CAMBIO DE NOMBRE A UNA CALLE HISTÓRICA

Antonio Rodríguez Saiz


Los nombres de calles son fuente inagotable para saber y conocer la historia, cultura de los pueblos, sus características, circunstancias materiales y sensibles que los distinguen llegando a marcar su identidad.

Además de ser una forma importante para identificar edificios, establecimientos comerciales, oficinas, organismos, etc., son los nombres de calles un procedimiento útil para el reconocimiento permanente a personajes relevantes e históricos, importantes hechos sucedidos, lugares, referencias religiosas, sin olvidar algunos curiosos que figuran en los callejeros.

Desde la Edad Media las calles tenían nombres de oficios y actividades que allí se ejercían, otras hacían referencia y eran indicativos de la importante religiosidad existente. Sería desde la Revolución Francesa cuando las calles comenzarían a ser rotuladas con nombres de personas, solamente de hombres.

Actualmente en España el personaje más repetido en los callejeros es Miguel de Cervantes y de mujer Clara Campoamor, abogada y símbolo de la lucha por la igualdad de género. En Cuenca el autor de El Quijote tiene dedicada una calle desde el año 1905 y la defensora de los derechos de la mujer figura en el callejero desde el año 2001 (80 años antes había obtenido el título de bachiller por libre en el Instituto de Cuenca).

Los libros de actas municipales indican y dan fe de la certeza y verdad en relación con las discrepancias y diferencias de criterios de los regidores, en bastantes ocasiones y seguirá existiendo, sin duda, con los acuerdos para dar el nombre de una calle principalmente a personas de significación política notoria, aunque no sea solamente ésta la excepción; también sucede que se conjugan un conjunto de aspectos y circunstancias.

Un ejemplo de intento de cambio de nombre es la histórica calle de San Pedro documentada ya con este nombre en el siglo XIV (antes conocida por Calle Mayor) en la zona más céntrica del núcleo urbano de Cuenca. Primera que tuvo estructura de vía pública de dominio común, donde residía la nobleza, alto clero y gentes de relevancia social y económica, con singulares y notables edificios civiles y religiosos. Recibe su nombre por la antigua iglesia en honor del apóstol (en principio fue románica) situada en la vecina Plaza del Trabuco.

El hecho que aquí se narra sobre la calle de San Pedro sucedió  en 1923, un año no  digno de ser recordado con agrado en la capital, cuando el Ayuntamiento no tenía crédito para realización de obras, sí deudas acumuladas, impagos a jornaleros y empleados municipales durante meses, plenos municipales que , con frecuencia, no se celebraban por ausencia continuada de concejales, según certificaba el secretario Evaristo Pareja Jiménez, después fue presidente de la Diputación Provincial y decano del Colegio de Abogados.

Sobre ese absentismo se lamentó en varías ocasiones, con razón, el concejal obrero José García González, que  sí cumplía con sus obligaciones, recordando que el cargo de concejal no era un capricho sino para cumplir con él y si no que se dimita.

Este año de referencia hubo cinco cambios de alcalde, tres de ellos en cuatro meses.

En uno de los plenos que hubo número suficiente de concejales para poder celebrar y bajo la presidencia del alcalde Aurelio Torralba Moreno por “El concejal Sr. Benítez expone los méritos contraídos en vida por los médicos Don Juan Castillo y Don Eduardo Zomeño (verdaderamente se refería a su padre de nombre Eulogio) asistiendo enfermos de epidemia colérica de 1855 y como propone, acuerda por unanimidad el Ayuntamiento sustituir con el nombre del primero la Plaza de la Trinidad y dar el nombre del segundo a un lateral de la proyectada Plaza del Mercado“.

Quería que en la ciudad de Cuenca se tuviera un permanente reconocimiento merecido a los médicos Castillo y Zomeño , por su importante  dedicación, esfuerzo y generosidad en la epidemia colérica (también otro médico que se olvida, Maximiano Cañada).

Había hecho acto de presencia en Cuenca la terrible enfermedad el 7 de junio de aquel año  (1855) por medio de un joven procedente del cercano Caserío de Embid. Tuvo una duración de tres meses, falleciendo un buen número de habitantes principalmente jornaleros y gentes menos favorecidas económicamente, agudizada por las deficientes condiciones higiénicas, contaminaciones de aguas, consumo de alimentos en mal estado, sin olvidar una lamentable situación de inmundicia que se encontraba el río Huécar en su recorrido por la capital.

Siguiendo el curso de los acontecimientos el día 27 de julio se celebró nuevo pleno, suspendido dos días antes por no asistir ningún concejal; en esta ocasión sin la presencia del alcalde Torralba Moreno, que se encontraba de viaje. Fue presidido por el primer teniente de alcalde.

