Antonio Rodríguez Saiz
LA TRAVESÍA DEL PARQUE DE SAN JULIÁN: Pequeña y transitada
Antonio Rodríguez Saiz
Narraba el escritor y maestro, Basiliso Martínez Pérez en su estimable libro “Postales conquenses” de 1929 que la iniciativa de realizar un parque de recreo en la antigua albuera, no existía ninguno en la capital, fue del alcalde e industrial, Manuel Caballer Uríos y “hubo de derruir los paredones de aquellas famosas callejuelas, de expropiar algunas huertas y arrancar de cuajo algunos árboles frutales”.
Esa obra ha sido conservada por sucesivos alcaldes, con mayor o menor interés. Un espacio importante que debe ser y cuidar. Sin olvidar aquel cartel que nuestros mayores veían en él y que decía así: “La educación de un pueblo se evalúa por su amor a las plantas y las flores”.
Con final en el Parque San Julián nombre, que tiene desde 1943, en honor de Julián ben Tauro, segundo obispo de la Diócesis y patrón de Cuenca son varias las calles y travesías de corto recorrido que cumplen las funciones de acceso al parque, facilitar el tráfico de vehículos y personas e igualmente a diversos edificios públicos que lo circundan o rodean para realizar gestiones de diversos y variados asuntos. Lugar, por ello, muy transitado y concurrido.
Son las calles de: Doctor Alonso Chirino, San Esteban (peatonal), Noheda, Travesía Parque San Julián, Garcilaso de la Vega, Maestro Pradas, De las Callejuelas (peatonal), Dr. Fleming, Juan Correcher y Cardenal Gil de Albornoz.
Sobre el Parque de San Julián (antes Canalejas) y calles enumeradas se ha escrito suficientemente, sería reiteración insistir. Ello me lleva a proporcionar solamente datos de una de las calles, muy sencilla y sin ninguna singularidad reseñable: TRAVESÍA PARQUE DE SAN JULIÁN.
Está situada entre la verja y fachada lateral del edificio de la Delegación Provincial de Hacienda y enfrente casa particular y fachada, no principal, del antiguo edificio del Banco de Cuenca, de efímera existencia, creado el 23-2-1921 con domicilio social y oficinas en la calle 15 de julio núms. 12 y 14 con un capital de dos millones de pesetas. Fue su presidentes y director gerente en funciones, Pedro José Cobo Jiménez, acaudalado conquense, que ostentó numerosos cargos a lo largo de su vida, entre otros, alcalde de la capital, diputado, senador, presidente del Partido Conservador, representante de la Compañía Arrendataria de Tabacos, etc.
En la actualidad es propiedad de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha y utilizado para oficinas.
Un informe del arquitecto municipal, Fernando Alcántara (12-3-1929) da cuenta al Ayuntamiento de la necesidad y conveniencia de establecer una comunicación entre la calle 15 de julio (actual calle de las Torres) y el Parque de Canalejas así denominado en reconocimiento a quien fue presidente del Gobierno y político liberal, José Canalejas Méndez, asesinado en 1912.
En la idea y proposición que ofrece para esa finalidad el técnico municipal incluye un solar en ese sitio que “mejoraría el aspecto de la zona y permitiría vender las parcelas que no tuvieran aplicación y compensaría casi el coste total”.
Se refería el arquitecto Alcántara Montalvo y así lo explica días después el alcalde Cayo F. Conversa Martínez a la corporación municipal que presidía, sobre el solar propiedad de Emilio Moya Sánchez, corredor de comercio, domiciliado en la calle Mariano Catalina nº 31 (Carretería), editor que fue con anterioridad de la revista mensual “El Anunciador Municipal” y diputado provincial, entre otras y variadas ocupaciones.
Se fijaban los límites y linderos del solar.
Al norte, c/Parque; sur, C/ 15 de julio; saliente, Bajada del 15 de julio al Parque de Canalejas y poniente con terrenos, propiedad de Rogelio Saiz y herederos de Andrés Pozuelo.
Teniendo en consideración la necesidad de su compra para la ejecución de la obra con la finalidad indicada de apertura de un nuevo acceso se citó al propietario para que se presentase en el edificio del Ayuntamiento y fijase para el solar de 1.585 m2, un precio que se sometería a estudio y valoración que él consideró en 40 pts./m2. Por ello el precio total de la oferta era de 63.400 pesetas.
El día 27 de marzo de 1929 el pleno del Ayuntamiento de Cuenca acepta y aprueba esa cantidad y se firma el contrato de venta por parte del alcalde Conversa y el propietario Moya, previa lectura del informe técnico a cargo del secretario municipal, Cesáreo Olivares Atienza (tiene calle dedicada en Cuenca por su defensa por vía judicial del patrimonio de los montes de la ciudad).
En el acto, el primer edil, hace entrega de la cantidad estipulada en moneda corriente en presencia del interventor, depositario y dos testigos.
Por aquel tiempo Cuenca, con unos 15.000 habitantes estaba pendiente, entre otros asuntos, de ver finalizadas las obras de desviación del río Huécar, gestiones para la construcción del edificio destinado a cárcel central (que no se construiría), la necesidad de un edificio para sede de la Delegación Provincial de Hacienda, apertura de la biblioteca de “La Fraternal”, permuta por parte del Ayuntamiento y Obispado de los edificios de la Casa del Curato (hoy Museo de Cuenca) y Convento de la Merced.
La pequeña travesía (o calle), como decía anteriormente sin nada especial destacable soporta actualmente un tráfico fluido, en una sola dirección pese a su reducida longitud de vehículos procedentes de las calles Ramón y Cajal, Aguirre y Las Torres. No figuró con nombre en el callejero conquense hasta el día 15 de octubre del año 1964 que la corporación municipal presidida por el alcalde, Rodrigo Lozano de la Fuente tomó el acuerdo de denominarla con el nombre que aún permanece.
Sí me permito, para terminar destacar que en la pared del edificio antiguo Banco de Cuenca, hoy remodelado y propiedad de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha, existía una pequeña y artística fuente de porte antiguo, con llamativos elementos decorativos, de uso utilitario que derramaba constantemente agua en su pilón.
Alguien tuvo la feliz idea, en su momento, de rescatarla y evitar su desaparición como ha ocurrido en ocasiones con vestigios del pasado y, trasladarla al patio interior del edificio. Un lugar oscuro, lóbrego y becqueriano donde la hiedra inunda las paredes y suelo pero que, al menos, ha servido para conservarla.
Gracias a Luis Cañas, auténtico coleccionista de recuerdos conquenses pude contemplarla y dar fe de su existencia que muchos creían desaparecida. Creo que sería acertado colocarla en un lugar más adecuado y visible para que cumpliese la misión para aquello que fue realizada y poder ser contemplada por los ciudadanos.
Cuenca 2021