La Virgen de la Luz fue coronada tras una intensa demanda popular

Antonio RODRÍGUEZ SAIZ - GACETA CONQUENSE

 

Han transcurrido treinta y ocho años y parece que fue ayer. La retina infantil capta para siempre los episodios que le dejan huella y perviven a través del paso del tiempo, como si el hecho hubiese sucedido hace un instante. Por ello, hoy recuerdo con nitidez el momen­to -pese a mis entonces pocos años- de la Coronación de Nuestra Señora la Virgen de la Luz, Patrona y Alcaldesa de Honor de Cuenca, en la explanada de la Escuela Normal del Magisterio de la ciudad. Día grande, ilusiona­do y fervoroso para los conquenses. Pero esa fecha ha sido recordada muchas veces y por ello no voy a relatarla sino que -por el contrario- voy a detenerme solamente en algo de lo que antecedió para llegar al gran día del 1 de junio de 1950.

Adolfo de Lujan, que dirigió "Ofensiva", escribió en fabla antigua ese mismo año la Crónica donde se cuenta cómo se fizo la Corona­ción Canónica de Nuestra Madre la Señora Virgen dicha de la Luz; e de cómo nació el propósito de pedillo; e cómo fue conseguido tan grande previlegio. Es un folleto de poco más de setenta páginas con una tirada especial de cien ejemplares numerados, que me aporta datos junto con la propia vivencia personal.

Justamente dos años antes, en la función religiosa, en honor de la Patrona en su Santuario, propiedad del Ayuntamiento de Cuenca desde el año 1817, al ser aceptada la reclamación que había formulado, y con el templo lleno de fieles se oficiaba la misa solemne por el entonces obispo de la diócesis don Inocencio Rodríguez Diez, estando pre­sente, como es costumbre, la Corporación Municipal, presidida como alcalde accidental por Lucio Gómez.

La homilía corrió a cargo del religioso paúl padre  Albiol  y  en  ella  expuso  a  los  allí presentes que debía solicitarse al Papa -en­tonces Pío XII- el Privilegio de la Coronación Canónica de la Virgen de la Luz.

Fue ello acogido con enorme satisfacción y deseo por parte de los conquenses, y al día siguiente la corporación local que presidía José Domínguez, a propuesta de su primer teniente de alcalde, Lucio Gómez, tomó acuer­do de ello, celebrando su hermandad asamblea al mes siguiente, que contó con la asistencia de todas las hermandades y asociaciones de tipo religioso existentes en nuestro munici­pio, decidiéndose celebrar sesiones extraordi­narias para adherirse a la propuesta.

 

PETICIÓN DE LA ALCALDÍA DE CUENCA EN 1949

 

Concluyó ese año y en 1949 la corpora­ción conquense nombró a la Virgen de la Luz, Alcaldesa de Cuenca. Era alcalde desde prime­ros de año Jesús Merchante Sánchez, puesto al que había accedido por segunda vez.

El día 8 de mayo de 1949 los conquenses grandes y pequeños nos dirigimos hasta el Palacio Episcopal para hacer la petición del Privilegio, animados por la campaña que hizo la prensa y radio, donde nuestro poeta Federi­co Muelas lanzaba amoroso su verbo entraña­ble, de pura fibra conquense:

 

Difícil tierra la mía

para caminar a ciegas

¿Cómo andar si tú no llegas

a alumbrar la serranía?

Pero si tu luz nos guía

Madre, seré peregrino.

Ni me arredrará el espino

ni me dejará la flor

Virgen de la Luz, fulgor

encendido en mi camino.

Aquel día los balcones y ventanas de los edificios de Cuenca lucían banderas y colga­duras, mientras las campanas de todas las iglesias de la ciudad lanzaban al aire su repiqueteo alegre y jubiloso.

Varios miles de personas, unas ocho mil reflejan las crónicas, nos concentramos junto a la parroquia de San Esteban, con las autori­dades de aquella época y a las seis de la tarde salían de la iglesia el Pendón de Alfonso VIII y se escuchaba el himno nacional. Era portado el guión por el teniente de alcalde Jesús Carrillo.

Una vez efectuado el recorrido hasta la Plaza Mayor, una comisión entró al palacio del Obispado y allí Jesús Merchante, en nombre de la ciudad expresó al obispo el deseo del pueblo conquense de pedir el Privilegio de la Coronación Canónica y le entregó los pliegos que lo acreditaban con 13.434 firmas de conquenses.

Poco fue el tiempo transcurrido, pues en octubre del mismo año, llegaban las bulas de Roma, concediendo el deseado Privilegio y el día 15 de ese mismo mes en la Catedral Basílica y templos dedicados al culto religioso se dio lectura a la pastoral del obispo de la diócesis que comenzaba con las palabras del evangelista San Lucas: "Evangelizo gaudium magnum quid erit omni populo".

CONSTITUCIÓN DE LAS JUNTAS

 

Con el fin de que se preparase el acto de la Coronación con el máximo esplendor posible y que fuesen los conquenses quienes donasen la corona a la Virgen se constituyeron varias juntas, una de ellas formada por las máximas autoridades provinciales; otra presidida por Trifón Beltrán de Marco, vicario general y deán de la Catedral, junto con el alcalde y los tres párrocos de Cuenca, pues en aquella época sólo había tres parroquias: Santiago, El Salvador y San Esteban, ya que Cuenca tenía entonces 23.000 habitantes.

Una junta permanente y otra de propagan­da eran presididas por Martín Garcés Masegoso, párroco de Santiago. Tuvieron una desta­cada entrega y dedicación personas que siem­pre amaron a Cuenca y la han querido, como Félix Sáiz, José de León, Basiliso Martínez, Juan R. de Luz, Alvarez de Castro, Ramón Carretero, Ruiz de Lara, etc. La lista sería interminable y pido disculpas por no incluir más nombres que con mucho derecho, tam­bién podrían figurar.

El día 22 de enero de 1950 en la misa mayor de la parroquia de San Esteban situada en la parte baja de la ciudad, el obispo hizo la proclamación del Privilegio y los siguientes domingos en las otras dos parroquias restan­tes.

La letra del himno de la Coronación fue obra del sacerdote Juan José Bautista, profe­sor de Literatura del Seminario de San Julián, autor de una biografía sobre el Obispo San Julián, que publicó en la prensa con el seudónimo de El Solitario de Rus, y la música compuesta por el recordado maestro Calleja, director de la Banda Municipal de Música.

Todos los devotos conquenses de la Vir­gen hicieron limosnas para la corona de oro, plata y pedrería. Federico Muelas, a sabiendas de no ser tomado en consideración, por sus paisanos, escribía que se debía "engarzar en su corona -aún cuando ésta tuviera que ser más modesta que la proyectada -unos sencillos cuar­zos de Cuenca, sólo decorativos, si apagados justo al destello de los brillantes, con viva luz en el recuerdo por su representación, pues cada una significaría una iglesia, una columna de la gigante corona que Cuenca llevó rescatada en homenaje a la Virgen".

Llegó la corona a la capital el viernes 25 de mayo de 1950, siendo llevada en primer lugar a presencia del obispo y posteriormente a las Casas Consistoriales y estuvo expuesta al público en el establecimiento del conocido y apreciado comerciante Antonio Sáiz Verdú, donde los conquenses pudimos contemplarla antes de ser coronada la Virgen de la Luz por el Nuncio de Su Santidad en España, en aquel caluroso uno de junio de 1950.