Correr vaquillas, una forma de festejar fechas importantes

Antonio RODRÍGUEZ SAIZ

 

Grande fue el regocijo y alegría de los conquenses, cuando aquel día Juan Martínez, pregonero público, voceaba y anunciaba por las plazuelas y calles, el acuerdo al que habían llegado el obispo Rodrigo de Castro, nombrado días antes arzobispo de Sevilla (hermano uterino de otro anterior obispo conquense), el Cabildo Catedralicio y regimiento de Cuenca. En verdad que fue un acontecimiento importante, diríase el espaldarazo a un hecho perviviente de siglos atrás y que se ha sabido conservar y arraigar profundamente en la ilusión de todos los conquenses.

Hablar de la vaquilla de San Mateo es, en el mayor de los casos, algo ya sabido, reiterado en multitud de ocasiones. Pero no se agota el tema de esta entrañable fiesta popular, la más esperada y ansiada de todas las que se celebran a lo largo del año.

Curiosamente, las corridas de vaquillas no merecieron la atención de los fotógrafos antiguos, de forma que apenas si hay imágenes gráficas de una costumbre tan arraigada en los conquenses y de la que aquí ofrecemos algunas muestras contemporáneas. (Fotos Ramón Herráiz)

 

Y, siendo así, me parece curioso traer a estas páginas el recuerdo de aquel año de 1869 donde, por vez primera, las vaquillas de San Mateo se corrieron, también el veintinueve de septiembre, ocho días después pero no en honor de San Miguel cuya festividad se celebra ese día, sino por otro motivo relacionado con el acontecer histórico español. Por ello el ayuntamiento de la ciudad, que aún no llegaba a ocho mil habitantes, el 15 de septiembre de aquel año tomaba la decisión que “con objeto de conmemorar con la posible solemnidad la conquista de Cuenca verificada por el Rey don Alfonso VIII en el día de San Mateo cuyo aniversario es el día veintiuno del corriente mes, y con tal ocasión el del glorioso triunfo de la revolución de septiembre en el día veintinueve del actual acordó el Ayuntamiento, que como festejos, y para esparcimiento y regocijo del público se corran en la Plaza Mayor dos vaquillas enmaromadas, las tardes del veinte y veintiuno, conservándolas después para verificarlo también la del veintinueve, en cuyo día, y al terminarse la fiesta se entregarán como regalo a los Voluntarios de la Libertad para que las utilicen en su provecho, como estimen conveniente. Que en la noche de la víspera de uno y otro día se iluminen las fachadas de la Casa Consistorial; que se invite a la música del batallón de la fuerza ciudadana para que concurra a tocar en los tres expresados días en la galería que da a la Plaza Mayor y de no verificarlo por cualquier motivo, se reclame la del establecimiento provincial de Beneficencia y que así los gastos que ocasionen la adquisición de las dos vacas para lo cual se dio ocasión a los señores concejales Eusebio Sierra y Pedro Sánchez Pinedo como los demás que se ocurran, se satisfagan con cargo al crédito que resulta autorizado para festejos en el presupuesto corriente". Tuvieron, pues, en aquel año nuestros antepasados un día más de vaquilla de lo acostumbrado y espaciado, para así conmemorar el primer aniversario que destronó a Isabel II, después de treinta y dos años de reinado “en obsequio de la población proporcionándole de esta manera júbilo y expansión en público alarde del verdadero entusiasmo con que asociándose la corporación municipal a sus nobles y patrióticos sentimientos recuerde la fecha de tan importante acontecimiento para el pueblo liberal que ansiaba la prosperidad de nuestra patria regenerada". Era la época dentro del período revolucionario en que el gobierno provisional y regencia de Serrano, duque de la Torre, había dado paso en junio al general Prim, quien había tomado la presidencia del gobierno y del ministerio de la Guerra. Pero no sólo fueron la corrida de vaquillas enmaromadas los actos y festejos de aquel día, sino que fueron acompañados de otros, algunos corrientes y al uso de la época, como el anuncio de la fiesta a las seis de la madrugada, repetido doce horas después con repique y volteo de campanas.

EL BATALLÓN DE VOLUNTARIOS DE LA LIBERTAD

Estaba formado en Cuenca desde finales del año anterior el Batallón de Voluntarios de la Libertad cuya constitución había resuelto el Ayuntamiento siguiendo las normas de un decreto del ministro de la Gobernación y lo formaban vecinos de la ciudad mayores de veinte años a excepción de "'los que fueran de malas costumbres y fama reprobable, tanto por escándalos, como la embriaguez, la vagancia y otros que ofendan a la moral" y, obviamente se excluían de formar parte a los que habían hecho manifestaciones en contra de la soberanía de la Nación, sus poderes o que hubiesen utilizado las armas contra ella.

Para la organización de esta fuerza acordó la corporación local dividir la ciudad en tres distritos: de Arriba, del Centro y de Abajo.

En un principio estaba formada por el comandante primer jefe Arribas, un segundo jefe Ramón Mochales y tres capitanes, uno por cada compañía, que fueron elegidos, democráticamente, por todos los componentes de esta milicia.

Este batallón de voluntarios, donde militaban gentes de todas clases sociales formaban el 29 de septiembre en columna de honor a las diez de la mañana en la Plaza Mayor donde el alcalde, Valentín Montero, (que había sustituido , un año antes, al frente del Ayuntamiento a Juan Cuesta, el mismo día que la reina Isabel II, destronada, marchaba a Francia, donde era recibida en Biarritz por Napoleón III y Eugenia de Montijo), leyó la alocución llena de fervor liberal.

Por la tarde, a las tres, se inició la suelta y corrida de vaquillas guardadas, como dice el acta, desde las fiestas de San Mateo y después regaladas para la fuerza ciudadana.

La banda de música de los Voluntarios de la Libertad estuvo, en efecto, amenizando la fiesta v continuando por la noche con su repertorio para entretenimiento y diversión de los ciudadanos.

No faltó tampoco, en estas fechas, el envío del acuerdo de la corporación a su Alteza el regente de España e/ profundo disgusto con que el Ayuntamiento de la ciudad, los jefes y oficiales de la fuerza ciudadana han recibido la noticia de los desagradables sucesos recientemente acaecidos en Barcelona".

Un año más, por tanto, que se celebró la gran fiesta de los conquenses enlazada con otra que duraría poco tiempo, ya que estaba al albur de los bandazos políticos de aquella agitada página de la vida española.

Manifiesto dirigido a los Voluntarios de la Libertad, batallón miliciano constituido en Cuenca tras el triunfo de la Revolución de 1868, la Gloriosa, como fue popularmente conocida.