Antonio Rodríguez Saiz
Muy cerca de este lugar donde confluyen las aguas de los dos ríos que abrazan y protegen a la Cuenca Antigua, a unos cien metros, sigue prestando su importante servicio el Puente de San Antón, pese a la descarga que ha tenido en estos últimos años por la inauguración al tráfico del moderno puente de acceso a Cuenca, concluido en 1978 y conocido como Puente de Buenavista.
Pero es obligado hacer un recuerdo del puente antiguo de San Antón, testigo mudo durante cientos de años de prácticamente toda la historia de la ciudad, de sus alegrías y desventuras, situado junto a la iglesia de igual nombre que aún conserva, sin uso, su portada plateresca del siglo XVI, aunque muy deteriorada, y donde está nuestra patrona y alcaldesa Nuestra Señora la Virgen de la Luz; por el otro extremo, la portada de la antigua Casa de Beneficencia, edificada a expensas del obispo Flores Pavón, horrible y cruelmente mutilada sin explicación alguna.
ORIGEN ROMANO
Es frecuente que la mayoría de las personas que han escrito y escriben sobre nuestra ciudad al referirse al viejo puente de San Antón lo hagan de pasada y muy rápidamente, aunque, eso sí, indicando su origen romano.
En honor a la verdad puede decirse que existen muy pocos datos. Por ello me parece oportuno indicar en este artículo que en el Archivo Municipal de la capital hay un acta de una sesión del Ayuntamiento donde se recoge un amplio informe de Gumersindo Canals, ingeniero jefe que fue de esta provincia; a mi juicio, el más completo para conocer algo de su reconstrucción, es todo un verdadero documento, especialmente en cuanto a lo referente a la reparación más importante efectuada; aunque abundante, lógicamente, en tecnicismos propios de la profesión del autor, no pierde por ello amenidad e interés.
Efectivamente la construcción del antiguo puente de San Antón es de fundación ignorada, siendo infructuosas todas las investigaciones que se han llevado a cabo para conocer la fecha de su construcción. Canals recurrió a la misma obra para ver si"por su forma, dimensión, combinación de materiales y decoración descubría algo que indique cuando menos a qué época pertenece para arrojar alguna luz sobre este curioso e importante dato histórico".
Antes de su reparación, en la década de los sesenta del pasado siglo, el puente ofrecía un estado grande de deterioro, con sillares destrozados y desgajados, donde la yedra y arbustos tenían acomodo en las grietas que se habían ido formando, observándose arreglos hechos en diversas épocas que dificultaban la labor de estudio adecuada sobre su fábrica original.
De todas formas sí que se observaban "algunos vestigios de adelgazadas fajas o nervios verticales de pequeña sección rectangular(treinta centímetros)que desde los arcos llegaban hasta la rasante general, algunas ménsulas que lo coronaban contribuyendo a formar la cornisa y a servir especialmente de canalones de desagüe".
Tenía el puente de San Antón dos amplios arcos de medio punto con unos veinte metros de luz, medida aproximada por haber una diferencia entre ambos de noventa centímetros y cuarenta y cinco en altura.
Se apoyaban los arcos en un machón y dos contrafuertes que tenían seis metros de grosor y otros dos la mitad que los anteriores para dar paso a las verdes aguas del río Júcar "formando dos órdenes o pisos a semejanza de los viaductos de arcos superpuestos y uno sólo figurando en la pila central".
La piedra horizontal de sillería era de desigual proporción. Sus pretiles tenían más de medio metro cada uno de grueso y estaban coronados por una albardilla, sin duda para facilitar que el agua de lluvia resbalase.
Se extiende el autor del informe en muy variados aspectos técnicos que haría muy extensa su enumeración, para llegar a la conclusión y ello es lo importante que el "sistema utilizado en la ejecución del primitivo piso del puente, era igual que el utilizado por los romanos para construir sus famosas y útiles calzadas".
No obstante los grandes espesores de los apoyos de la obra y sus robustas proporciones muy propias de la época romana "sin embargo se había pretendido al parecer dar movilidad y ligereza porque esos arcos superpuestos de los estribos y el figurado en la pila semejaban aligeramientos y por otra parte las delgadas fajas o nervios que sostenían los canalones perfilaban los apoyos acusando de un modo claro y ostensible la reparación de vanos y macizos, contrastaba singularmente con los colosales espesores del resto de la construcción, de modo que parece una transición, digámoslo así, entre las robustas y amazacotadas obras que ejecutaban en los primeros tiempos de su dominación y la tendencia a aligerarlas, disminuyendo las dimensiones; como el esmero en la fábrica, que emplearon en los últimos, lo cual induce a sospechar que esta obra data cuanto más del siglo IV, o sea de los últimos tiempos de la dominación romana".
