Antonio Rodríguez Saiz
UN INTENTO DE MEJORA
Antonio Rodríguez Saiz
El último cuarto del siglo XVIII, Cuenca era una ciudad, pese algunos intentos, de escasez industrial y comercial con un limitado ritmo de progreso y crecimiento muy alejado de cuando en siglos anteriores gozaba de una importante industria textil reconocida más allá de sus límites geográficos. Valga como ejemplo que ya en 1436 los procuradores de las Cortes de Toledo señalaban a Cuenca y Baeza por ser las dos ciudades de la industria textil en el reino de Castilla más importantes y muy solicitados sus productos.
Un hecho importante y de esperanza fue la llegada a Cuenca de, Humberto Mariscal procedente de los Países Bajos (nacido en la provincia de Henau) que había aprendido con arte y destreza su oficio en Amberes. Aquí en la ciudad castellana solicitó protección y ayuda, que consiguió, para sus fábricas de barraganes.
Según datos que figuran en “Memorias Políticas y Económicas sobre frutos, comercios, fábricas y minas de España”, extensa obra del economista y escritor Eugenio Larruga y Boneta en el año 1691 ya tenía el afincado maestro Mariscal 10 telares de barraganes y bayetas; 10 más en 1692, originándose la instalación de otros más en la ciudad, por parte de otros cualificados expertos.
El aumento de estos telares, según Larruga, fue en aumento notable como demuestran estas cifras: 1697, 30 telares, 43 en 1700, 40 en 1722, llegando a existir en la capital 80 telares hasta que en 1763 comenzó a declinar la producción y solamente se contabilizaban 22.
Antes de proseguir y al ser barraganes una palabra polisémica me parece oportuno precisar que me estoy refiriendo, así se llamaba en España, a tejidos de lana impermeables al agua y de precio reducido.
Merece favorablemente recordar que el arcediano durante cuarenta años (después obispo de la diócesis), Antonio Palafox y Croy hizo un buen esfuerzo, en la época de referencia, por restablecer fábricas donde se trabajaban barraganes, alfombras, sargas, paños y bayetas. Puso en marcha, a sus expensas una fábrica de tejidos, con un buen número de trabajadores que posteriormente se encargaría los Cinco Gremios Mayores de Madrid.
Es digno de agradecimiento, respeto y recuerdo la figura de Palafox, obispo ilustrado y benefactor por la entrega a Cuenca demostrada. Su figura debe ser más conocida por la mayoría de los ciudadanos.
Se produjo el descenso y bajada de la producción de barraganes en las fábricas de Cuenca que tan famosas e importantes fueron en España y más allá de sus fronteras “por lo mucho, y la buena calidad de lo que se texia”. Así lo indica, Antonio Ponz (1777) en su conocido “Viaje de España”, tomo tercero, dedicado principalmente a Cuenca.
El rey Carlos III dicta una Real Cédula (o Real Despacho), importante para Cuenca, fechada el 21 de julio de 1775 en el Palacio Real de San Ildefonso, donde veraneaba.
Fue impresa la Real Cédula con el escudo xilográfico real en la Imprenta de Pedro Marín (heredada de su padre en 1771) que estaba instalada en la céntrica calle de la Encomienda próxima actualmente, al Rastro de la capital de España. Era copia de la original certificada por, Antonio Martínez Salazar, secretario contador de Resultas, jurista y escribano de Cámara y de Gobierno del Consejo Real de Castilla, con mayor antigüedad.
Hacía saber el monarca en la Real Cédula, “Que la Fabrica de Barraganes de Cuenca ha sido en lo antiguo una de las manufacturas considerables del Reyno, y que contribuía á mantener poblada é industriosa aquella Ciudad, la qual ha experimentado la mayor pobreza á proporción que decaían en ella éstas, y otras Fabricas. Para restablecer ésta é inclinar al trabajo á aquellos naturales, he dispensado todos los auxilios que han parecido convenientes á la Fabrica de Barraganes. Y deseando libertarla de la total ruina á que estaba expuesta, por mi Real Decreto de siete de este mes, comunicado al Consejo, he venido también en exceptuar del Sorteo, y Servicio Militar por ahora á todos los Oficiales, y Aprendices, que, sin fraude, y con aplicación se dedicaren á esta manufactura de Barraganes. ó en cualquiera de sus maniobras “.
Obligaba al corregidor y miembros de Concejo a preparar y tener disponible un Libro en la Escribanía del Ayuntamiento donde estuviesen reflejados los nombres de aprendices y oficiales ocupados en la mencionada fábrica.
Igualmente se exigía establecer normas, duración del aprendizaje y examen a cargo de maestros, personas de relevancia y expertos, dentro de su género, con obligaciones y responsabilidades recíprocas. Quedaban excluidos “desaplicados ó viciosos”
El principal responsable de su cumplimiento era el corregidor y justicia mayor de Cuenca y su partido, Antonio Fernández Calderón, primero que hubo “ de letras”, cargo para el que había sido nombrado a principios del año 1773, aunque no tomó posesión hasta el mes de mayo cuando también fue nombrado capitán a guerra(autoridad civil habilitada para entender en asuntos de guerra).
Sin duda fue un buen deseo de Carlos III, rey de España desde 1759, antes de Nápoles. Cuenca había celebrado su aclamación los días 8 y 9 de octubre de ese año, cuando el edificio de las Casas Consistoriales, sede del Ayuntamiento, había sido derruido por peligro de hundimiento y se iban a comenzar las obras del nuevo al año siguiente, finalizadas en 1762, celebrándose entonces las reuniones y actos en la Casa del Corregidor.
Un rey prudente, celoso defensor del interés público que supo elegir bien a sus secretarios de despacho (equivalentes a ministros actualmente) que tenían gran autonomía y responsabilidades y consejeros, pero, diversas circunstancias y adversidades posteriores de toda índole produjeron definitivamente el hundimiento de la industria textil en Cuenca que había sido en siglos anteriores junto con Segovia, Toledo y Córdoba las ciudades más importantes en Castilla de la industria lanera.
Abril 2023