Antonio Rodríguez Saiz
ASÍ SE CELEBRÓ LA PROMULGACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN DE 1837
Antonio Rodríguez Saiz
Es conocido que la constitución es la norma fundamental y suprema donde se refleja la soberanía; todas las leyes ordinarias, necesariamente, tienen que ajustarse a ella.
Sus promulgaciones han sido seguidas por una serie de actos y celebraciones. Solo voy a referirme a este acontecimiento en Cuenca por la Constitución de 1837 promulgada el 18 de junio de ese año, durante la minoría de edad de la reina Isabel II, ejerciendo de Gobernadora del Reino, su madre, María Cristina de Borbón, viuda de Fernando VII. Era presidente del Consejo de Ministros y Secretario del Despacho de Estado, el notable jurista e intelectual, José María Calatrava Peinado del Partido Progresista.
Si bien es cierto que la Constitución de 1837 fue obra de los políticos progresistas, su texto puede ser estimado de ajustarse también a proposiciones del Partido Moderado; estaba inspirada en la Constitución liberal de Cádiz (1812) aunque menos progresista.
Tuvo una vigencia de ocho años, tiempo que podemos considerar, según los historiadores, de mucha agitación en la vida española: primera guerra carlista con decreto de exclusión a la sucesión de la corona “al rebelde” Carlos María Isidro de Borbón y sucesores, crisis continuas, motines, pronunciamientos, intrigas palaciegas, tumultos contra el poder constituido….
Tenía la provincia de Cuenca en la fecha de celebrarse las elecciones (24-6-1836) a Cortes Constituyentes, según datos de Fermín Caballero, una población de 234.582 habitantes, cifra superior a la actual; 4440 eran electores que suponía un porcentaje sobre el total español de 1’65%. En base a estos datos a Cuenca le correspondían cinco diputados y dos suplentes.
Entre los cinco diputados elegidos por los conquenses con el fin de elaborar la Constitución, figuraba Fermín Caballero y Morgáez (nacido en Barajas de Melo) que había sido electo por Cuenca y Madrid, optó por esta última siendo sustituido en nuestra provincia por el abogado, Manuel Esteban Alonso.
Otro conquense ilustre sería diputado en las Cortes Constituyentes, me refiero a Mateo Miguel Ayllón Alonso (nacido en Cuenca capital), en esta ocasión elegido por Sevilla.
Fermín Caballero y Mateo Miguel Ayllón formaron parte en esta legislatura del grupo más activo, distinguiéndose especialmente en apoyo a la Constitución de Cádiz.
Seguidamente a la promulgación de la Constitución de 1837, en complimiento de lo ordenado a nivel nacional, se celebró en Cuenca pleno extraordinario (21 de junio) de la Corporación Municipal presidido por el Jefe Superior político Fernando María de Rosales, el más alto funcionario público, político y administrativo ( a esta figura se llamaría después, gobernador o gobernador de provincia).
Su presencia en la sesión era proceder a organizar los actos para celebrar de forma solemne el importante acontecimiento durante los dos primeros días del cercano mes de julio y entre otros, dirigir un escrito al obispo de la diócesis para que designase a un eclesiástico que, en el acto religioso previsto, se dirigiera a los fieles congregados y “tenga suficiente tiempo para preparación con lucimiento suyo y de mayor provecho del público”.
Con el mismo tema se celebró otra sesión donde se tomó la resolución de invitar a los vecinos para que iluminasen las fachadas de sus casas los días uno y dos de julio; solicitar al cabildo catedralicio y provisor el repique de campanas de las iglesias e iluminación de la fachada de la catedral “con igual aparato que el cabildo acostumbraba hacer en otras ocasiones”. Igualmente se tomó la decisión de enviar al prelado un escrito “insistiendo en que se haga la función con toda solemnidad en esta Yglesia y que lo tenga todo dispuesto para verificarlo en el día que se designe”.
Era obispo de Cuenca, Jacinto Ramón Rodríguez Rico (1827-41) que fue en 1812 diputado por Zamora en las Cortes de Cádiz y posteriormente el 12-4-1814 uno de los 69 firmantes del “Manifiesto de los Persas” donde se solicitaba al rey Fernando VII, la abolición de la Constitución liberal de 1812 y la restauración del régimen absolutista. Claro contraste y diferencia con lo que se pretendía celebrar en este momento.
El día uno de julio del mencionado año (1837) a la seis de la tarde comenzaron los actos en honor de la proclamación de la Constitución con la asistencia de autoridades, cabildo eclesiástico, jefes oficiales, tropa, empleados…., con la alegría manifiesta y ostensible, según se deduce del parte no oficial hecho público y en la certeza de “un porvenir dichoso, consignado y garantizado en aquel Código sancionado por las Cortes y aceptado a nombre de la Reina Doña Isabel II, por su augusta madre la inmortal Cristina”.
Una vez finalizada la promulgación solemne y hecha saber a todos los presentes con exacto respeto a las normas dictada por las Reales Órdenes, el jefe político, Fernando Mª de Rosales desde el tablado fabricado para este acto dio los vivas a la Constitución, reina Isabel y Reina Gobernadora, asintiendo ostensiblemente por los asistentes en adhesión fervorosa “¡expresión inequívoca del júbilo de ver el pacto del trono con el pueblo!”, según se llegó a escribir.
