EXTRANJEROS EN LA CIUDAD

Antonio Rodríguez Saiz

 

 El canónigo y maestrescuela de la catedral de Cuenca, Sebastián de Covarrubias y Horozco en su célebre “Tesoro de la Lengua Castellana o Española (1611) definía al extranjero como “El que extraño de aquella tierra donde está”. Circunstancia que puede suceder de forma transitoria o estable, originada por situaciones económicas, sociales, políticas, catástrofes, guerras, etc…

Todo lo anterior viene a propósito de un oficio del Gobierno Político de la Provincia de Cuenca firmado el 24-04-1837 por el gobernador, Pantaleón de Galilea dirigido al alcalde 1º Constitucional de la ciudad donde le urge rapidez a lo solicitado. Dice así (AMC Legajo – 1441-exp. 1-4):

“Para cumplir con una Real Orden comunicada a este Gobierno Político en 20 de diciembre próximo pasado y reiterada en 18 del actual se hace indispensable que V. me pase en el preciso término de tercero día una relación nominal de los extranjeros estando en esta Capital, ya se hallen avecindados, o ya sean transeúntes”.

En el comunicado, como puede observarse, se apremia al primer regidor de la capital a cumplir y compeler, después de cuatro veces, inmediatamente con lo ordenado. Así lo hizo con la prontitud exigida por el jefe superior nombrado por el rey.

La contestación fueron dos relaciones sucintas y breves porque el número de extranjeros y ambulantes que estaban empadronados en la ciudad era un número escaso.

En la primera de ellas, 28 del mismo mes, firmada por el alcalde, Joaquín María Zarco, figuraban avecindados cinco extranjeros procedentes de Francia (2), Italia (1), Suiza que aún no era estado federal (2). Todos varones.

En la segunda, de 29 igualmente del mes de abril, que firmaba Juan del Rincón, eran cuatro los nombres que aparecían de Portugal (1), Francia (1), Nápoles, estado independiente (1) y Montibideo (1).

Solamente aparece una mujer, Isabel González, procedente de Montibideo (debe referirse a la capital de Uruguay en América del Sur) y un ambulante de nacionalidad francesa.

A la vista de lo indicado, es evidente e innegable que el número de extranjeros residentes en Cuenca el año 1837 era de nueve personas. Un número escaso, en una población exigua con la mayor parte de ella jornaleros y artesanos.

Cuenca no tenía ningún aliciente ni atractivo para venir y más  desde el extranjero a establecerse en la ciudad que había perdido el vigor presente en épocas  precedentes y aislada de itinerarios importantes. Sirva, como ejemplo, el dato que aporta Madoz en su conocido diccionario publicado por aquellos años en el sentido que un viaje desde la capital del Reino a Cuenca duraba dos días en diligencia.

No era este el único dato en contra y puede añadirse que seguía sufriendo los desmanes ocasionados por las tropas napoleónicas al principio del siglo XIX; parecía y se hacían sentir los efectos de la primera guerra carlista (1833-1840) con pérdidas humanas y económicas e ítem más la epidemia del cólera (1834) que colmó de pánico y muerte a la capital con descenso del número de habitantes que según el padrón de 1840 era de 5.738.

La prensa local no ayuda a enriquecer con noticias este tiempo puesto que “El centinela de Cuenca” periódico que apareció en 1837 solamente duró los dos primeros meses del año, y desapareció por falta de medios y posibilidades económicas.

 

Mayo 2021