ALGUNAS CURIOSIDADES DEL BAÑO EN EL RIO JUCAR

Antonio Rodríguez Saiz

 

Afirmar que los ríos son fuente de vida y de gran importancia sinceramente es una obviedad. Por ello los pueblos a lo largo de   la historia se han establecido, en multitud de ocasiones, junto a sus orillas con el gran beneficio que proporcionan. Permiten la vida de gran cantidad de especies, la fuerza de sus aguas son generadoras de energía, abastecen de aguas a los ciudadanos, regadíos, pesca, favorecen el establecimiento de industrias, prácticas deportivas sin olvidar su utilidad y provecho para el esparcimiento y recreo.

En esto último, es posible que sea de menor consideración y atención, quiero detenerme a considerar cómo eran y dónde los baños en el río Júcar ( 6º de mayor longitud de España ) a su paso por la ciudad de Cuenca, en  tiempos ya lejanos , después del recorrido desde su nacimiento en el paraje de Ojuelos de Valdeminguete (1.270 m. ) al norte de la localidad serrana de Tragacete.

En la Ordenanzas Municipales de Cuenca firmadas en las Salas Consistoriales de la capital en la primavera del año 1.861 por el alcalde, Cecilio María Bruse y aprobadas por el gobernador civil, en su calidad de delegado  del gobierno en la provincia se podían leer normas sobre los baños en el río Júcar junto a otras ordenanzas divididas en seis títulos que comprendían 144 artículos: Orden y buen gobierno, Seguridad, Salubridad, Policía rural, Demoliciones y construcciones  y  Disposiciones generales .

Se podían instalar pequeñas casetas de baño en el Júcar hechas con armazón de madera rígido y suelo cubierto con esteras, en cuyo interior figurase una nota informativa para conocimiento y recordatorio de las normas establecidas y así no poder aducir ignorancia.

En la parte superior o cubierta de las casetas estarían sujetas unas resistentes cuerdas que llegasen a flor de agua, es decir flotando y a la vez sumergidas.  Por ser utilizadas y hacer uso de ellas no se podía cobrar más de un real de vellón (equivalente a 25 céntimos de peseta en tiempos de la reina Isabel II)   y dos cuartos por cada toalla o tela para secarse el cuerpo, si se solicitaba por el bañista.

Una de las normas para bañarse era la prohibición de hacerlo junto a personas de distinto sexo, exceptuando si eran marido y mujer o niños y niñas de la familia. Un siglo antes las mujeres sólo podían bañarse en el Júcar por la noche en lugares sin ser vistas y únicamente por la noche.

En el artículo 80 de la Ordenanzas Municipales se leía: “Se prohíbe bañarse en el Júcar a hombres y muchachos al descubierto, desde el puente de Carballido hasta la presa de Cerdán; y los que en los demás sitios del mismo río quieran bañarse, lo verificarán vestidos de calzoncillos con la conveniente decencia “.

El llamado puente de Carballido, construido de madera fue conocido así durante años por el interés en su construcción de Luis Carballido, primer intendente de Rentas (1770-73) que hubo en Cuenca. Después fue conocido por puente de los Descalzos que en algunas ocasiones las aguas del Júcar han estado a punto de rebasar. La más relevante riada por su importancia fue el día de nochebuena del año 1.860.

La presa de Cerdán, con anterioridad llamada “de los Molinos “, cerca del barrio de la Guindalera regulaba el agua para regar las huertas existentes y movía el molino de la Noguera. Debe su nombre a Juan Cerdán y Landa (propietario, 1.718) perteneciente a una importante familia establecida en Cuenca en el siglo XVI.

Existían también dos lugares para bañarse los caballos y animales de trabajo. Uno situado enfrente de la fuente del Abanico, aún se conserva con su leyenda de la esposa engañosa, en el paraje del Recreo Peral y el otro lugar era El Sargal (el Polideportivo Municipal y una calle lo recuerdan) que debía su nombre a los arbustos que abundaban en ese paraje a orillas del río, cuyas ramas se utilizaban en cestería.

Otro lugar dentro de la ciudad donde se podían bañar las caballerías era en el pequeño río Huécar, afluente del Júcar, que nace en el término de Palomera, pero sólo en el espacio que había debajo del molino de la puerta del Postigo.  Esta puerta era una de las entradas a la ciudad amurallada, estaba hasta su demolición en 1.890 entre las conocidas “Escalerillas del Gallo “y el final de la calle de las Tablas (actual González Francés), donde se desarrollaron hechos importantes de la historia de Cuenca.

Todo ello era compatible con la presencia en los ríos Júcar y Huécar  de personas lavando ropas o fregando utensilios caseros. Si alguien lavaba en los ríos despojos de cerdo u otros animales, algo frecuente, debía guardar en su parte superior una distancia mayor de 30 pasos, igualmente se debía respetar y guardar la misma distancia cuando se lavase lana y los tintoreros sus tintes.

El año 1.861 a efectos administrativos, para obligado cumplimiento de las normas establecidas por parte de los residentes y así guardar, conservar los derechos e intereses de la ciudadanía la capital estaba dividida en dos territorios conocidos por barrio de Arriba y de Abajo.

Al barrio de Arriba correspondía el arrabal del Castillo en lo más alto de la ciudad entonces habitado principalmente por familias de hortelanos y agricultores, Camino de San Gerónimo donde existió una ermita (no convento) dedicada a este santo y doctor de la Iglesia y llegaba hasta la ermita de san Isidro. Igualmente comprendía al casco de la ciudad hasta el río Huécar.

Al barrio de Abajo pertenecía el resto de la ciudad y alrededores de ella.

Agosto 2023