LA FAZ DE CRISTO EN LA BAJADA DE LAS ANGUSTIAS

Antonio Rodríguez Sáiz - Cuenca, Enero 2018

 

Recorrer Cuenca (antigua Kunka) apoyada en las alturas es arrojarse de sorpresa en sorpresa hacia un mundo de sensaciones y emociones producidas en el ánimo de quien se adentra al caminar por el cogollo de la ciudad y contemplar sus rincones que hablan de historias, sucesos reales acaecidos en el transcurso de los tiempos, increíbles leyendas maravillosas hilvanadas o quiméricas preservadas en la gaveta del tiempo; todo ello conformado en el cuenco de la misma bordeado por el espectáculo artístico que ofrece el paisaje natural que la circunda.

De todos los parajes o espacios naturales hay uno cincelado también por la devoción de los conquenses que conduce a la pequeña ermita al norte de la capital dedicada a la Santísima Virgen de las Angustias, patrona de la Diócesis por Rescripto del Papa Juan XXIII sellado el 13 de abril del año 1962: devoción que permanece hasta nuestros días desde el siglo XIV, al parecer, cuando ya existía en el paraje despoblado una capilla o ermita cobijada entre el peñascoso terreno, deslumbrante y bella estancia con la magnífica vista de la hoz que forma el rio Júcar. Un paisaje más de los que se ofrece en la ciudad que supo captar el académico e hijo Adoptivo de Cuenca, Luis Martínez Kleiser en un apunte poético que llevaba por nombre el de la ciudad del cáliz y la estrella, allá por 1928.

Por verte más lozana,

tu pedestal de piedra

a veces se engalana

con un tapiz de hiedra;

tus peñascos sombríos

te sirven de pavés,

y te guardan dos ríos

tendidos a tus pies.

Esquivez y bravura

pregona tu poblado,

suspendido en la altura

del hosco acantilado;

nido, visible a penas,

de un águila caudal,

suelto en las almenas

de un castillo feudal.

Tus gigantescos riscos,

blasones de tu historia,

a modo de obeliscos,

enaltecen tu gloria;

de una columna altiva

eres tu el capitel

que sostiene allá arriba

al cielo por dosel.

 

 

Para llegar a la ermita de la Copatrona de la ciudad (junto con la Virgen de la Luz) desde la Plaza Mayor se hace el recorrido a través de la calle Pilares (o de Severo Catalina) de corto recorrido, amplia y zigzagueante escalinata que ofrece a quien por ella se adentra ser precavido, ante la agraciada venustidad de piedra y flora perenne que brindan visiones donde la imaginación inventa y elabora seres irreales que hacen elucidar sobre aquello que su vista percibe ante la desnudez pétrea o con el mando esperanza de hiedra con sus hojas coriáceas de permanente verdor que refulge el ambiente de la bajada que en un principio fue solamente un terraplén entre rojas calizas interrumpido e inaccesible para llegar, por esta parte, al convento, uno de los siete religiosos que hubo, el de franciscanos descalzos de San Pedro de Alcántara, con su cruz de leyendas y junto a la ermita reedificada en 1756 por obra del arquitecto turolense, José Martín de Aldehuela, que dejó en la ciudad interesantes obras religiosas, al fondo de la plazuela silente y sosegada con el susurro suave del agua de la fuente de Los Suspiros, con su leyenda de sombras, quejas lastimeras y afliciones de las almas de los ajusticiados arrojadas desde las elevadas peñas: plazuela mirador a la hoz del Júcar y rincón para hablar a la Madre de los conquenses, o al menos, para saborear y contemplar el excepcional paisaje que se vislumbra y vuelve a quien lo presencia.

 

 

Se ha cumplido un siglo de la idea que alguien tuviese de esculpir la Faz de Cristo en una de las rocas de la Bajada de las Angustias-antiguamente llamada Bajada al Convento de los Descalzos-en su parte izquierda, pocos metros antes del arco abierto en piedra en 1688 para facilitar el tránsito, conocido por Postigo de los Descalzos. Fue obra del marmolista y escultor Bieto, de origen catalán, que había llegado a Cuenca para trabajar en las obras de la catedral y aquí se afincó la familia dejando interesantes obras en ella que aún perduran.

Gracias a una fotografía publicada en la revista Vida Manchega en 1916 de César Huerta Stern, abogado, periodista y alcalde de Cuenca durante pocos meses podemos observar cómo fue este bajorrelieve que estuvo presente en la roca durante 20 años, hasta que fue destrozada en la Guerra Civil (1936-1939) por algún “amigo” de la religión católica, o quizás, del arte; aunque, bien es verdad que la incultura y  barbarie se han dado en todas las épocas, cierto es, que no siempre con igual intensidad. A propósito de ello quiero recordar como el año 1924 el catedrático y director del Instituto General Técnico, investigador y divulgador de la historia de nuestra provincia, Don Juan Jiménez Aguilar, sobre este particular, ya entonces decía: “En diferentes ocasiones he limpiado con aguarrás o jabón la SANTA FAZ que esculpió admirablemente don José Bieto en la Bajada de las Angustias.

