SAN VICENTE: UNA IGLESIA DESCONOCIDA

Antonio Rodríguez Saiz


Recuerdo cuando hace varias décadas tuve conocimiento del número de iglesias parroquiales que existieron en la ciudad de Cuenca y perduraron durante siglos. Al principio me llevé una sorpresa, teniendo en cuenta el número de habitantes con la visión de ahora, algo que no se debe hacer desde esa perspectiva.

Ese número de iglesias parroquiales fueron catorce: S. Pedro (primera que existió, cercana al castillo), S. Nicolás de Bari, Santiago Apóstol (en una capilla de la catedral), S. Miguel Arcángel, S. Martín, Santa Cruz, S. Gil, S. Vicente, S. Esteban, S. Andrés, S. Juan Bautista, Sto. Domingo de Silos, El Salvador y Sta. María la Nueva (la más moderna, desde 1403, construida sobre la antigua sinagoga en la actual Plaza de Mangana).

De todas ellas hay una que estimulaba mi curiosidad y deseo de saber porque no existe ningún detalle visible de su existencia, excepto el nombre en el callejero conquense. Me refiero a la iglesia de S. Vicente, en honor del santo dominico y valenciano cuya presencia fue de gran importancia en el histórico Compromiso de Caspe, donde Fernando de Antequera fue proclamado rey de Aragón.

Coincide este número de templos dedicados al culto con el mismo que indica, Pío Baroja en su novela “La Canóniga”, cuya acción transcurre en Cuenca (1823) donde nos deja este párrafo con afirmación rotunda y terminante incluida: “Tenía catorce iglesias parroquiales, una extramuros, siete conventos de frailes, seis de monjas, cinco o seis ermitas y la Catedral. Con este cargamento místico no era fácil que pudiera moverse libremente”.

Como decía, anteriormente, son de poquedad y escasez los datos que se conocen, al menos por mi parte, de la desaparecida iglesia de S. Vicente. Valga para ello un ejemplo, entre varios, el manuscrito de la obra del arquitecto municipal y diocesano, Mateo López titulado “Memorias Históricas de Cuenca y su Obispado” (1787) que solamente le dedica cuatro renglones; texto que fue tratado con aspereza y desdén, el siguiente siglo, por el célebre canónigo Muñoz y Soliva quien, pese a ello, copia la reducida descripción y otros párrafos del arquitecto iniestense.

Donde, probablemente, se aportan más datos sobre la Iglesia de S. Vicente es en las “Relaciones Topográficas” del geógrafo y cartógrafo del siglo XVIII Tomás López en cuyo manuscrito se lee:

“De una sola nave de veinte y cinco baras y media y de latitud trece y media, tiene enfrente tres capillas que cada una de por sí tiene seis baras de alto y siete de ancho y largo, porque son cuadradas; en una de estas hay un retablo donde está colocada una pintura de Ntra. Señora del Carmen es de orden jónico, y muy alabada de los inteligentes. Más abajo de la puerta hay un arco, y allí en su retablo está colocada una imagen de Ntra. Sra. Del Pilar, la mejor obra que hizo Palomino”.

Son datos que proporciona, Julián de Quintanar, cura propio de la parroquia de S. Vicente el 29 de abril del año 1787 por mandato directo del polémico obispo conquense, Felipe Antonio Solano. Éste, a su vez, cumpliendo órdenes superiores.

Coincidía este año de referencia con la publicación del Censo de Floridablanca donde la capital figuraba con una población de 7.902 habitantes, que en ella residían; la cifra más alta conseguida en todo el siglo XVIII, por la pequeña ciudad, en parte, por el impulso del arcediano Palafox (después obispo) a la industria textil unido a su importante labor educativa y cultural.

Estaba la iglesia entre las calles de la Higuera con puerta al poniente y la dedicada al santo valenciano desde hacía siglos y que aún perdura.

La calle de la Higuera es la actual General Santa Coloma, dedicada al militar de origen y familia conquense. Una escalonada vía, en la actualidad, no apta para tráfico de vehículos excepto en un tramo adecuado en fecha no lejana, de muy reducida extensión. En ella tuvo su vivienda (en otros lugares más) el famoso escultor, entallador e imaginero francés Esteban Jamete (s. XVI) de gran talento artístico y muy difícil carácter.

La calle de S. Vicente que conserva el nombre, como he dicho, desde hace siglos está en el tiempo presente muy alterada en su configuración con respecto a centurias pasadas.

También proporcionaba otros datos el cura y regente, Quintanar en relación con la parroquia que limitaba -decía- con las de S. Esteban (su iglesia fue derruida en 1836, en el barrio de Sta. Lucía), S. Gil y S. Salvador.

Tenía 71 casas, con un censo de 91 vecinos y 341 habitantes. Se puede añadir que en su mayoría eran de pequeño nivel económico. Espacio poblado al principio por gentes venidas a Cuenca por la situación favorable, que en una época tuvo, originada por la industria de paños que propició el asentamiento e instalación de gentes procedentes de otros lugares en esta parroquia y limítrofes.

 

 

   Enero 2022