Antonio Rodríguez Saiz
(Programa de las Fiestas de San Mateo de 1987)
Antonio Rodríguez Saiz
Podemos decir que la fiesta de San Mateo es tan antigua como la
conquista de la ciudad del cáliz y la estrella, puesto que el 21 de
septiembre de 1177, envueltos en la alegría de la victoria el rey,
clérigos, caballeros y soldados se contagian y llenaban de inmenso
júbilo y viva alegría cuando el pendón del Alfonso VIII que portaba
D. Alonso Diego López de Haro, señor de Vizcaya era alzado en el
castillo de nuestra ciudad, al tiempo que Cuenca era puesta bajo la
protección de la Virgen que, dice la tradición, ayudó a la
conquista.
Aunque desde entonces el pueblo conquense siempre tuvo especial
recuerdo para este suceso tan señalado, es el 19 de septiembre de
1581, reinando en España Felipe II, siendo corregidor y justicia
mayor de la ciudad de Cuenca, Huete y sus tierras por Su Majestad D.
García Busto de Villegas, que había jurado su cargo el año anterior,
cuando se instituye y establece la festividad cívico-religiosa en el
día de San Mateo, como memoria de la conquista de la ciudad de
Cuenca, por el rey de Castilla Alfonso El Bueno.
Dicho corregidor, el obispo Rodrigo de Castro después arzobispo
de Sevilla (hermano de otro que también fue de Cuenca), miembros del
cabildo catedralicio y el cuerpo de regidores llegaron a un acuerdo
para proclamar la fiesta en honor del apóstol y evangelista San
Mateo.
Aún resuenan y, más en estas fechas, las palabras de Juan
Martínez, pregonero público quien ese día acompañado de trompetas y
atabales daba y hacía notorio en voz alta la buena noticia de la
institución de la fiesta, por todos los rincones, plazas, plazuelas
y calles de Cuenca, indicando también al vecindario la forma de
participar en ella: hogueras, luces en ventanas, balcones y calles
como señal de regocijo público, mientras eran invitados junto con
las comunidades de eclesiásticos de las distintas iglesias y
cofradías a la procesión que saldría dos días después de la
catedral.
Un año exactamente corrió el tiempo hasta que las mismas
personas determinaron resolver de común acuerdo "que se continué
para siempre jamás la solemnidad de la fiesta deste Glorioso Santo",
señalando los actos a celebrar, siendo fundamental e importante,
entre otros, el momento de la cesión del Pendón Real a la ciudad y
su posterior devolución al cabildo de la catedral, como viene
haciendo ininterrumpidamente hasta la fecha, con algunas
diferencias.
En aquellos años de finales del siglo XVI, junto con las
celebraciones religiosas, entrega del estandarte y corridas de toros
se hacían otros juegos y entretenimientos de carácter público,
celebrándose festejos de máscaras que se permitían para las fiestas
de San Mateo y no en otras ocasiones, siempre que no fuesen armados.
Había torneos a pie; juegos de cañas, con sus grupos y cuadrillas de
gentes venidas incluso de fuera; juego de la sortija, consistente en
coger, yendo a caballo, con la punta de su lanza el anulo o sortija
que había en el estafermo (muñeco giratorio) sustentado y mantenido
por uno de los regidores, salido a suerte previamente entre ellos.
Cuenca ciudad que siempre se distinguió por su afición taurina,
desde tiempo inmemorial y que veía correr por sus calles y lugares
toros que lidiaban los vecinos a pie o en cabalgadura, tiene en
estas fiestas de San Mateo su máximo apogeo, cuando son en la
actualidad las únicas que se celebran a lo largo del año con
participación ciudadana.
Atrás quedan solamente en el recuerdo de la historia otras
fiestas y conmemoraciones que con motivo de aniversario y efemérides
importantes se celebraban y hacían correr toros como en las fiestas
de San Julián, San Bernabé, San Juan, San Abdón y Senén, Virgen de
las Nieves y más cercano a nuestro tiempo en el aniversario de la
Revolución de Septiembre.
Ahora en la Plaza Mayor, las Casas Consistoriales con sus tres
arcos de medio punto y su extraordinario archivo, la catedral,
monumento nacional, verdadero museo de varias épocas y estilos y el
edificio de las Petras con su bella iglesia elíptica son junto con
sus calles próximas que albergan singulares edificios que conjugan
la piedra y el hierro verdaderos testigos silenciosos de la
"Vaquilla de San Mateo ", donde la alegría y diversión se derborda
especialmente entre los jóvenes, sirviendo a la vez de excusa y
pretexto para el reencuentro de muchos paisanos y amigos que aunque
no viven en Cuenca sí llevan a la tierra muy dentro y aprovechan
estos días para estar aquí.
Disfrutemos, pues, los conquenses y aquellos que nos visitan en
esta "Muy Noble y Leal" ciudad de estas fiestas de tanta raíz
popular que en honor de San Mateo se celebran como recuerdo de haber
conquistado "Conca" a los almohades nuestro Alfonso VIII, aquel rey
que elegió a Cuenca como su residencia durante un tiempo, la elevó a
sede episcopal y concedió para todos los habitantes y sucesores sin
discriminación el famoso e incomparable "Forum Conche" (Fuero de
Cuenca), favorecido después con los privilegios de Fernando III,
Alfonso X y de Sancho IV.