Música y libros en el kiosco del Parque de San Julián
GACETA CONQUENSE

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En el centro de la ciudad, rodeado de edificios oficiales, se encuentra el Parque de San Julián, nombre dado por el Ayuntamiento en sesión del primero de marzo de 1943, en honor del segundo obispo de la Diócesis de Cuenca, cuyo nombre ha arraigado entre los conquenses, hecho no usual en casos de igual semejanza o analogía. Anteriormente fue llamado Parque de Canalejas en concesión al político liberal, presidente del Consejo de 1910, asesinado dos años después en la madrileña Puerta del Sol, en atentado anarquista. Cuatro más eran los jardines que Cuenca tenía en el primer tercio de este siglo para solaz y esparcimiento. El más antiguo de ellos rodea el edificio de la Diputación provincial (entonces público y más extenso), situado en el llamado Campo de San Francisco, siempre bien cuidado. Junto a él se encontraba -sigue en su lugar- el jardín llamado por aquellos años de la Infanta Paz (frente a la parroquia de San Esteban); el de la Plaza de Cánovas alrededor del cual se colocó -después- la estatua del Pastor de las Huesas del Vasallo, de Marco Pérez, y aún había otro más todavía existente en la calle de Solera, en el sitio donde con anterioridad hubo una Plaza del Mercado.

    EL KIOSCO DE LA MÚSICA FUE INAUGURADO EN 1926

    Pero el más amplio y hermoso de los esbozados brevemente y donde los conquenses hemos verdaderamente disfrutado es el Parque de San Julián. Situado en un lugar excelente dentro de la capital, sus visitas son periódicas por parte de los ciudadanos y forasteros, no sólo por ser un lugar ideal para el descanso y recreo, sino por las actividades educativas y culturales que alberga en algunas épocas del año.
   
    En el centro del mismo se encuentra instalado un kiosco de música, inaugurado en 1926, bajo proyecto y ejecución del arquitecto Alcántara, hecho con más acierto y fortuna que el de Elicio González en 1923 y del que un cronista de la época nos dice: "Nunca olvidaré al regidor que, queriendo construir un kiosco musical que perpetuase su nombre, edificó una tumba egipcia donde enterró un buen número de miles de pesetas".
   
    Aunque la finalidad del kiosco era, y es, servir principalmente para que desde él la banda de música ofreciese conciertos, podemos decir que ha tenido otros usos. De todos ellos hay uno que destaca sobre los demás: me estoy refiriendo a la ilustración de una biblioteca popular. Podía decirse:

"¡Un libro y una flor! De una existencia
contienen la razón cada uno de ellos;
las flores, del jardín por ser destellos;
los libros, por ser flores de la ciencia".

    Aunque las bibliotecas tienen una antigüedad que se remonta hasta las antiguas civilizaciones hititas y asirio-babilonias, pasando después por Aristóteles quien, primeramente, sintió el impulso de reunir los libros de su época, puede afirmarse que la primera biblioteca creada dirigida al pueblo no se lleva a efecto hasta el primer año del siglo XVIII en América, concretamente en el estado de Carolina del Sur.
 
LA BIBLIOTECA DEL PARQUE FUE IDEADA POR DON JOSÉ NIÑO ASTUDILLO

    En Cuenca, salvando un espacio amplio de tiempo, llega como concejal a su Ayuntamiento un recordado maestro de maestros: Don José Niño Astudillo, director de. la Escuela Normal del Magisterio con 47 años dedicados a la enseñanza: ejemplo permanente para los que fuimos sus alumnos de puntualidad, asiduidad, dedicación y entrega a la tarea docente, a quien debo principalmente mi interés por la Historia y los temas conquenses.

    Hombre sensibilizado por la educación y cultura, propuso crear en Cuenca una Biblioteca de carácter popular que fuese instalada en el kiosco del hoy llamado Parque de San Julián y que llevase el nombre del universal poeta Fray Luis de León, hijo de esta tierra.

    Dicha propuesta fue aceptada en la corporación, el 2 de abril de 1928, al tiempo que se le encargaba para llevar a efecto el interesante proyecto y "fuese al mismo tiempo un homenaje de admiración al insigne maestro agustino y una manera de satisfacer la necesidad de instituciones de esta clase grandemente sentida en Cuenca".

    Hizo el recordado profesor una pequeña selección de libros sabiendo "que la eficacia de una colección de libros no depende tanto de la cantidad cuanto de la calidad de las obras que la componen". Prescindió, voluntariamente, de las obras de tipo científico que, a su juicio, no encajaban con el "carácter ameno, ligero e instructivo que tienen en todas partes estas especiales Bibliotecas de jardines públicos".

    Se suscribió el Ayuntamiento a una editorial que, por aquellas fechas, estaba publicando una interesante colección formada por trescientos volúmenes de la literatura española y universal y libros educadores. Con este fondo de obras de amenidad, belleza literaria y valor docente de la literatura contemporánea, adquiridas en la famosa Librería Escobar de Cuenca, se puso en funcionamiento la primera Biblioteca Pública Popular de Cuenca, en el llamado Parque de Canalejas, sin que los gastos de compra de libros, encuadernación y armario, etc. superasen las 500 pesetas, con cargo al presupuesto municipal de ese año.

    Aquella buena y noble idea daba al Parque un aliciente más para ser frecuentado por jóvenes y mayores.

    Pasados los años he visto en alguna temporada estival volver a poner en práctica esta misma iniciativa en el mismo lugar e incluso en el Parque de Santa Ana. No sé si en la actualidad la idea que se tuvo hace ahora sesenta años puede tener vigencia, pero lo que no cabe duda es que pese a la apatía de muchos, siempre se alzaron sensibilidades dignas de recuerdo y respeto.

LA PRIMERA BIBLIOTECA MUNICIPAL DE CUENCA SE CREO EN 1872

    Y en relación con el tema no debe olvidarse tampoco a otro personaje de la vida conquense y académico correspondiente de la Historia, que gracias a su iniciativa se creó la Biblioteca Municipal de Cuenca el 18 de enero de 1872, siendo su primer bibliotecario; la citada biblioteca estaba instalada provisionalmente en el ex-convento de la Merced, pero el interés demostrado por Girón y Font, tuvo después poco eco en los regidores locales, que en años sucesivos no habilitaron ninguna partida para buscarle un mejor emplazamiento y su escasa dotación para nutrir sus fondos, apilándose los libros, poco después de su creación, en las Casas Consistoriales al rechazar el alcalde la oferta que el director de La Escuela Normal le formuló para que compartiese el local donde estaba la de ese centro docente, ya que en su anterior lugar dentro del mismo edificio se tuvo que dejar para vivienda del auxiliar de la escuela práctica.

 

Antonio Rodríguez Saiz