Antonio Rodríguez Saiz
EL ESCUDO DE CUENCA EN LA CUMBRE DEL TIBIDABO
Antonio Rodríguez Sáiz - Septiembre 2017
Los archivos cumplen una extraordinaria función, son el depósito y memoria de la historia de nuestro pasado, acontecimientos, vicisitudes…, todo aquello que atesoran sirven para consultar y desentrañar aquellos episodios de nuestro histórico pretérito. Por ello, instituciones, organizaciones públicas y privadas cuidan de ellos con notable interés – en general – dotándolos de medios necesario para un mejor funcionamiento y utilidad con el fin de conseguir aquello para lo que están destinados.
En ocasiones, se produce el hecho de estar investigando sobre algo interesante según tus deseos y se encuentra con una noticia o dato que si bien carece de interés suficiente, al pasar los años y con el devenir del tiempo invita, al menos, a reflexionar por la relación que en ese momento presente tiene con un suceso o episodio actual e incluso trascendental.
Así sucede, con lo que voy a relatar, sin entrar en el meollo del tema, que dejo a la consideración de cada uno, aunque es fácil que si lo hiciera coincidiría con la gran mayoría. Alguna, supongo, curiosidad habrá producido al lector el título que encabeza estas líneas.
En el Archivo Municipal de Cuenca se ve en un legajo en el índice un escrito de “PETICIÓN PARA COLOCAR UN ESCUDO DE CUENCA EN LA CUMBRE DEL CERRO TIBIDABO” de Barcelona (legajo 2258-5 expediente 6); lleva fecha del 28 de julio del año 1921 y está firmado por Francisco González Herrero que fue canónigo penitenciario de la Catedral Basílica conquense, dignidad que se ocupaba de la administración del sacramento de la penitencia para algunos pecados cuya absolución está reservada.
Hacía esta petición, el canónigo González Herrero por encargo de los Salesianos de Sarria (instalados ahí desde 1841 cuando aún era municipio independiente de la capital catalana) para recaudar donativos y proponerle al Ayuntamiento de Cuenca su colaboración con su “óbolo cuando tenga fondos municipales para la construcción del escudo de Cuenca de tanta gloria y simpatía para nuestra Ciudad, Diócesis, Provincia y Corporación Municipal”; suplicaba, a su vez, el canónigo intermediario que se le concediese un sello con las armas de la Muy Noble y Leal ciudad de Cuenca.
El escudo sería colocado en el Templo Expiatorio del Sagrado Corazón que se estaba construyendo en la cima del Tibidabo, la altura barcelonesa más alta con 512 metros sobre el nivel del mar, formando parte de la sierra de Collserola desde donde se divisa toda la ciudad espectaculares vistas.
Para hacer más fuerza y conseguir lo solicitado en el escrito de referencia, por ese se deduce que sería instalado en el templo en construcción, se expresa que estaba patrocinado por el rey Alfonso XIII que había prometido públicamente estar presente en su inauguración y hasta la fecha había visitado las obras en dos ocasiones (debe referirse a las realizadas los años 1904 y 1920).
No pudo el monarca cumplir este deseo porque las obras iniciadas en 1902 no se concluyeron hasta casi 60 años después (1961); se edificó en terrenos regalados a S. Juan Bosco al visitar la ciudad en 1886.
Cuatro días después de presentada la solicitud la Comisión del Ayuntamiento de Cuenca aprobó conceder 50 pts para el fin solicitado, junto con el sello de la ciudad y ello con cargo al capítulo de imprevistos, haciendo la salvedad que si la presidencia, es decir el alcalde entonces consideraba esa cantidad insuficiente se volviera a considerar por la Comisión.
No sé si al final se llevó a efecto este acuerdo, nada más figura en el expediente, me temo que no; en las seis décadas que duró la construcción del templo en la cumbre del Tibidabo, la historia de España estuvo llena de acontecimientos que no voy a relatar por ser de sobra conocidos, ni está en mi propósito, pero si recordar y reflexionar sobre aquellas palabras que Cervantes en su famoso libro pone en boca de Don Quijote cuando dice de Barcelona que es “archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades y, en sitio y en belleza, única”.
Añadir que Barcelona tiene una calle en la capital conquense desde su aprobación por su Corporación Municipal el 18 de febrero de 1975, situada en la barriada del Paseo de San Antonio.
¡Qué bonito sería que se cumpliese lo que pienso y anhelo, pero los sueños, como decía el clásico, sueños son!