Tomó la palabra el concejal Benítez para corregir un error- en su opinión- y según refleja el acta “afirmando ha de subsanar la omisión padecida en sesión anterior al recordar méritos de los médicos fallecidos Sres. Zomeño y Castillo, sin hacer constar los inapreciables prestados por D. Federico Torralba, sacrificando su vida en interés del vecindario asistiéndolo solícito durante la epidemia colérica y viviendo por el cumplimiento de sus deberes, rayando en lo heróico …. pidiendo en su virtud, y acordándolo por unanimidad el Ayuntamiento en atención a servicios tan meritorios sustituir con el nombre de Don Federico Torralba la calle que hoy se denomina de San Pedro “.

Este acuerdo tomado por la Corporación Municipal del cambio de nombre fue ampliamente contestado y rechazado especialmente por los vecinos de la calle que se dirigieron al Ayuntamiento por escrito para revocación del acuerdo porque “no quisieron tolerar que desaparezca ese nombre de la histórica calle que comenzaba en la estatua de San Pedro de la antigua fachada de la catedral, terminando en la Iglesia de su nombre “.

Fuerte y áspero enfrentamiento, durante más de una hora, hubo dos semanas después, en la sesión ordinaria, presente el alcalde Torralba y cinco concejales  pues, con celeridad el concejal Matías  González Espejo comenzó la protesta por el acuerdo adoptado sin que anteriormente, manifestaba, en el orden del día figurase y sin haber procedido a la votación por trámite de urgencia “variando el nombre de la calle de San Pedro sustituyéndolo con el de D. Federico Torralba (era padre del alcalde)  y sin intervención de la Comisión  de Régimen interior, solicitaba la supresión del acuerdo tomado y proceder al estudio y los méritos que tuviese, quien fue también concejal y vecino de la calle.

Intervención que tuvo contestación por parte del concejal y síndico Benítez que defendió la decisión tomada de forma unánime a sus propuesta surgida espontáneamente- indicaría-,al observar la omisión padecida en sesión anterior. Se llegó a escuchar no conocer que San Pedro hubiese prestado ningún servicio relevante a la ciudad ni había hecho nada por el Ayuntamiento. Vaya forma de mezclar las cosas, añado.

La polémica por el cambio de nombre traspasó los muros de la Casa Consistorial, sede del Ayuntamiento; los periódicos locales, La Voz de Cuenca, La Lucha y El Centro con un parecer de desaprobación, esta vez compartido, se hicieron eco de la noticia y aclarando o, más bien, afirmando alguno de ellos que no eran ciertos los méritos alegados para dar el nombre de la calle al progenitor del alcalde como médico de la Beneficencia municipal durante la epidemia de cólera  (1855 )pues hasta doce años después ( 16-10-1897 ) no fue médico de esta institución.

Sí era médico libre y durante la epidemia, se llegó a asegurar, que el verano lo pasó en el paraje de la Cueva del Fraile.

Ante ,sin duda por, los testimonios adversos  y principalmente el recurso de los vecinos de la calle el alcalde Torralba Moreno en ejercicio de sus atribuciones dictó una Providencia (13-8-1923) donde dice que  “aun cuando el recurso entablado sea improcedente y el acuerdo a que se refiere me obligue a gratitud hacia los Sres. concejales que lo adoptaron en mi ausencia enalteciendo la memoria de quien ha de inspirarme veneración y a quien he de estimar en mi afecto de hijo, acreedor al honor inapreciable que a su memoria otorga el Excmo. Ayuntamiento; en la  obligación de impedir cualquier discusión sobre méritos y servicios prestados por quien ya no existe; y acogiéndome a cuanto determina y autoriza el artº. 170 de la ley municipal he acordado suspender la ejecución del acuerdo adoptado en 27 de Julio próximo pasado dando el nombre de Don Federico Torralba a la conocida con el de calle de San Pedro”.

Así quedaba sin efecto el cambio de nombre a la histórica calle, aunque aún tendría que sufrir otro intento de sustitución el año 1912 e incluso fue aprobado el cambio de denominación esta vez sustituido por el de Carrillo de Albornoz (con error incluido). Acuerdo que por suerte no se llegó a ejecutar, sí se hizo en el mismo dar el nombre de una calle al Conde de Romanones (actual Gregorio Catalán Valero) igualmente con polémica.

Si el lector ha tenido la curiosidad o paciencia de llegar hasta aquí observará que, como dije al principio, el año 1923 al menos a nivel municipal, tampoco en otros ámbitos, no es para recordar felizmente. Añado que el alcalde Torralba, profesionalmente corredor de comercio, fue cesado días después y el bastón de mando pasaría a Matías González Espejo que tomó posesión el 28 de agosto

No terminarían con ello las idas y venidas para ocupar el sillón de la Alcaldía y así el gobernador de Cuenca Francisco Sanjuan al inicio del mes de octubre convocaba a todos los concejales para comunicar la orden de destitución con la lectura de Real Orden dejando de ser concejales y otra vez vuelta a empezar.

El concejal crítico que en varías ocasiones había censurado y expresado su queja por el abandono reiterado de sus compañeros respecto a los deberes y obligaciones propios del cargo comentaría en alguna ocasión, con respecto a tantos cambios, ¡Qué más da don Ese o don Otro!

Abril 2024