UN PROYECTO DE MONUMENTO AL BUEN REY ALFONSO VIII, EN CUENCA

"Ciudad de Cuenca" Boletín de Información Municipal Nº. 94 - 1988

De todos los personajes vinculados a la historia de Cuenca, ninguno suscita tanta devoción popular como Alfonso VIII, el ganador de la ciudad a los musulmanes, el generoso regalador de fueros, señoríos, montes y aldeas. En justa correspondencia, los ciudadanos de Cuenca, periódicamente, sienten el deseo de obsequiar al monarca medieval con un monumento que perpetúe su memoria. Intento repetidamente frustrado, porque tal idea nunca se ha transformado en la práctica, quizá por esa especie de aversión que en Cuenca hay, de siempre, hacia la escultura al aire libre. De los varios proyectos monumentales desarrollados a lo largo de los tiempos, el autor de este trabajo ha encontrado uno que le parece especialmente interesante.

Acciones, obras y acontecimientos en la historia de los pueblos llegan a marcarlos para el futuro. Se llega, incluso, a erigir o levantar en sus lugares monumentos en cuya concepción se tiene en cuenta además de su duración la eficacia simbólica que representa, con el deseo de transmitir la imagen o recuerdo de aquello considerado como digno de ser conocido y perpetuado, bien se trate de una persona, hecho memorable, etc.

No puede decirse que nuestra capital sea pródiga y generosa en ello. Bien es verdad que algunos monumentos se ven en plazas, jardines y calles: el monumento en recuerdo a los soldados de Cuenca muertos en la guerra de Africa, en la Plaza del Generalísimo, lugar que ha pasado por diversos nombres. En un principio se llamó Plaza de la Infanta Paz y en tiempo de la Segunda República, Plaza de Galán; al Pastor de las Huesas del Vasallo, medalla de oro del círculo de Bellas Artes en 1931; a Gregoria de la Cuba y Clemente, de ilustre familia con panteón y propiedades-en Molinos de Papel, todos ellos del escultor conquense Marco Perez y el del General Moscardó, al comienzo de la calle Astrana Marín, de Navarro Gabaldón. Alguno derribado después de la guerra civil como el del 15 de julio, fecha triste para Cuenca, y otro de reciente realización como el de la Constitución, de Torner, en la Plaza de Mangana.

Sin menoscabo de la legitimidad, acierto o no de los que poseemos, (no siempre bien ubicados), me ha llamado siempre la atención la ausencia en la capital de un merecido monumento dedicado a la figura más importante en la Historia de Cuenca. Me estoy refiriendo al rey Alfonso VIII que conquistara Cuenca a los almohades para la causa cristiana el 21 de septiembre de 1177, después de un duro asedio por espacio de nueve meses.

Aunque no es mi objetivo hacer ahora un estudio de su importante figura, no puedo por menos que recordar, como han hecho especialistas de este momento histórico, su decisivo paso por Cuenca, decidiendo desde los primeros instantes de la conquista hacerla la principal ciudad entre todas las tierras conquenses; cabeza de la diócesis surgida de las antiguas de Ercávica y Valeria, modelo de autonomía concejil, abordando con presteza y prontitud su repoblación, extendiendo sus términos, donando aldeas a la ciudad y especialmente concediendo a Cuenca el famoso Fuero calificado de "forensium institutionum summa y de libertatis codex".

Sí que la figura de Alfonso VIII ha calado y penetrado profundo entre la mayoría de los conquenses.


En memoria de su conquista continua celebrándose la célebre "Vaquilla de San Mateo"; la antigua calle de la Correduría lleva su nombre desde el año 1881, por acuerdo de la Corporación Municipal, donde están ubicadas la antigua casa del Corregidor y Palacete de la ilustre familia conquense de los Clemente de Aróstegui, ambos edificios del siglo XVII.

En el paramento de la fuente del Escardillo se refleja una escena de la conquista con la figura del monarca y hasta un hotel de la ciudad recuerda al rey castellano.

Hasta el 13 de abril de 1902 en que se derrumbó la Torre de las Campanas de la catedral o del Giraldo, una figura de madera que servía de veleta de algo más de tres metros, situada alli desde el siglo XVI representaba al rey Alfonso VIII quien sostenía en la mano izquierda el pendón de Castilla y en su derecha una espada.

