Antonio Rodríguez Saiz
Autoridades,
Sr. Presidente, Junta Directiva y Socios de la Casa de Cuenca en Barcelona,
Señoras y Señores,
Mis queridos amigos y paisanos:
Fue en el ocaso del otoño conquense cuando recibía en mi Cuenca de nacimiento la llamada de Pedro Muñoz Vicente, presidente de la Casa de Cuenca en Barcelona y «cónsul» de nuestra provincia en estas tierras catalanas de las que el inmortal Cervantes ensalzara elocuentemente, para invitarme a pronunciar el pregón de la IV Semana Cultural, coincidiendo con la fiesta de Nuestro Glorioso Obispo San Julián patrón de la diócesis de Cuenca
Confieso, aquí y ahora, mi sorpresa. Gratificante y agradable sorpresa. Era volver al encuentro con el recuerdo que forma parte de mi propia existencia y poner el corazón en sintonía con el placer y el gozo.
Porque fue aquí, en el Prat de Llobregat, donde viví cuatro inolvidables años, llegado de la mano de mi profesión docente, teniendo la suerte de educar e instruir a paisanos e hijos de conquenses, dándose la coincidencia que algunos de sus padres habían sido alumnos de mi abuelo paterno y lo recordaban con afecto.
Tengo fresco y presente en mi memoria aquel 10 de setiembre de 1968: Cuando apenas hacía unas horas que pisaba la Ciudad Condal, me dirigí hasta la calle Montaña, en el barrio de San Martín-Clot junto con dos amigos, testigo son de ello, para saludar a mis paisanos en Barcelona y tomar aquí, como conquense, posesión de mi casa inaugurada un año antes con presencia de buen número de paisanos y un grupo de barceloneses, autodenominados «Los Tres Mosqueteros»: Federico Gallo, José M.ª Tavera y Carlos Muñoz que compartían catalanismo y mancheguismo de probado afecto a Cuenca, y que alegraron felizmente la velada sin faltar resoli y otros productos de la variada gastronomía conquense. Son Juan Ignacio Bermejo Girones, José Pradas, Lorenza Jiménez, Valeriano Martínez Pérez (auténtico sabio, que fue, de temas y cosas conquenses) y otros.
Aquel día por vez primera pisé esta «Casa», se encontraba en ella para fundirnos en un abrazo sincero y leal su entonces Presidente y fundador Pedro Antón, que con gran cariño me habló de su amor a Cuenca. ¡Qué hermosas eran aquellas palabras y el entusiasmo por la tierra de origen!
Volver a Barcelona es también una forma de expresar mi reconocimiento a vosotros, mis paisanos de nacimiento o raíz, para aplaudir el celo que ponéis en todo lo nuestro, como testimonio y ejemplo de cariño, honrando al Patrón San Julián que ocupara da silla episcopal conquense al declinar el siglo XII y en los albores del siguiente. San Julián impregnado de verdad y autenticidad; de santidad y sabiduría; de humildad y entrega a los más necesitados.
Por ello vuestro ejemplo que dais todo el año, acentuado en estas apretadas jornadas ricas y variadas en su contenido, es digno de ser imitado, como tuve ocasión de expresar en mi Pregón de la Feria y Fiestas de San Julián de 1988 de la capital conquense, en el incomparable escenario de la Iglesia de San Miguel, que se mira y contempla en las verdes aguas del Júcar (rio de piedras, según los árabes) ante la vigilante Torre de Mangana, primer saludo al visitante, a horcajadas de sus hoces, que ciñen por el talle a la ciudad, donde la piedra, y la madera hacen cabriolas por el espacio para hacerla sencillamente magnífica y majestuosa en su monumentalidad asombrando al visitante.
«Yo no sé si mora
no sé si cristiana».
Estoy en Barcelona, también, para poder repetir en su lugar aquellos versos de nuestro poeta Federico Muelas, que sigue enhiesto en su roquedal y poder exclaman::
«Vengo en gigante zancada
soñando tu limpio mar,
el primor de tu danzar
la ruta del Sol, pautada.
Vengo de la arrebujada
soledad de mi Castilla
y quiero llegar a tu orilla
que la espuma festonea
y al suelo que cría y crea
tu paisana maravilla».
