Antonio Rodríguez Saiz
LOS SEMÁFOROS SE INSTALAN EN CUENCA
Antonio Rodríguez Saiz - Septiembre 2018
“Telégrafo óptico en las costas para comunicarse con los barcos por medio de señales”. Era la definición de semáforo que aparecía en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, añadida posteriormente otra definición para aquello que vamos a describir a continuación: “Sistema de señales ópticas utilizadas para regular el tránsito en calles, carreteras y vías férreas”.
El primer semáforo, antecedente del actual, fue instalado para el fin arriba indicado hace 150 años (9-12-1868) en la ciudad londinense diseñado por el ingeniero John Peake Knight. Era de funcionamiento manual controlado y manipulado por un agente de circulación. Este aparato originó un final trágico, al explotar días después de su puesta en funcionamiento, causado por una fuga de gas en una de las luces, falleciendo el policía que lo manejaba. Seria de todas formas el ingeniero ferroviario Knight quien pasaría a la historia por ser el inventor del semáforo, mejorado y modificado posteriormente; según lo conocemos en la actualidad ya con tres colores (rojo, verde, ámbar). Se vería por primera vez en Cleveland (EE.UU), el año 1914.
Madrid fue la ciudad española donde por primera vez se vio en funcionamiento un semáforo, colocado entre las calles del Barquillo y Alcalá, en el centro de la capital del Reino.
Cuenca, pequeña ciudad, de 32.973 habitantes se plantea el año 1969 la necesidad de ir instalando semáforos en sus calles de forma progresiva como se aprecia en el acta del Pleno Municipal del Ayuntamiento que tuvo lugar el 15 de julio de ese año, presidido por su alcalde Andrés Moya López. En el mismo se informó sobre las solicitudes de presupuesto y características de los mismos que, estudiados convenientemente, dio origen a considerar la mejor oferta presentada que fue de la empresa ANGLO, de patente americana; ofrecía resultados e informes satisfactorios de las instalaciones realizadas en la capital catalana y otras ciudades españolas.
ANGLO se responsabilizaba del montaje, con un plazo de diferido para el pago de material y trabajo de 24 meses.
Se tomó la decisión de instalar los primeros semáforos en Cuenca a prueba en dos puntos de la ciudad con mayor volumen de tráfico.
Tendrían estos semáforos una caja de cambios compartidas con un coste de 181.092 pesetas, donde estuviese colocada la caja y un precio inferior de 121.007 pesetas para el otro semáforo.
Se tomaría en consideración, muy claramente, el resultado de su funcionamiento para proseguir en otros lugares de la capital como así, posteriormente se realizarían. El único periódico provincial existente decía que “con alborozo recibió la ciudad la noticia de que iban a ser plantados bosques de semáforos en nuestras calles”. Si, es cierto que para los ciudadanos era una autentica e inusitada presencia en la fisonomía de la ciudad.
De estos dos primeros semáforos proyectados en Cuenca, en la primera fase, solamente se instaló el de la calle Sánchez Vera y Avenida José Antonio, lugar que conocemos por esquina de Monjas, por estar allí el establecimiento de relojería de este nombre. El otro semáforo no se puedo colocar por encontrarse el lugar previsto en obras.
Hoy en día, el primer semáforo que hubo en Cuenca no existe por ser zona peatonal.
Cuando se instaló y puso en funcionamiento fue poco respetado por los transeúntes, algunos podemos asegurar que es cierta esta afirmación y así se publicó este ripio en el Diario de Cuenca (1970).
POCO RESPETO
El semáforo instalado
en la calle Sánchez Vera
puede comprobar cualquiera
que es por pocos respetado.
De una manera especial
-al menos así lo veo-
a las horas de paseo
en el día dominical.
La gente por allí pasa,
desde el provecto hasta el crio,
como si eso fuera el rio
o un pasillo de su casa.
Los que circulan montados
han por ello de pararse
con el fin de no “cargarse”
a uno de esos despistado.
(Un guardia municipal
a ratos, no estaría mal
H.P)
No sería la única vez que el periódico se hacía eco de la negligencia y descuido en la observancia de las normas. Persistía y porfiaba en el respeto que era necesario, principalmente por los transeúntes, para evitar accidentes. Recordaba así de esta forma. “Creemos que no se molestan en mirar que color tiene el semáforo. Cruzan o se esperan según su voluntad”. Casi medio siglo después, digo yo, aun no se ha alcanzado un nivel óptimo lamentablemente, en el grado de civismo que se requiera para ello.
También el diario conquense hacia un recordatorio sobre ello y el anuncio que en su momento se había hecho cuando se instalaron, sobre la posibilidad de sanción y multa al contravenir lo ordenado – se preguntaba - denunciar alguna vez al peatón por no cumplir las normas de tráfico e incluso iniciar una campaña de concienciación y cuidado para poner orden tan necesitado en el buen funcionamiento de tráfico que se deseaba mejorar.
No había dado el Ayuntamiento de Cuenca un paso atrás, en su deseo de hacer una ciudad más confortable, habitable y cómoda y así en el Pleno de 18-3-1970 aprobó un presupuesto de 800.518 pesetas para, mediante concurso, instalar nuevos semáforos, esta vez para ser colocados en el sitio llamado “Cuatro Caminos”, así conocido el cruce de la Avenida República Argentina y calle División Azul, en la actualidad Avenida de Castilla la Mancha e igualmente en la confluencia de la Avenida Virgen de la Luz y el Puente de San Antón, sobre el rio Júcar a su paso por Cuenca, de mucho tránsito por ser vía de entrada y salida de la ciudad, especialmente para la capital de España y Serranía conquense, pocos años después suavizada la intensidad del tráfico en este punto por la realización y puesta en servicio de un nuevo puente de entrada a la ciudad (Puente de Buenavista).
El funcionamiento de estos nuevos semáforos no estuvo exento de crítica, especialmente en un principio. En el que estaba colocado al lado del Puente de San Antón en dirección a Madrid (había otro a la entrada) a causa de la irregularidad existente en los cambios de colores, se formaban colas de varios metros por el tiempo que estaba el color rojo; por el contrario el color verde era de muy escasa permanencia, no más de tres coches podían pasar, motivo que dificultaba la circulación en vez de mejorarla.
De todas formas estos fueron detalles reseñables muy puntuales que pronto fueron solucionados y no cabe duda que mejoraron el tráfico en Cuenca.
En una tercera fase se acometió la instalación de semáforos en la Plaza de Calvo Sotelo (desde 1992 denominada Plaza de la Constitución); calle del Doctor Alonso Chirino, en recuerdo de este conquense, médico del rey Juan II y padre de Mosén Diego de Valera); Plaza del Generalísimo (hoy llamada de la Hispanidad) y calle de Cervantes, en recuerdo del insigne escritor.
Muchas obras en sus inicios y puesta en funcionamiento tienes sus dificultades. La instalación de semáforos en Cuenca no fueron menores. Aquello pasó y hoy se recuerda simplemente como una anécdota.