LA ANTIGUA PUERTA DEL POSTIGO Y SU DEMOLICIÓN

Antonio Rodríguez Saiz - Agosto 2018

 

“Ciudad de aspecto antiguo en la parte elevada separada de la parte baja por murallas casi derruidas”.

 

Esta frase tomada del libro El consultor Conquense, publicado en 1894 por el periodista y escritor de la tierra, Santiago López Saiz da una idea del estado de la antigua ciudad castellana a finales del siglo XIX, cuando sucede la demolición de la Puerta del Postigo, una de las más interesantes de la ciudad amurallada de Cuenca.

Fue como la mayoría de ellas, en las ciudades fortificadas, un sitio de entrada y salida de personas y mercancías que, al tiempo, servían de control y defensa ante el ataque de sus enemigos; asimismo, eran utilizadas para la prevención de epidemias y enfermedades, espacio para pago de impuestos, punto para pregonar, avisar, divulgar noticias concernientes al reino y a la ciudad,  fedataria de acontecimientos históricos y otros cometidos.

Estaba situada la Puerta del Postigo, al final de lo que hoy conocemos por Escalerillas del Gallo, entre la calle del Pósito (granero real) que toma este nombre por haber estado ahí el Pósito Real, creado por orden del Felipe II y calle de las Tablas, llamada así por los tablajeros (carniceros) que allí vivían y ofrecían sus productos, hoy calle González Francés, en honor al célebre canónigo conquense admirado en Córdoba donde fue magistral.

Con anterioridad, la Puerta del Postigo, había tenido otros nombres: Puerta de Santo Domingo y Puerta del Almudí. Durante bastante tiempo fue una de las más importantes que hubo en Cuenca junto a la Puerta de Huete (o de Madrid) donde se encuentra el actual edificio de Palafox y Puerta de Valencia (solo se conserva el nombre) demolida en 1866, como ya publiqué en otra ocasión.

La Puerta del Postigo fue, testigo ante la historia, donde tuvieron lugar sucesos importantes, entre otros los siguientes:

- Fernando el Santo (18-10-1479), juró a la entrada de ella guardar los privilegios y buenos usos y costumbres de la ciudad, leyes y pragmáticas de su reino de Castilla (ver en Cuencaenelrecuerdo.es el juramento de Fernando el Católico en la ciudad de Cuenca).

- En el ataque sin éxito del cabecilla Jorge Bessieres (año 1823), contra varios puntos estratégicos de Cuenca para entrar en ella; fué la Puerta del Postigo el sitio más amenazado, por ello hubo que reforzarse su defensa.

- En la entrada de los carlistas en Cuenca, julio de 1874, me remito al relato de Galdós en el penúltimo de la Quinta Serie de los Episodios Nacionales “De Cartago a Sagunto”, donde al referirse a los atropellos sufridos en nuestra ciudad se lee “un relato terrorífico del fuego que  hacían los carlistas desde las casas contiguas a las Puertas del Postigo, Valencia y Convento de la Concepción” 

En el último cuarto de siglo XVI, la Puerta del Postigo, fue remodelada, como según indica el célebre canónigo autor del Episcopologio Conquense, titulo así resumido por su extenso título: “Reinando la Magestad del rey D. Phililppe nuestro Señor 2º, de este nombre, los mui ilustres señores de Cuenca, mandaron reedificar esta puerta, siendo Corregidor el mui ilustre Señor licenciado Antonio de Varrientos, registrador mayor de Su Majestad Vº y regidor de Medina del Campo, 1579”.

Cinco años antes se había reedificado la Puerta de Valencia (1574) y tres años después la Puerta del Castillo (1582).

Gracias al siciliano, Juan de Llánes y Massa, Administrador de la Renta del Tabaco de Cuenca y su Partido, podemos apreciar una notable imagen, en su acuarela, la vista por occidente (1773) de cómo era la Puerta del Postigo en su cara exterior de entrada a la ciudad amurallada, donde se visualiza su arco rodeado por un paramento almohadillado y en su parte superior se percibe un hueco donde es muy probable que estuviese colocado el texto anterior del año 1579 y armas reales al ser reedificada. Así lo intuye también el profesor Jiménez Monteserin. En el mismo se observan dos hombres que transportan una viga sobre sus hombros, a punto de traspasar el arco.

Hay que añadir, sobre ello, algún testimonio verbal transmitido en el sentido que a finales del siglo XIX se había añadido en la Puerta del Postigo una hornacina con la imagen de la Virgen 

La desaparición de la Puerta del Postigo tuvo efecto el año 1890.

Todo sucedió cuando el 4 de enero de 1890 en sesión plenaria “Acordó la Corporación Municipal que con la mayor urgencia examine la Comisión de Obras los antecedentes sobre demolición de arcos de la Puerta del Postigo e informe y proponga cuanto sea procedentes  a fin de que a la mayor brevedad posible se efectúe dicho derribo y desaparezca el paso abierto provisionalmente con motivo de cerramiento que de aquellos arcos se hizo”. Era alcalde constitucional de Cuenca, Germán Blasco Gómez y Regente de España, María Cristina de Habsburgo-Lorena, por la minoría de su hijo Alfonso XIII.

