Antonio Rodríguez Saiz
El matrimonio frustrado fue pactado en la conferencia de Coca en 1466 cuando emprendió el encuentro con la princesa desde Almagro, falleció repentinamente en Villarrubia de los Ojos.
Cuenca posee, entre otros títulos, el concedido por Real Cédula de Enrique IV en el año 1465 de la "Muy Noble y Muy Leal Ciudad", gracias a que en momentos turbulentos del reinado de este monarca - aunque siempre los hubo - marcado por su falta de vigor e incapacidad, se mantuvo fiel y adicta a su persona, con la eficaz ayuda de la personalidad y quehacer de Andrés de Cabrera, hijo ilustre de Cuenca, quien le solicitó ese título para ella, que ostenta desde hace más de quinientos años y cuya actitud y comportamiento muestra una notable diferencia con la adoptada por Alonso Carrillo de Acuña, también de Cuenca, obispo de Sigüenza a temprana edad y posteriormente arzobispo de Toledo y sus sobrinos Juan Pacheco y Pedro Girón, ambos naturales de Belmonte, dirigentes de la política de aquellos años en torno a los cuales se movieron a su alrededor los sucesos históricos de la época.
Durante el reinado en Castilla de Enrique IV El Impotente y el anterior de Juan II, su padre, tuvieron como protagonistas a importantes personajes nacidos en esta provincia, cercanos unos en sus servicios al rey o en contra de él en algunas ocasiones, sin olvidar a aquellos que fueron las dos cosas al mismo tiempo.
UN HECHO QUE PUDO CAMBIAR EL RUMBO DE LA HISTORIA
Hacer aquí una historia de la vida de ellos y sus vicisitudes se escapa un poco a mi propósito, que se centra principalmente en un hecho que pudo haber cambiado el rumbo de la Historia de España, debido a un personaje belmontino nacido a finales del primer cuarto del siglo XV. Se trata de Pedro Girón, hijo segundo de Alfonso Téllez Girón.
Contó Girón con facilidades para acceder a la corte en calidad de paje de don Enrique, cuando era príncipe heredero, gracias a los oficios e influencia de su tío Alonso Carrillo, llamado "don Opas" por sus enemigos que le permitieron conseguir prebendas y distinciones que le llevaron a un gran encumbramiento y envanecimiento de su figura, aunque no en la medida de la que tuvo su hermano Juan Pacheco, llegando a ser nombrado en 1445, maestre de la orden de Calatrava, cargo del que supo usar adecuadamente en su propio beneficio a lo largo de su vida rodeada de forma constante de luchas, intrigas, revueltas y pactos que siempre aprovechaba para sacar buen partido por su habilidad política y ser temido como adversario, llegando incluso a ser ofrecida su persona, dentro del caos en que se desarrollaba el reinado de Enrique IV para dar estabilidad y consolidar el trono; pero a cambio de su matrimonio con la princesa Isabel, hermana del monarca. Solución acordada y pactada en la conferencia de Coca (Segovia), en abril de 1466.
Dicha propuesta para el rey debió ser dura y en honor a la verdad parece que no salió de sus influyentes familiares reseñados, sino de Alonso de Fonseca arzobispo de Sevilla desde 1454 del cual se dice que "plazíles tener piedras preciosas e perlas e joyas de oro e de plata, e otras cosas fermosas a la vista".
Era tal el ansia de paz y concordia del rey que aceptó, pese a conocer el sacrificio que suponía para su hermana, principalmente (después llamada Isabel la Católica), muy joven entonces.
Castiilo de Belmonte
Se iba a producir el casamiento de la futura reina de España con un conquense, padre de tres hijos naturales: Alonso Téllez Girón que sería conde de Ureña, Rodrigo que obtendría el maestrazgo de Calatrava por bula y Juan Pacheco, del mismo nombre que su tío, que heredaría grandes propiedades.
Tuvo siempre Isabel el consuelo y la lealtad de su incomparable compañera, hija del alcaide de Arévalo, Beatriz de Bobadilla, camarera mayor, esposa de Andrés de Cabrera a cuyo matrimonio premió y recompensó generosamente los servicios prestados. Un historiador conquense nos cuenta en el siglo XIX que al ver la princesa Isabel desconsolada no tuvo más remedio que preguntarle por el motivo:
"¿No veis, contestó doña Isabel, mi desventura tan grande que siendo hija y nieta de reyes, criada con esperanza de suerte más alta, me pretenden casar con un hombre de prendas en mi comparación tan bajas? Este deshonor me agrenta... y el dolor no me deja pasar adelante".
"No permitirá Dios, señora, - replicó doña Beatriz de Bobadilla - tan gran maldad, ni yo lo sufriré]' y desvainando un puñal -prosiguió - luego que llegue, os juro y aseguro de quitarle la vida, cuando esté más descuidado".
Estaba ya a punto de consumarse el deseo vehemente del conquense Pedro Girón, cuya ambición corría pareja con la de su hermano el marqués de Villena, para quienes el gran poeta Jorge Manrique les dedicaría, después una de las estrofas haciendo un duro retrato de ellos en las célebres "Coplas", como nos recordaba Torres:
"E los otros dos hermanos
maestres tan prosperados
como reyes
C'a los grandes e medianos
truxieron tan sojuzgados
a sus leyes".
Un suceso inesperado vino a deshacer todo ello. Cuando ya el maestre Girón se disponía a casarse con la futura reina de Castilla y emprendió su camino para el encuentro desde Almagro tuvo que interrumpirlo en Villarrubia de los Ojos, a causa de una enfermedad, falleciendo en esta localidad el dos de mayo de 1466 y enterrado en el convento de Calatrava.
¿ENVENENAMIENTO?
Aquella solución ideada para estabilizar el reino, había quedado desecha por la muerte del personaje central, cuando tenía más de cuarenta años, a causa de una esquinencia, esquiancia o cinanquía que con estos vocablos, poco usados ya en medicina - según me indican - se conoce a una inflamación situada en las amígdalas o partes adyacentes, por lo que pudo ser a causa de una amigdalitis purulenta que terminó en un absceso abierto.
Por lo atípico del matrimonio frustrado y motivaciones que se concertó no dudaron muchos en creer que la muerte fue debida a envenenamiento para evitarlo y se cuenta, también, que su agonía fue acompañada de imprecaciones y blasfemias del belmontino Girón, maldiciendo a Dios por no haber hecho su vida un poco más duradera y haber logrado así su propósito.
Cercano al tiempo para concluir el siglo pasado, en 1898, en un discurso sobre las Ordenes Militares, leído en la Real Academia de la Historia, Francisco R. Uhagón, dio a conocer el testamento del maestre de Calatrava, Pedro Girón, hecho nueve días antes de morir, tiempo considerado dilatado para morir de envenenamiento, expresando que el documento hace luz "sin que quepa duda alguna, que vio de frente la muerte como la ven los valientes y que arrepentido y contrito de sus errores y culpas se encomendó a nuestro Dios como lo hacen los buenos creyentes".
Tres años más tarde su prometida, la futura Isabel de Castilla, casaría con Fernando, hijo y heredero de Juan II de Aragón en Valladolid y con esa "unión lograda por Isabel y Fernando es lo que permite a España, lanzarse a las grandes empresas militares".
Antonio RODRÍGUEZ SAIZ