Terminaron los actos ese día con un desfile de la tropa acompañada de numerosos conquenses hasta el llamado Campo de San Francisco, en el arrabal de la ciudad, donde en la actualidad se encuentra el palacio y jardines de la Diputación Provincial y alrededores. Allí se lanzaron salvas por parte de miembros de las fueras de infantería y artillería.
Según lo programado, en la noche de ese día, hubo repique de campanas desde las torres de las iglesias, estuvieron iluminados los edificios públicos y un buen número de casas particulares, igualmente que al día siguiente.
Importantes fueron los actos desarrollados el día dos; el principal tuvo lugar en la catedral, iniciado a las nueve de la mañana con asistencia del jefe político, alcalde 1º Constitucional, Luis Piñango y Montón, miembro del Partido Moderado, regidores municipales, diputados provinciales, funcionarios del gobierno político, empleados de correos, intendente y contador de rentas con funcionarios a su cargo y obviamente jefes y oficiales del ejército con destino en Cuenca.
Aunque esta relación de asistentes puede parecer exhaustiva, y lo es, no fue completa e incluso el Boletín Oficial de la Provincia de Cuenca (7-7-1837 nº2 Suplemento) insertó un parte no oficial y nota donde se leía que “la falta en que ha caído de no nombrar la Milicia Nacional de esta capital en la asistencia y servicio a aquel acto”. La redacción manifestó su involuntario error, dando todo tipo de disculpas.
En el primer templo de la diócesis se realizó la jura de la Constitución concluyendo el acto religioso con un Te-Deum, cántico o acción de gracias que usa la iglesia católica en ocasiones especiales. Se continuó con un desfile en el Campo de San Francisco, como la jornada anterior.
La crónica no indica que el obispo Rodríguez Rico estuviese presente en los actos. Es muy extraño, que si hubiese asistido, una personalidad tan importante en aquella época, en razón de su cargo, no figurase en la detallada relación de asistentes. Podría ser debido a que este prelado estuviese enfermo, algo frecuente en él, no gozaba de buena salud, como nos recuerda en su célebre “Episcopologio” el canónigo Muñoz y Soliva, contemporáneo suyo, quien abunda en elogios y asegura que sí juró la Constitución de 1837 contra lo que se decía “hasta en el santuario de las leyes”, sin más explicaciones. Me hace suponer que no asistiese en coherencia con su postura a favor del absolutismo, según lo dicho al principio, y por ello contrario a la constitución cuya promulgación se celebraba en la Plaza Mayor.
Después de la función religiosa se hizo el juramento a la Constitución por parte de los feligreses en las parroquias de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad en cumplimiento del Real Decreto de 15-6-1837 (art.3º) presidiendo en cada parroquia o distrito un miembro de la Corporación. Fue así:
- Parroquia de San Pedro - Luis Piñango y Montón, alcalde 1º
- Parroquia de Santiago – Manuel Cerdán, alcalde 2º
- Parroquia de Santa Cruz – Valentín Corral
- Parroquia del Salvador – José Ferrán
- Parroquia de San Miguel – Francisco Maíz
- Parroquia de San Juan – Sebastián Palacios
- Parroquia de San Esteban – Pascual Gómez
- Parroquia de San Andrés – Juan Patiño
- Parroquia de San Martín – Deogracias Bruse
- Parroquia de Santo Domingo – Felipe Sánchez
- Parroquia de Santa María – Ambrosio Yáñiz
Por la tarde se corrieron tres novillos para disfrute de los ciudadanos y no faltó por la noche un baile patrocinado por el Ayuntamiento en el Pósito Real. Con anterioridad los miembros de la Corporación Municipal se habían entrevistado con el responsable del pozo de la nieve municipal procediéndose a tasar la nieve existente en el mismo y con el producto de su venta poder abonar el coste de los refrescos para los invitados. Quedó valorado en 1000 reales y de esta cantidad se tuvo que rebajar 140 por el ajuste efectuado con el Administrador de Rentas, cantidad que se custodió hasta el momento del pago, en el arca de las tres llaves.
Fue algo deslucida la jornada porque ese día la capital sufrió un buen aguacero aunque, por ello, no disminuyó la fiesta y la alegría colectiva.
Con la finalidad de concluir todos los asuntos derivados de los actos de proclamación y jura de la Constitución se celebró pleno extraordinario municipal. Se dio cuenta detallada por parte del alcalde, Piñango y Montón, a los concejales y procuradores síndicos del común de los gastos ocasionados de las fiestas que fueron los siguientes:
Que unido todo a suma importa la cantidad de 2266 reales
Se había cumplido prácticamente el presupuesto confeccionado, solamente hubo una diferencia de 14 reales superior al previsto por el Ayuntamiento. Un ejemplo a seguir incluso en la actualidad.
Todo ello se celebraba en un clima de gran inestabilidad en España, de ello no era ajena la capital y provincia.
Así el jueves 6 de julio el jefe político redactaba una circular publicada al día siguiente en el Boletín Oficial de la Provincia donde ordenaba a los pueblos tomar las medidas necesarias y ponerlas en su conocimiento ante “la aproximación de los facciosos” y así los mozos de 17 a 40 años de edad procediesen a poner en lugar, exento de riesgo, los caballos, ganados y caudales públicos como precaución.
FUENTES CONSULTADAS:
Cuenca, febrero 2020