Siempre he pensado y así lo he manifestado públicamente en diversos momentos que Cuenca necesita un monumento que perpetúe la memoria del gran rey y sea demostración permanente del afecto que la población conquense tiene a este importante monarca castellano. Afecto merecido en reconocimiento a lo mucho que de él recibimos, siendo beneficiarios hasta el momento presente.

Por ello quiero traer a conocimiento de los ciudadanos un momento (han existido algunos más) de este siglo donde pudo haberse hecho realidad el monumento a Alfonso VIII El Noble.
Se contaba para ello con un, a mi juicio, buen proyecto elaborado por un conquense, Enrique Cuartero Huerta, quien se ofreció gratuitamente al Ayuntamiento de Cuenca y cuya memoria, exposición de hechos y motivos y aspectos de su proyectada obra figuran de forma detallada en el Archivo Municipal de Cuenca.

El 8 de diciembre de 1914 el escultor Cuartero, de 26 años de edad, residente en Madrid se dirigía en escrito, con excelente caligrafía, al alcalde de Cuenca Eduardo Moreno ya "que teniendo concedido el Estado el bronce necesario para la estatua o monumento que ha de erigirse en la ciudad de Cuenca al que fue su glorioso conquistador Alfonso VIII el de las Navas, y teniendo el exponente una especial complacencia en donar al Excmo. Ayuntamiento de dicha capital un ejemplar del boceto del monumento por él ejecutado, adjuntando al mismo tiempo un plano y un avance de presupuesto de gastos que para su ejecución son necesarios" con el fin que "se digne declarar la mencionada Corporación Municipal la aprobación del proyecto y adjudicar la ejecución del mismo al solicitante conforme al contrato solemne que por ambas partes había de suscribirse, no obstante ofrecer el exponente toda su labor en condiciones absolutamente gratuitas por ser hijo de la provincia de Cuenca y pensionado de la Diputación Provincial de la misma".

Nueve días más tarde el Ayuntamiento dirige un escrito a la Corporación Provincial solicitando de ésta e invitando a contribuir a los gastos, por la escasez de recursos que manifiesta el Ayuntamiento contestándole negativamente, acuerdo del que se entera el escultor por haber sido publicada la noticia en el periódico "El Liberar el 16 de enero de 1915.

Debía ser el escultor Cuartero asiduo lector de los periódicos conquenses, único medio por el que tuvo noticia de la negativa, así como del permiso concedido al alcalde de dos meses por asuntos propios que leyera en "El Día de Cuenca" lo que le animó a solicitar información al alcalde. Era el 18 de enero y seguía sin respuesta a su escrito, que se produjo el día 27 en el que se manifestaba y declaraba que "El Ayuntamiento no accede al contenido de esta carta por falta de fondos en su presupuesto y no permitir el gasto a que se refiere el estado de la Hacienda Municipal".

Mucho debió ser el deseo del escultor quien sin desanimarse volvió a dirigirse un año después al Ayuntamiento comunicándole y ratificándose en su deseo al tiempo que le informaba que sobre el proyecto de monumento al monarca Alfonso, tenía hecho el modelado y vaciado a escayola de la parte escultórica reducida a una tercera parte de su definitivo tamaño, invitando a todos los conquenses a contemplarlo en su estudio de Madrid y adquiriendo el compromiso de modelarlo cuando estuviese hecha la ampliación, por supuesto de forma totalmente gratuita en base a su cariño por Cuenca y ser consciente de la situación precaria en que estaban sumidas las arcas municipales.

Adjuntaba una memoria que considero interesante dar a conocer, al menos en parte y que incluso su contenido me parece actual por si alguna vez ¡ojalá! fuese necesario para el propósito que me anima a escribir este trabajo.

Indicaba Enrique Cuartero que el monumento proyectado expresaría el momento de la entrada del rey en Cuenca, según lo describe Mártir Rizo, aunque pienso que debió tener una equivocación y referirse a la descripción de la "Estoria que escrivio el venerable Giraldo, chanciller del Rey en la era de Nuestro Salvador Jesucristo de 1212 años" de la que Quadrado nos dice que "es apócrifo desde la portada, pues supone chanciller del Rey al tal Giraldo que nunca lo fue" y Mateo López duda de su veracidad, con sospechas de ser supuesta o fingida.
"E entro el señor reí don Alonso en Conca, con los sus clérigos e caballeros; e entro el rei a caballo e diz que trahia en el su lado del arzón del caballo a Santa María que traiba siempre a par de si con una banda blanca asida e salieron a recibille Tell Perez e Ñuño e todos los soldados. E entro por un portillo que abrieron al Camino de Valencia en la muralla.