Vuelvo a Barcelona aunque no creo que nadie que pisó y trabajó en esta tierra fecunda y generosa se vaya definitivamente. Así continúo anualmente viajando hasta aquí, para recordar aquellos tiempos, aprender, estar con los amigos, apreciar y saborear su arte y cultura.
No valen para mí aquellos versos concisos y sentimentales:
«Pasan veinte años: vuelve él
y al verse exclaman él y ella
¡Dios Santo!, y éste es aquél...
¡Dios mío!, y ésta es aquélla...
Creo que es fácil imaginar con cuanta alegría estoy en Barcelona, llegado por el camino más rápido y directo que es ©1 del afecto. Desde Cuenca, bella durmiente del bosque, epifanía de la madera y el agua», que dijera el filósofo y catalán Eugenio d'Ors; cáliz de oro, estrella de plata en campo rojo, símbolo de la conquista por Alfonso VIII en 1177, después de un cerco de poco más de ocho meses a los almohades.
Rodeado estoy de vosotros conquenses de la serranía: agua, piedra, pinares y cimas encrespadas junto al horizonte buscando el azul del infinito.
Encuentro y sorpresa ante las ruinas venerables de Moya, mojón de reinos, que hablan en el silencio de su esplendor pretérito; de Cañete, villa unida firmemente a San Julián con su Colegio de Latinidad, grande por su historia y notables personajes como Álvaro de Luna.
«Aquel grande Condestable
Maestre que conocimos»
cuna de los antepasados del Nobel Elias Canetti; de Tragacete y Huélamo:
pinos, álamos y torres
y sueños del Alto Júcar
De Beteta y Solán de Cabras en su bella angostura; de Villar del Humo, asiento de primitivos pobladores que dejaron su arte al abrigo de las rocas; de La Huerguina barrio que fue de Cañete cruzado por el Tejadillos, afluente del Molinillo; de Boniches, con su pintoresco y bello término y altivo pino de «Cuatro Garras»; de Campillos Paravientos con su ancestral «Salto del Grillo»; de Salinas del Manzano que, quizás diera un hijo para acompañar a Colón en su magna gesta del descubrimiento; de Garaballa para quien San Julián pidiera al General de los Trinitarios que fundase casa junto a la Virgen de Tejeda, según deseo de ia Virgen aparecida, «Perla del Marquesado», Señorío de Andrés de Cabrera, a quien la capital debe el título de «muy noble y muy leal».
Pero Cuenca es también Alcarria y aquí está la Cuenca alcarreña, donde la tierra se ondula cubriéndose de olivos, carrascas y plantas aromáticas, por entre oteros y lomas redondeadas con sabor a miel.
Tierras de la ciudad romana de Ercávica; de Huete, antigua Opta, Historia plasmada en piedra; de Valdeolivas, románica; de Priego y Villaconejos, donde el barro y el mimbre se hacen arte.
Hombres y mujeres de la Mancha. Fulgor e inmensidad en la llanura que envuelve para avanzar con la visión y espíritu en policromía de colores: de cereal, girasol y vid. Paisaje quijotesco, Mancha hecha arte e historia en Uclés, cabeza de la Orden, Belmonte, Alarcón, Garcimuñoz, Villaescusa...; industriosa en Tarancón, Pedroñeras, La Jara...; fervor inmaculado en Horcajo de Santiago, lugar de mis ancestros; aristocrática en San Clemente; en Tresjuncos hecha fe junto a su Cristo del Pozo.
Cuenca, toda ella roquera y extensa, hidalga y noble en toda su geografía provincial.
Cuenca que vive en vuestro corazón porque cuanto mayor es la distancia más cercana se siente y percibe.
Pero, también, debe decirse que nuestra tierra, cargada de historia a través de siglos, es dura, a veces áspera y en demasía resignada, aunque pugna por salir del conformismo, mirando con fe e ilusión nacía el mañana, que un día os vio marchar, partiendo y caminando en busca de nuevos y mejores horizontes con el dolor de madre desgarrado en sus entrañas.