Siguiendo el mandato, la Comisión de Obras hizo un rápido estudio sobre el estado ruinoso que se encontraba la Puerta del Postigo y que elevó al Pleno del Ayuntamiento. Con gran celeridad se procedió a realizar los trámites necesarios para su demolición. El primero de ellos fue ponerse en contacto con los propietarios de las dos habitaciones existentes sobre los arcos de la Puerta del Postigo que formaban parte de la casa número 28 de la calle de las Tablas para su compra e información del estado ruinoso que se encontraban y de la obligación que tenían los propietarios de su arreglo. Eran sus propietarios, Vicente Llandres de la mitad de la casa citada y de otra, José María Gironés y Andrés Cañada, ambos testamentarios de Florentino Llandres.

Todo ello se produjo con gran celeridad y el día 9 de enero el Ayuntamiento Constitucional llevó a pleno acuerdo con los propietarios de las habitaciones, quienes permitieron con su venta la demolición, previo abono de la cantidad estipulada de 400 pesetas, que a la vista del arquitecto se consideró aceptable y seria abonada con cargo al capítulo de imprevistos del presupuesto ordinario. Dos días más tarde se tomaba en consideración “Demoler los arcos ruinosos de la Puerta del Postigo; las dos referidas habitaciones y la casa adyacente numero 11 de la calle del Pósito, que consta adquirida por esta Municipalidad  contratar las obras de demolición”, para lo que se debería tener en cuenta una serie de condiciones que fueron escrupulosamente cumplidas 

Estas condiciones fueron 

-Realizar el derribo bajo la dirección del arquitecto provincial, Rafael Alfaro Sánchez, con la intervención del sobrestante de obras municipales, Juan Lucas, capataz que dirigía a los obreros del ayuntamiento.

-El tipo base para la obra de demolición se establecía en 900 pesetas, anunciado en los sitios de costumbre y en él estaría incluido el trabajo a ejecutar en un plazo de 20 días, a partir de la fecha de adjudicación.

-Quien fuese el adjudicatario sería el responsable de aquellas desgracias personales y perjuicios que se causasen, incluidos daños en las  casas inmediatas.

-Por su cuenta, y así también se hizo, el material de derribo, madera, teja, ladrillo, se debía llevar al corral o cuadra del Pósito.

-La piedra de sillería, a la Plazuela de las Escuelas, llamada desde 1950 Cardenal Payá, cercana al lugar de la demolición.

-Los escombros llevados al sitio llamado San Miguelillo, donde había un postigo utilizado por los ciudadanos conquenses para comunicar el principio de la parte alta de Cuenca, donde un puente salvaba el cauce del pequeño rio Huecar. Estaba situado cercano al rio y edificio de Palafox.

Supongo que debió ser triste, para personas sensibles de finales del siglo XIX, la demolición de otra puerta emblemática de la Cuenca amurallada, ya ineficaz y que tantos servicios había prestado, testigo de sucesos históricos como se ha dicho pero todo llega a su fin y el anuncio del derribo de la misma debió ser atractivo para otros, a la vista de los diez sobres cerrados que se presentaron por espacio de media hora para la puja y adjudicación del derribo. Todos ellos muy por debajo del precio de salida marcado por el ayuntamiento con 900 pesetas: Demetrio Cañas ofreció la cantidad más alta, 668 pesetas y el maestro albañil, Rogelio Ayllon lo haría por 398 pesetas, adjudicándose a éste, en Pleno, por parecer la oferta más ventajosa, después de la apertura numerada correlativamente.

Había presidido este acto, en el despacho del alcalde, por delegación de éste, Victoriano Recuenco Soria, teniente de alcalde; procurador síndico Jesús López Malo, que tenía por misión promover los intereses de Cuenca, defensa de los derechos de sus ciudadanos y emitir quejas ante los agravios cometidos. Dio fe de ello y actuó de secretario quien lo era del ayuntamiento, Timoteo Iglesias Mantecón. Tengo que hacer al escribir este nombre una pequeña digresión, para mi inevitable, y recordar el enorme trabajo y esfuerzo que Iglesias Mantecón realizó, reflejado en su Índice del Archivo Municipal, que no sería publicado hasta 1950. Siendo autodidacta en paleografía consiguió entender los manuscritos importantes que posee el Archivo Municipal y descifrar las fuentes históricas de Cuenca. Mi reconocimiento para él.

Con celeridad, no frecuente en otros actos, se realizaron los trabajos y así el adjudicatario, Rogelio Ayllón  compareció en la Casa Consistorial el día de San Valentín de 1890 y dijo “Que ha terminado las obras de demolición de los arcos de la Puerta del Postigo, así como las de traslación de los materiales existentes sobre ellas y casa”, dando su conformidad a lo expuesto el arquitecto designado y sobrestante en las fechas del 20 y 21 del año expresado anteriormente.

Otra desaparición más, seguro que necesaria para facilitar el acceso a la parte alta de Cuenca: el paso del tiempo, la ruina, la dejadez, innecesaria utilidad, estorbo, cualquier motivo para derruir sin vestigio que la recuerde. Ello no es óbice para que traiga aquí aquellas palabras que dejó escritas el poeta conquense, Federico Muelas, más de sesenta años después y que suscribo:

“¡Ruina! No hay palabra que amándole tanto me da más miedo cuando la oigo pronunciar en ámbito propio, en Cuenca. Y no por el lógico temor del natural derrumbamiento, sino por la especial terapéutica conquense”.