E trahia el pendón blanco el obispo de Burgos que era de tifitan blanco con nuestra señora... e llevaba el guión del señor rei don Diego López de Haro el de Vizcaya

Eligió tres de los personajes del pasaje descrito: el rey Alfonso VIII, el obispo Pedro de Burgos (uno de los obispos que junto con Jocelín de Sigüenza, Sancho de Avila, Raimundo de Palencia, Pedro de Toledo y Gonzalo de Talavera vinieron a la conquista) y Diego López de Haro, alférez mayor en la conquista de Cuenca y décimo señor de Vizcaya.


Su descripción detallada nos dice:


"Sobre grandes peñascos que sirven de basamento asiéntase un pequeño puente antiguo que acomodándose al momento histórico de 1177, recuerda al que sobre el rio Huécar tuvo necesariamente que pasar Alfonso VIII cuando entró triunfalmente en Cuenca por la parte del Camino de Valencia. El rio está simulado por el agua que desde bajo el puente cae ruidosamente por entre peñascos al amplio estanque que circunda el monumento...
Sobre el puente aparece Alfonso VIII montado en brioso caballo. El traje del glorioso monarca es de una gran sencillez guerrera y sólo designan su regia dignidad el casco coronado y su larga cabellera, la cual cae por ambos lados y por detrás en guedejas levemente rizadas.
Viste a lo soldado, viéndosele la cota de malla... bajo una simple túnica a propósito para cabalgar, de mangas cortas y abiertas por los costados. Lleva guantes, calzas a semejanza de nuestras medias de tejido fino y borceguíes prietos de cordobán, entallados y atados con cordones. De su costado izquierdo pende una espada ricamente guarnecida y envainada sostenida por el bálteo o cinturón embutido (cierta especie de tafetán) y recamado de piedras preciosas y aljófar. El yelmo coronado tiene adornos y guarniciones...
El almófar lo tiene caído y pegado sobre el cogote.
Con la mano izquierda gobierna las riendas que guían al caballo y con la derecha sostiene la imagen de la Virgen Santa María, que siempre llevaba a su lado, con su banda blanca asida.
El caballo aparece en el primer tiempo del trote frenado. Las riendas del freno están adornadas con caídas ovaladas de mayor a menor y unidas entre sí. Los petrales, arzón, cincha, manta, estribos y acicates son de la forma y estilo que en tan remotos tiempos se usaban”

El aspecto del rostro del rey conquistador se correspondía aproximadamente con la edad de 22 años que tenía en 1177. Su fisonomía la tomó de un cuadro que contaba Nuñez de Castro que hubo en el altar mayor de la iglesia del Hospital del Rey en Burgos, famoso en la ruta jacobea, fundado por Alfonso VIII y cuya pintura desapareció a comienzos del siglo XIX con la invasión napoleónica.

La estatua del obispo de Burgos se encontraba en disposición de andar con la mano izquierda sujetando el báculo pastoral y al tiempo bendiciendo a los moradores de Cuenca.

Diego López de Haro aparecía con la espada puesta en la vaina y empuñándola con la mano izquierda; pelo largo, poca barba, casco, cota de mallas y amplia capa. Tuvo Cuartero en consideración al modelar esta figura los rasgos que viera en un cuadro denominado de los Caballeros en el Monasterio de Santa María la Real de Nájera.

También nos indicaba que en el "frente del monumento fundidos en bronce formando un grupo artístico adosado a las rocas, hay varios trofeos moriscos".

En la parte más alta una inscripción en bronce en caracteres del siglo XII que dice: Alfonso VIII. MCLXXVII, mientras en la parte posterior del pedestal se pondría una inscripción en el mismo metal que se leería "Cuenca agradecida", situándose en la parte baja adosado a las rocas el escudo de la ciudad de Cuenca y el libro del Fuero, ambos entremezclados con hojas de laurel y roble, figurando en su base el año de la inauguración que el escultor deseaba coincidiese con la Feria y Fiestas de San Julián de 1916, entonces a principios de septiembre.