Cabe añadir también que en las excavaciones realizadas en la segunda mitad del siglo pasado, con el fin de descubrir y explorar los cimientos del puente, se "encontraron varias monedas mezcladas con el lodo, lo que indica que deben ser de época posterior a la construcción del puente y es curioso saber que, entre las monedas de fecha más antigua encontradas, figuraban de la época árabe en España", confirmando probablemente, con este hallazgo que ya existía el puente cuando el rey Alfonso VIII reconquistó la ciudad de Cuenca entregándole Abul Abas Ahmed Ben Maad las llaves de su recinto amurallado.
Con el paso del tiempo el antiquísimo puente, que tan buenos servicios había prestado, llegaba ya a su final y debía repararse en profundidad o derruirse para ser reemplazado por otro más moderno y acorde con las necesidades que requería la ciudad y demandaba el propio avance de la civilización, para que pudiese proseguir los excelentes servicios que el primitivo había prestado a lo largo de siglos.
Es legítimo resaltar que no solamente fueron el tiempo y el agua los factores que lo habían ido aniquilando sino que a ello contribuyeron los propios habitantes, como sucedió en mil ochocientos veintidós en tiempos que era corregidor y justicia mayor Joaquín Zangorita y Vengoa, cuando Cuenca apenas llegaba a cuatro mil habitantes y cortaron el pequeño arco que había sobre el machón que daba a la parte de la ciudad para evitar y eludir la entrada de las tropas del general Jorge Bessieres que por aquella época recorría la comarca alcarreña de Guadalajara y Cuenca; aunque posteriormente al vencer la reacción llegaría a entrar en esta ciudad sin dificultad.
QUINCE AÑOS ESTUVO DECLARADO EN RUINAS
A la vista de la situación en que se encontraba el puente de San Antón, se suspendió el tránsito por él, en agosto de mil ochocientos cincuenta y uno, instalándose uno provisional de madera, trescientos metros aguas abajo en el paraje conocido por El Sargal, (donde se efectuaba la saca de maderas del río Júcar), hasta que se construyese uno nuevo, en ese mismo lugar, que reemplazase al viejo puente romano, cuyas obras se iniciaron en mil ochocientos sesenta y uno.
Una multitud de vicisitudes, cuya enumeración sería prolija, vinieron a impedir que ese puente se concluyera"lo que originó que con el tiempo se tuvo que prescindir del provisional de madera y se volvió a recurrir al puente ruinoso para continuar con el consiguiente peligro su importante servicio; sin embargo sus fuertes proporciones y que no se observaba, a simple vista, su progresivo deterioro, dieron confianza a la población para seguir utilizándolo, llevando este hecho a motivar fuertemente a las autoridades conquenses de aquel momento, para su reparación, presentándose un proyecto el veinticuatro de abril de mil ochocientos sesenta y seis, donde se marcaba con exactitud la dimensión de la obra que debía acometerse, con todos los riesgos que existían, pero se tenía bien claro, que en esa situación no se podía continuar después de quince años que estaba declarado en ruinas, agudizándose el deterioro más aún por su nueva puesta en servicio
EN 1868 SE REALIZO UNA IMPORTANTE REPARACIÓN
Las obras de reparación se hicieron en un espacio breve de tiempo (desde febrero a septiembre de 1868, mientras una obra provisional de madera garantizaba y aseguraba el tráfico y hacía más fácil su arreglo y reparación. Con motivo de las obras que se llevaron a cabo, pudo apreciarse que la parte fundamental del puente estaba en buen estado, con firmeza en los apoyos; las hendiduras y grietas habían sido formadas más que por defecto de construcción por la desidia y negligencia que se le tuvo durante mucho tiempo. ¡Hay historias que, desgraciadamente, se repiten!
Junto a las obras de reparación y corrección de irregularidades que tenía el puente de San Antón se acometieron otras, como la sustitución de los abultados pretiles de piedra por barandillas de hierro para permitir más espacio al tránsito de carruajes, así como también la entrada al puente destruyendo un local instalado delante de la fachada de la iglesia y unos muros en curva que aún permanecen y enlazan la carretera con el final del puente.
El puente de San Antón sigue en su sitio, con sus mejoras y reparaciones, siempre y desde hace mucho tiempo prestando un gran servicio a la ciudad, saliendo al paso del río Júcar que llega a Cuenca tranquilo y reposado después del duro trabajo que hace en su recorrido que inicia en Ojuelos de Valdeminguete.
Antonio RODRÍGUEZ SAIZ