Y así llegasteis a Barcelona, dejando querencias y recuerdos imborrables, no lo dudo, desde todos los lugares de la geografía conquense, imposible de reseñar como hubiese sido mi deseo, a tierras del Bajo Llobregat el Vallés o el Maresme, Comarca Barcelonesa, o a la ciudad cosmopolita y abierta, que sabe conservar en profundidad sus ricas tradiciones, guardadas con delicado y primoroso celo, que hace rueda en la sardana formada al son de las «coblas», enlazando las manos en señal de generosa amistad.
Con vuestro tesón, esfuerzo y sacrificio, habéis alcanzado o estáis en camino de lograr la prosperidad, contribuyendo con ello a vuestro propio bienestar y al progreso de Barcelona que, pienso, así lo reconoce y valora, siendo respetados en el mundo social, laboral e intelectual, sin olvidar vuestras hondas raíces en la tierra de Cuenca que con tanta maestría sabe moldear y mimar mi buen y siempre amigo Pedro Mercedes, que plasmó genialmente su «Puente entre Cuenca y Barcelona», para esta «Casa», comunidad originaria de Castilla - La Mancha. Porque en definitiva como dijera Machado, nuestra vida es como un puente que va del hoy al mañana.
Esta «Casa», trozo nuestro, Embajada conquense, es albergue y morada del entusiasmo e ilusión compartida, del gran cariño, pasión — diría — en muchos casos, que se rejuvenecen y renacen estos días por las arterias de la Cuenca Serrana, Alcarreña y Manchega.
Es, en definitiva, santuario vivo para el permanente recuerdo, agudizado más aún por la distancia y lejanía, porque nadie que nació o vivió en ella puede olvidar.
Está abierta a sentires y emociones, sin duda el mejor aval, para que la casa de cuenca en Barcelona, continúe siendo acogedora y confortable y perdurará mientras, como vosotros, haya conquenses de raza que saben transmitirlo a consortes, hijos, nietos, familiares ya nacidos en Barcelona. Vaya mi recuerdo para la juventud, con mi deseo que aporten parte de su entrega, ilusión, aliento y esfuerzo a esta obra que iniciaron sus mayores hace 30 años, con gran entusiasmo y dedicación.
Y fruto del esfuerzo refulgente y vigor es esta Semana Cultural, que ya tiene arraigo, ventana abierta a Barcelona, cita con lo auténtico y noble, que ya cumple su cuarto aniversario, que coadyuva a enriquecer el sentir diario, fundiendo actividades e intereses, elevando peldaños en la búsqueda de la diversión y el ocio, y un mejor conocimiento cultural, quebrando lo cotidiano al tiempo que surge el reencuentro en el aposento del afecto y la hermandad.
Festivales, teatro, bailes, proyecciones, concursos, degustaciones, concierto, poesía homenaje, comida de hermandad, juegos populares que emergen, etc., se conjugan estos días con lo religioso: traslado de la imagen de San Julián a la Parroquia del Clot y reparto de Caridad, consiguiendo un programa atractivo e interesante que, no dudo, es y será de vuestro agrado, durante estas fechas.
Pero hay un aspecto del programa muy acertado, que no deseo pasar por alto y a ello voy a referirme.
Suele ser de uso corriente que el pregonar y ensalzar las ferias y fiestas de nuestros pueblos o alguna Semana Cultural, como invitación al acercamiento y participación, el pregonero alce su voz en su preludio e inicio, paria hacer una llamada con claro y contundente aldabonazo. Pero en las interesantes y apretadas jornadas preparadas para estos días por la Casa de Cuenca en Barcelona no ocurre así, y el Pregón se pronuncia cuando son ya varias las jornadas transcurridas en esta IV Semana Cultural que nos congrega. Y es que, justamente, los auténticos pregoneros sois vosotros, y lo hacéis todos y cada uno de los días del año:
En definitiva, lo más esencial, pregonando el buen nombre de Cuenca por cualquier lugar o sitio donde os encontréis. Eso es, ciertamente, ser pregoneros permanentes de la tierra. Pregoneros de Cuenca (Castellano -Manchega), abierta a todos, respetada y cada vez más y mejor conocida, que extiende generosa su mano al visitante en el «cogollo de España».
De la Cuenca de San Julián, nuestro segundo obispo y patrón de todos, capital y provincia que se abre plena en sentimientos y emociones nobles, donde renace y rejuvenecen recuerdos armonizándose con proyectos y anhelos.