Todo ello estaba presupuestado por un precio de 65.317 pts., incluido el basamento, pedestal formado por el puente y estanque que haría el Ayuntamiento, según la dirección de Elicio González Mateo, arquitecto municipal, que también fue de la diócesis y descontando los honorarios del escultor como se ha dicho y el bronce que estaba entonces sobre 1,60 pts. el Kg., metal escultórico por excelencia ya que permite mejor que la piedra representar actitudes más violentas en las estatuas.


Aún el escultor Cuartero proponía cuatro variaciones, con la consiguiente reducción del precio.

- El pedestal (puente y estanque) con sólo la figura escuestre de Alfonso VIII, serían los gastos 44.349 pts.

- Eliminar los trofeos, el escudo y fuero de Cuenca por la cantidad de 40.732 pts.

- Hacer el pedestal en forma rectangular y figura escuestre, cuyos materiales ascenderían en gastos a 31.222 pts.

- Realizar solamente la estatua a pie de Alfonso VIII con otro pedestal, cuyo costo sería de 15.434 pts. Esta variante sería menos de su agrado, aunque expresaba que "cualquiera de estas variaciones desvirtúa el primitivo proyecto el cual pasaría a ser de verdaderamente monumental a ordinario y raquítico como lo son muchos de los colocados en las ciudades españolas. Mucho sentiría que diéramos tal paso en Cuenca".

NOTICIA DEL ESCULTOR ENRIQUE CUARTERO

 

¿Quién fue este interesante escultor? Gracias a los datos facilitados amablemente por Rafael Ruiz Correa, de Puebla del Salvador, amigo de la familia y a mi colega Enrique Moreno Muñoz puedo decir que Enrique Cuartero Huerta nació el 15 de julio de 1888 en Minglanilla. Sus padres fueron Miguel y Trinidad, aquél natural de Quintanar del Rey, ésta de Puebla del Salvador, ambos maestros de primera enseñanza que ejercieron en Quintanar, Minglanilla, Motilla y Aranjuez.


De este matrimonio nacieron tres hijos varones. Todos ellos cursaron estudios, sin duda por el reflejo y ambiente de su casa.


El hermano mayor Baltasar, fue sacerdote, académico de la Historia y regente de la Sacramental de San Isidro en Madrid, con varios libros publicados sobre Cristóbal Colón. El menor, Pedro, vive y reside en Madrid, es arquitecto y mantiene la casa de su familia en Puebla del Salvador, donde va con frecuencia.

Enrique, autor del proyecto de monumento a Alfonso VIII, tiene obra en Cuenca: una talla de El Salvador en nogal, en la iglesia de Puebla del Salvador, edificio del S.XVI construido a expensas de Gil de Peñarrubia; una imagen de San Jorge en Graja de Iniesta.
También un Cristo en Villarrobledo y la escultura del Obispo Ordoñez en Astorga, diversas esculturas de propiedad particular.

Su mayor producción artística está en Madrid pudiéndose reseñar: la Virgen del Puerto en el Manzanares; grupo escultórico del mausoleo en San Isidro, de la familia Banús, según proyecto de su hermano; retablo de la ermita de San Isidro; monumento al taquígrafo Martí en el Retiro, a la altura de la Avenida Menéndez y Pelayo; busto de la reina Victoria Eugenia de Batenberg, que posó para él, destacando la originalidad del cromado imprimido. Se conserva en el Palacio Real.

Cargos y distinciones:
Miembro de honor de la Real Sociedad Matritense de Amigos del País.
Premio Exposición de las Siete Palabras.
Medallista. Premio de la medalla conmemorativa del vuelo Plus Ultra.
Premio de la Exposición de Escultura de Madrid.
Concejal del Ayuntamiento de Madrid en los años 20 de este siglo.

Al coincidir estas fechas con el aniversario de la conquista de Cuenca, cierto es que desempolvo estos datos como llamada, al menos, para pensar en la realización del monumento a Alfonso VIII y al tiempo rendir humilde homenaje al escultor Enrique Cuartero que vibró un tiempo de ilusión y anhelo ante el recuerdo de nuestra historia.


Antonio Rodríguez Saiz