Inútil porfía con los bárbaros iconoclastas; un día encontré la escultura golpeada, desfigurada, horriblemente…

¡Y eso que era la Cara de Dios!”. Concluía así esta denuncia y lamento admirable quien hacía un año que había ingresado en la masonería madrileña (“Valdés”) presentado por el profesor de la Escuela Normal, Rodolfo Llópis.

Tendría que transcurrir años para que la Corporación Municipal tomase interés por restituir en el mismo lugar la Faz de Cristo. Fue a causa de una propuesta efectuada por el teniente de alcalde, Florencio Cañas Estival en la Comisión Permanente Municipal del 25 de abril de 1955 (punto 5º), celebrada en segunda convocatoria y presidida por el alcalde, Jesús Moya Gómez y asistencia de los concejales que ostentaban una tenencia de alcaldía, Donato Mariano Castellano Mercedes, Fernando Nicolás Isasa y el proponente donde “se acuerda reproducir la Faz de Cristo que hasta antes de la guerra de Liberación estuvo trazada en una roca a la Bajada de las Angustias desde la Plaza Mayor. El trabajo que había de realizarse en bajorrelieve, se encomienda al artista conquense D. Faustino Culebras o a cualquier otro que estimase la alcaldía, si dicho seños no aceptara el encargo”.

Cuando había transcurrido medio año del acuerdo, el teniente de alcalde, Lucio Gómez García, mostró interés, en la misma Comisión por el cumplimento del acuerdo que se había tomado en la pasada primavera “respecto a la restauración de la Faz de Cristo por un escultor”.

A ello informó el alcalde que, pese a los intentos y gestiones hechas no había sido posible “porque el escultor que se designaba en el acuerdo no aceptó el correspondiente encargo y propuso para ello que “se encargue el trabajo a algún industrial cantero de la ciudad” y se decidió que fuesen Bieto o los hermanos Martínez a elegir aquel que fuera mejor para los intereses municipales.

No debió llegarse ningún acuerdo con ninguna de las dos empresas señaladas puesto que la realización de la Faz de Cristo fue encargada por el ayuntamiento capitalino directamente al conquense, Francisco Pareja San Marco conservador y restaurador del patrimonio artístico nacional que por aquel tiempo trabajaba en labores de cantería en la Catedral Basílica de Cuenca, como anteriormente había hecho su padre, quien en entrevista mantenida en su casa-verano 2017-afirmó ser el autor de este trabajo. Estaba presente, Ángel Poyatos, que me acompañaba, hijo de otro buen cantero de la época de nombre, Antonio.

Su ejecución fue en el mismo sitio donde fue ultrajada la anterior de Bieto, -dijo Marco- por lo que está algo rebajada y hundida.

Con su buena memoria (pese a sus 88 años) aportó otros datos interesantes como su autoría de la imagen de la Virgen de la Luz en la cueva del puente de San Antón, margen derecha del Júcar (publicado en otro artículo); escudo constitucional de Cuenca en el edificio del Gobierno Civil (1983), por encargo de mármoles Granero, previa retirada del anterior y la realización, entre otros trabajos de seis reproducciones de la cabeza de la fundadora que está en la lapida de la Capilla de los Caballeros, Teresa de Luna, madre del Cardenal Gil de Albornoz, cuyo sepulcro se encuentra en este lugar. Por encargo del Fernando Zóbel que las colocó en tablero de terciopelo rojo y se las llevó a Francia para regalo de varios amigos.

 

 

Como consecuencia de la realización de la Faz de Cristo en 1956, que aún se conserva, apareció a mediados de ese año la noticia en la prensa provincial con este titular “Vuelve la Santa Faz sobre las piedras de las Angustias”, pudiéndose contemplar ya en aquellos días coincidentes con la Semana Santa, pese a lo desapacible del tiempo y lluvia persistente, especialmente los devotos que, como en otros años fieles a la tradición heredada esperaban turno para ver a la Virgen enlutada con su Hijo en brazos desde el atrio de la pequeña ermita, recinto y escalinata, notablemente iluminada entre sus rocas, en aquellos días de la Semana de Pasión, por unos receptores que había adquirido el ayuntamiento, sin reparar en gastos según se dijo. Llegaba la iluminación hasta el inicio de la Bajada de las Angustias en su unión con la calle Pilares mientras unos altavoces instalados por la emisora de radio de Cuenca, por deseo de la Junta Local de Festejos, lanzaban al aire de la noche conquense composiciones de música religiosa de la Schola Cantorum de los Padres Paúles.

Al mismo tiempo fue visita obligada en aquella fecha para ver la I Exposición de Arte Sacro en Cuenca.