venían en ayuda de los defensores de la ciudad.

Los mandos militares de la defensa examinaron las afueras de la capital y efectivamente comprobaron que Bessieres y sus hombres se habían retirado y dejado abandonado el cañón construido, que fue recogido e introducido dentro del núcleo urbano, con gritos de alegría y vivas a la Constitución.

Fueron días de alarma y pesar, contristada la población, donde también cabe resaltar el comportamiento y actuación de las autoridades civiles: Jefe Político, Agustín Almendariz, alcalde, algunos diputados provinciales y concejales en permanente vigía desde una torre de la catedral, que resultó de gran eficacia.

A los defensores de Cuenca se les había suministrado dos comidas en caliente diarias y una almuerzo de campaña al amanecer. A tal efecto se había formado, para suministro de víveres, una comisión presidida por el Intendente de la provincia, Felipe Montes y Rey (honorario del ejército). Tenía este alto funcionario amplios poderes para el desempeño de su cargo, con nombramiento del monarca. Su misión principal era fomentar la economía y salvaguardar la real hacienda.

Por otra parte el obispo de la diócesis, Ramón Falcón y Salcedo envió al hospital militar comida para heridos y necesitados de asistencia médica; en igual sentido amplió esta ayuda para las autoridades que en estos días estaban reunidos permanentemente en la Casa Consistorial.

Una vez expuesto estos acontecimientos ocurridos durante el asedio, el Comandante Militar hizo una mención al comportamiento ejemplar que habían tenido vecinos, empleados, militares retirados e incluso algunos clérigos importantes.

En cuanto al número de fallecidos se nos cuenta que por parte de las tropas absolutistas hubo un oficial malherido que falleció en el hospital militar, que según un historiador local de la época fue la causa de la muerte las heridas en un muslo  cuando estaba junto al edificio de Palafox. Por parte de los defensores, perdió la vida un soldado del Destacamento de Calatrava y dos mujeres fueron heridas cuando se encontraban en las ventanas de sus respectivas viviendas; no pudiendo calcular las perdidas atacantes por la cautela que tuvieron en ocultar sus muertos y retirar a sus heridos.

Mientras estos sucesos ocurrían en nuestra capital el Duque de Angulema recorría ya España con los llamados “Cien mil hijos de San Luis” (eran 132.000 franceses) y hacen su entrada en Madrid el día 23 de mayo sin que los liberales pudieran refrenarlos. Un día después comenzó la crueldad contra los liberales  con brutales represiones y fiereza.

El 1 de octubre de 1823 Fernando VII firma el decreto declarando nulo y sin valor los actos del gobierno del “Trienio Liberal” con los consiguientes, daños, venganzas y el camino del exilio para muchos.

En España comenzaba la llamada “Década Ominosa”.

En cuanto a Cuenca, con el triunfo absolutista, volvió al principio del verano (1823), de nuevo Bessieres a la ciudad con una dotación de 3.000 hombres. Hizo su entrada esta vez  sin ninguna dificultad o contrariedad que lo impidiese.

La población no ofreció resistencia y según la Crónica de la Provincia de Cuenca (1869) de Pedro Pruneda, recibiendo los liberales desprecios y castigos corporales . Por la intercesión del prelado, Falcón y Salcedo, se perdonaron vidas.

El canónigo Tifón Muñoz y Soliva cuenta y es mas creíble que en otros episodios, porque los vivió (Historia de Cuenca, tomo II) que Jorge Bessieres fue huésped del obispo y gracias  a su mediación se quitó la horca que había ordenado colocar en el Campo de San Francisco, arrabal de Cuenca, donde hoy está la iglesia de San Esteban, Diputación Provincial y Centro Cultural Aguirre, entre otros. Nos recuerda el célebre canónigo que los edificios de La Inquisición (hoy Archivo Histórico Provincial) y convento de carmelitas (actualmente Fundación Antonio Pérez) fueron convertidos en cárceles que estaban llenas de liberales. Solamente se reseña tres muertes de facciosos: dos fusilados por Bessieres por delitos de violación en el Campo de San Francisco y un calatravo.

Jorge Bessieres, que tanto hizo sufrir a Cuenca, restablecido el absolutismo encabezó posteriormente un pronunciamiento, alzándose en rebelión ultraderechista y fue hecho prisionero (23-8-1825) en el pueblo conquense de Zafrilla y fusilado tres días después con siete miembros de su milicia en Molina de Aragón.

Había escalado los más altos cargos de la milicia. En el membrete que encabezaba sus escritos se leía:

DON JORGE BESSIERES, Caballero de la Real y Militar Orden de Dan Hermenegildo, condecorado con varias Cruces de distinción por diferentes acciones de Campaña; Mariscal de Campo de los Reales Ejércitos, y Comandante General de la División creada por si para rescatar al Rey nuestro Señor, y restablecerle en la plenitud de sus soberanos derechos &c.

Figura militar calificada por los liberales, “un aventurero sin escrúpulos”  y por los absolutistas “una leyenda”.

Triste reinado, en conclusión, que también afectó a Cuenca, de Fernando VII “El Deseado”, “Rey Felón”, “El Narizotas”… como así lo definieron.