San Julián de Cuenca, que permanece indeleble en los corazones conquenses desde aquel año lejano de 1196 que hollara y pisara las primeras breñas y trochas de Cuenca, camino desde Toledo donde era arcediano. Aquel Don Julián ben Tauro, que no era burgalés como se sigue diciendo, sino mozárabe toledano.
El Obispo San Julián, de segura y firme personalidad, nombre de buena armonía y conformidad, que supo ser el obispo del barrio del Argelillo, con sus mezquitas y aljamas; del Alcázar, barrio de La Judería, y del barrio Cristiano, junto a las iglesias que Alfonso VIII El Noble mandase edificar, conjugando con sus visitas a la provincia apoyado en su tosco, retorcido y austero «báculo de apoyo», coronado con una gran Cruz, distinto al, también sencillo, del que conserva su parte superior el Museo Diocesano, en cuyo tema estoy trabajando en la actualidad y espero que vea la luz.
Aquella vida de santidad y amor que le valiera el nombre del «Obispo limosnero», cuya vida va, en parte unida a la del Rey Alfonso, magnanimidad y poder, a quien aconsejaba y éste sometía privilegios para su confirmación «garantía de la bondad de las reales gracias» moría un 28 de enero de 1208, en medio de repiques de campanas, en la tierra y entre los acordes de una marcha triunfal en el cielo —su alma cuya nívea palma luminosa— coronada con las diademas de Laumatiurgo y virgen anacoreta y mártir: doctor y apóstol, padre y profeta— subía al cielo ... según nos cuenta su biógrafo contemporáneo nuestro.
Y el pueblo conquense sentía su pérdida física elevando su devoción, siendo en 1494, cuando se instituye la obligación de observar para los ciudadanos de Cuenca, la fiesta en su honor.
Pero, como he contado en alguna otra ocasión, recordar el dicho conquense: «En San Julián de enero se hiela el agua en el puchero» haciendo alusión al frio que hace en Cuenca por esta época y por ello, para que pudiesen ir a la capital, con mejor tiempo los paisanos de los pueblos de la provincia, coincidiendo con el fin de las faenas agrícolas, acababa la sudorosa y dura (temporada de la cosecha ya trillada, ablentada y recogida la mies de las eras que daban ai paisaje una especial configuración, y recogidas palas de madera, trillas, cedazos y cribones, se aceptó la petición para celebrar fiestas en setiembre (luego pasadas al mes de agosto), pana que el mayor número de conquenses y visitantes podamos compartir y disfrutar las fiestas, coincidentes con las vacaciones estivales, en cuyo mes se están resucitando en los pueblos fiestas ya casi olvidadas e implantando otras con gran aceptación, siendo agosto en la provincia una verdadera fiesta gracias a vosotros.
El próximo domingo serán muchos los conquenses, en cualquier lugar donde se hallen, que tendrán un recuerdo señalado para el Santo Obispo.
Y así en la capital se acercaran hasta el hermoso lugar de San Julián el Tranquilo, en la falda del cerro de la Majestad, donde el santo Obispo con su fiel Lesmes, trenzaba cestillas de amor para sus fieles necesitados. Y del Altar del Transparente, a la espalda del Altar Mayor de la Catedral Basílica Conquense, ambas obras diseñadas por Ventura Rodríguez, coronado por las tres virtudes en mármol moldeado por Vergara, donde se encuentra el arca de plata repujada con los 37 fragmentos óseos del Patrón San Julián venerarán su nombre.
Serán muchos, muchísimos lejos de Cuenca, pero presentes en sentimientos los que honrarán el domingo como se merece el Santo Obispo que un día también llegó a Cuenca arraigando para siempre.
De ello, mis queridos amigos sois ejemplo, verdaderamente aquí está Cuenca. Motivo por el que mi estancia entre vosotros me hace sentirme más y mejor conquense.
Así podré, al partir desde Barcelona, decir con satisfacción y orgullo:
«Quiero a mi tierra volver
con tu inquietud por bandera
para decir al que espera
—y al que lo quiera escuchar—
fui a Barcelona a soñar...
¡Me traje la Primavera!